Beata Karczynska y Fernando Ramírez son una pareja de nuevos queretanos de origen internacional, su historia de amor fue imprevista, pero hizo que ella dejara a su familia y toda su vida a miles de kilómetros, para iniciar una nueva etapa con el que sería el amor de su vida. Ella es originaria de Polonia y él de la Ciudad de México.

La pareja se conoció en 2013 en el viejo continente y nunca perdieron el contacto, ya que vía telefónica forjaron una amistad por los siguientes tres años.

En 2016, ella visitó México y se reencontraron, fue entonces cuando se hicieron novios. Beata regresó a su país, pero sólo para comunicarle a su familia que se quería casar con Fernando y vivir con él en México, en el estado de Querétaro.

“[En mi familia] no me creían cuando les decía que me iba a venir a México con él [Fernando], pero después me dijeron que si me hacía sentir bien lo hiciera, y fue una buena decisión”, asegura Beata.

La historia de Beata

Beata nació en Polonia, país de Europa del este, tiene 30 años y lleva viviendo sólo ocho meses en Querétaro, ciudad que fue testigo de la firma del “contrato” de amor entre ella y Fernando, ya que en las oficinas del Registro Civil se llevó a cabo su ceremonia de matrimonio.

Antes de casarse, Beata había visitado el país cuatro veces, pero sólo por un par de semanas o máximo un mes, y la última, Fernando fue su guía de turistas.

“Y ahora dejé todo por él, mi familia, mi trabajo, soy enfermera estaba trabajando en el hospital en urgencias, en sala de operaciones, porque soy enfermera con especialidad en anestesiología, y tenía buen trabajo, mi ex jefa es buena persona y mis compañeros también, por eso fue difícil”, narró a EL UNIVERSAL Querétaro.

Beata cuenta que por el momento sólo tiene residencia temporal de un año, la cual tiene que volver a renovar por otros 12 meses, y después podrá acceder a la residencia permanente, para en un futuro solicitar la nacionalidad mexicana.

La decisión de casarse en Querétaro fue porque en Polonia las leyes de migración son más estrictas, debido a la cantidad de migrantes que llegaban de forma ilegal al país, por eso piden pruebas de que la persona con la que se casará tiene un buen trabajo, pasar el examen de lengua polaca, entre otros requisitos.

En esta historia de amor el idioma no fue una barrera, porque cuando se conocieron hablaban en inglés, cuando ella regresó a Polonia siendo novia de Fernando compró un programa para computadora con tres niveles de español.

“Cuando estaba en Polonia necesitaba aprender palabras básicas, por eso compré un programa para la computadora, en Polonia puedes comprar programas baratos que te incluyen un libro que abarca tres niveles de cualquier idioma que quieras, chino, español, inglés, coreano; con ese programa aprendí un poco”, aseguró.

Al llegar a radicar a Querétaro, dice que, por la variedad de acentos que hay, las primeras veces se le complicaba entender, pero ahora con el uso cotidiano y el apoyo de su esposo, lo habla y lo entiende cada día mejor.

“Me gusta mucho Querétaro, me siento muy segura aquí, pensaba que no lo era, pero sí, no tengo problemas cuando camino, puedo hacer compras. Lo que no me gusta tanto es que la gente me ve de forma muy distinta por el color de mi piel, a veces sienten que no entiendo y escucho qué dicen, que me veo como una fantasma; pero me gusta vivir aquí”, expresó.

Fernando

Nació en la Ciudad de México, a los siete años se mudó con sus papás a Celaya, pero desde hace dos años radica en la ciudad de Querétaro.

Cuenta que en 2013 la empresa en la que trabajaba cerró sus puertas, razón por la que lo liquidaron, ahí fue cuando Fernando, con tiempo y dinero decide irse de mochilero por dos meses a Europa; ya había estado en Polonia en 2012 porque tiene un amigo ahí, pero fue hasta 2013 cuando conoció a Beata.

“En 2012 fui a Polonia porque tenía un amigo allá, le dije que iba a visitarlo, fue la primera vez que visite Europa, la segunda vez que visite Europa fue en 2013 con tiempo y dinero, estuve dos meses en diferentes partes (…). Quería conocer y fue el momento, fue un boleto de avión y con los amigos que conocía allá me quedaba”, expresó.

El encuentro con su esposa fue imprevisible, una noche en un restaurante Fernando estaba en el piso de abajo platicando con la que resultó ser la mejor amiga de la infancia de Beata.

“Ella estaba en un segundo piso, yo en el primero, volteé para ver la parte de arriba y después ella bajó y me quedé viéndola mucho tiempo, fue cuando ella se presentó al ver que estaba con su amiga (…). De ahí seguí viajando, regresé a México y nos mantuvimos en contacto por teléfono durante tres años, pero sólo como amigos, y cuando vino a México por un mes nos hicimos novios”, narró.

A los dos les gusta vivir en Querétaro porque es seguro, y aunque para Beata el proceso de adaptación ha sido un poco más difícil, en corto tiempo se ha adaptado a la vida en otro país.

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