José Vega se recarga en el barandal del puente sobre el río Querétaro, en avenida Universidad y Guerrero. El albañil de oficio espera junto con otros hombres que llegue alguien que requiera un trabajo, “una chambita”, pero la crisis económica derivada de la pandemia de Covid-19 afecta a todos y los trabajos son escasos.

José dice que el último trabajo que tuvo fue hace 15 días, como cargador para una mudanza. Comenta que hace un poco de todo.

“A veces nos vamos a los colados, cositas así. Y pues ahí andamos. El trabajo ha bajado mucho. Ya vamos para el año, ha habido menos chamba. Ya no se trabaja toda la semana, a veces un día, a veces dos días. Así se la va llevando uno. Hace 15 días que agarramos una chambita. Ahora no hemos agarrado nada. Fue una chamba de mudanza”, señala.

Los hombres buscan una sombra y se alejan de donde está José, quien de vez en cuando mira hacia los automóviles que pasan por el puente rumbo al centro, por la calle de Guerrero. El hombre está desesperado por encontrar un empleo, al igual que sus compañeros.

Indica que por lo regular llegan al puente alrededor de las 8:00 am y se retiran a las 5:00 o 6:00 pm, todos los días de la semana. A veces, la mayoría de las ocasiones, se van sin trabajar.

“A veces, cuando hay trabajito, ya nos vamos a darle. Pero hay días que no sale nada, nada, nada”, asevera, mientras ve a sus compañeros que, dice, “se dedican a todo, a la albañilería, a la cargada…”

Residente de San José el Alto, el hombre cuenta que dependen de él su esposa y sus hijos. Agrega que en este tiempo de emergencia sanitaria, cuando no podían salir a la calle, no recibió ningún tipo de apoyo por parte de las autoridades.

Los autos circulan por avenida Universidad. Los conductores apenas si se dan cuenta de la presencia de los hombres, en su mayoría de más de 45 años, que esperan una oportunidad de trabajar.

Los andadores del río se convierten en un refugio, un lugar donde los hombres se acompañan, se cuentan sus historias y se gastan bromas. Algunas otras personas pasan por el lugar rumbo a sus trabajos o sus domicilios. Casi no prestan atención al grupo que busca una sombra bajo el sol.

José explica que tienen que lidiar con todos los climas. En estas fechas el frío de la mañana, que pronto se convierte en un calor difícil de soportar. También es complicado en tiempo de lluvias, cuando a veces deben de soportar bajo el agua. Las inclemencias del tiempo también juegan en su contra.

El hombre narra que la tradición de buscar trabajadores en el puente ya tiene alrededor de 50 años. Quienes lo iniciaron ya murieron o se fueron a otro lado. Antes, estaban en los alrededores del templo de Santa Ana, luego se cambiaron al puente, porque había mucho congestionamiento vial en la zona.

José dice que tiene alrededor de 25 años de acudir al puente a buscar trabajo. Las cosas han cambiado mucho durante este tiempo. Antes, recuerda, había más trabajo, muchas personas buscaban en este puente a quienes les hicieran una obra en sus casas. Ahora son escasas las oportunidades.

“Por la pandemia ha cambiado muchísimo. También hace 25 años había mucho trabajo. No nos dábamos abasto. Como ahora ya entraron los montacarguistas, ya se usan montacargas, ha bajado mucho la chamba. Antes no había. Nos íbamos al cemento, que a la varilla, que a los colados. Ahora ya no”, abunda.

Comenta que gracias a que tiene un hijo trabajando en una tienda de conveniencia ha podido solventar algunos gastos de su casa. Le ayuda a pagar las necesidades que se presentan en el día a día.

Durante el periodo de confinamiento las construcciones se suspendieron. Durante más de cuatro meses ese sector padeció la detención de obras. José, durante ese lapso, se fue con los mudanceros, con la esperanza de tener trabajo y un ingreso.

A veces podía trabajar dos veces por semana. En ocasiones barría las calles, para ganarse 200 o 300 pesos, “para irla más o menos pasando. Ahorita está solo, solo”.

Precisa que cuando hay trabajo tiene que lidiar con las personas que regatean su trabajo, pues en ocasiones le quieren pagar 150 o 200 pesos por toda una jornada laboral, aunque lo debe hacer, incluso por 100 pesos, con tal de llevar el pan a la mesa de la casa. No tiene otra alternativa más que aceptar esas ofertas, que son mejores que nada.

Aunque no “caiga nada” debe de comer. Para eso se organizan entre todos los hombres y van a un mercado, donde compran tortillas y algo con qué acompañarlas. En otras ocasiones llevan algo de comer desde sus domicilios y sólo van a comprar un refresco para acompañar los alimentos.

José anhela que las cosas mejoren, pero es realista, considera que la situación económica va a tardar mucho en recuperarse.

El hombre vuelve con sus compañeros. Se despide con un deseo: que la gente sepa que si necesitan algo, un trabajo, lo que sea. Ahí están ellos, esperando una oportunidad para ganarse la vida con los conocimientos aprendidos en años de experiencia de estos trabajadores, a quienes el Covid-19 ha puesto en una situación más precaria.

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