La mujer al volante de una camioneta enorme “se avienta” al otro auto que intenta pasar en una intersección del primer cuadro de Querétaro. La descortesía enciende la ira del otro automovilista, quien toca cinco veces su claxon. Recibe por respuesta los mismos tonos de la mujer de la camioneta.

La psicóloga Ana Laura García señala que estos son síntomas de estrés postraumático y por el tiempo de confinamiento. Las personas se acostumbraron a sus burbujas de seguridad y ahora con el regreso a las actividades, se vuelven más intolerantes al contacto humano.

En otro lugar, dos conductores se enfrascan en una pelea por un incidente vial.

Parece que volver a la normalidad ha hecho que la gente regrese a las calles con la ira a flor de piel, con furia que se expresa al volante y en algunas actitudes de la vida diaria.

No sólo son los conductores

En todos lados se puede ver el malestar de la gente. La cajera de la tienda de conveniencia que apenas si expresa un sonido gutural cuando recibe un “buenos días” de un cliente, es otro ejemplo. “El horno no está para bollos”.

“No hay empatía, todos queremos salir corriendo a ver quién llega primero, a ver quién hace más, quién da más. Hay muchas personas a quienes no les dejó nada esta pandemia, cuando nos debió de haber dejado resiliencia, aprender de lo vivido y que el dolor es la piedra angular del crecimiento.

“A todos nos dolió algo en estos años, todos sufrimos algo y era para que ese dolor nos hiciera crecer y nos hiciera más humanos, más empáticos con los demás”, señala la especialista.

Agrega que desde que la gente fue puesta en confinamiento para evitar un número mayor de contagios de Covid-19 hubo impactos en el bienestar físico y sicológico. El cierre de fuentes de empleos, escuelas, se sumó a la pérdida de los hábitos y rutinas de las personas, haciéndose presente un estrés psicosocial por estar encerrados.

Ahora, con las condiciones sanitarias más estables, a las personas les causa psicosis social. “Nos molesta la gente. Nos empieza a molestar la gente, las masas, la multitud, que invadan tu espacio”, explica.

“Como estuvimos tan encerrados en nuestro mundo, en nuestro círculo, en nuestra burbuja, cuando salimos eso nos provocó ira, irritabilidad y malestar, porque estuvimos en un estrés agudo. Toda la sociedad cayó en un estrés agudo”.

Muchas personas, abunda, presentaron durante el confinamiento trastornos del sueño, malos hábitos alimenticios, hubo mayor dependencia a los dispositivos móviles y las pantallas, lo que alteró el estado de conciencia de la gente.

También, esas condiciones derivaron en intentos de suicidio, pues se perdieron los empleos, o no se tenían clases, la muerte de familiares por la misma pandemia, creando condiciones adversas para la salud mental.

Como profesional de la salud, considera que son personas a quienes se les tiene que dar acompañamiento psicológico.

“Todos venimos de un estrés agudo, del cual uno mismo puede salir, pero del estrés postraumático no. Eso necesita intervención profesional, pues, si no, es lo que lleva al suicidio, adicciones, violencia familiar y todo porque se está ‘cargado’ con lo que se vivió durante la pandemia o con lo que se ‘cargaba’ desde antes”.

Ana Laura García considera que en los próximos meses o años los trastornos de este tipo pueden ser mayores, pues aún hay un sector de la población que no presta atención a la salud emocional y no acude a recibir acompañamiento, dejando de lado esa parte del bienestar, aunque inconscientemente la gente guarda información de lo que vivió durante la pandemia.

“No es tan fácil asimilar la pérdida repentina de un familiar, y cuántas familias no vivieron la muerte de papá, mamá, de parientes cercanos, de su primera sociedad.

“Si no tuvieron un seguimiento profesional, es más fácil que lo guarden inconscientemente, son los llamados recuerdos angustiosos, recurrentes o involuntarios”, comenta.

Detalla que, aunado a lo anterior, a lo que dejó la Covid-19, a esa angustia social, se suma el pánico colectivo que se puede generar por los casos hepatitis aguda o la viruela símica, enfermedades que se vuelven mediáticas y que provocan temor a que vuelva a presentarse una situación semejante de encierro, confinamiento y un mayor número de decesos.

“Todo eso va generando una saturación emocional que obviamente solos no podemos salir de la misma, porque nos estamos cargando de todo eso que vemos”, enfatiza.

Precisa que las señales de alerta que las personas deben de tomar en cuenta para solicitar acompañamiento emocional en primer lugar es la angustia, que comiencen a sentir miedo, enfado, culpa.

Asimismo, ahonda en que existe la depresión intensa, un pánico que se puede sentir por emociones negativas ante situaciones que no son reales.

A la gente, señala, le está costando regresar a la normalidad justamente por esta situación de aislamiento que se vivió en los últimos años. Nadie se abraza o se saluda de manera cercana, por el temor aún de un contagio, de enfermarse.

La especialista puntualiza que es importante que la gente acuda a consultas psicológicas, principalmente a los jóvenes, porque han sido ellos de los más afectados por los miedos y temores de los adultos ante la pandemia y eso les provoca tener sentimientos de angustia y estrés para enfrentarse a una realidad.

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