“¿Qué tamaño buscaba?”, pregunta Angelina Otero Martínez a la joven que busca ropita para su Niño Díos. Vendedora de toda la vida en el mercado Escobedo, durante esta temporada vende figuras navideñas. Los Niño Dios la especialidad. Los hay desde cuatro hasta 80 centímetros.

“El nacimiento es evangelizar. El árbol de Navidad sólo es tradición”, asegura la comerciante.

El mercado Escobedo está a reventar. Los pasillos llenos de personas que acuden a comprar los ingredientes para la cena de Navidad. Otros compran aún figuras para el nacimiento que colocarán en las casas. Angelina atiende un local al interior del Escobedo en compañía de dos de sus hijos.

Dice que vende desde que existe el mercado. Desde que estaba en la actual plaza Constitución, donde vendía con su madre.

Los tres apenas se dan a basto para atender a los clientes que acuden. Algunos piden ropa para sus Niños Dios. Otros van a comprar uno nuevo. Algunos más acuden para comprar figuras como pastores, Reyes Magos, José y María. Existe variedad para cualquier presupuesto.

“Pasa esta temporada y sigue la (venta) de los vestidos de los Niños Dios. Sigue las mochilas. Pero desde el 2 de noviembre estamos vendiendo nacimientos. Después de Día de Reyes vendemos para vestir a los Niños Jesús”, apunta.

Indica que esta temporada ha estado “floja”. Las ventas no han sido como en otros años, pero subraya que en estos días han ventas, pues muchos dejan de última hora las compras, "como buenos mexicanos".

Angelina explica que los Niños Dios van desde los 30 a los mil 200 pesos el más grande.

Muestra los Niños Dios. Desde el más pequeño hasta el más grande. Los más pequeños están en exhibición en el mostrador, además de que tiene las muestras de los niños a la visita del público, para que puede escoger el de su gusto.

Llega el momento en que un gran número de clientes llegan a comprar algo. Dos mujeres, una de mediana edad y una más joven. Preguntan por los precios de los Niños. Piensan un poco la compra.

Otra mujer joven, con un bebé en brazos, pregunta sobre una ropita para un Niño Dios.

Cuando Angelina muestra al Niño Dios más grande llama la atención de los clientes que pasan por el local. Observan la pieza hecha de resina, mientras lo carga la vendedora, como si fuera un niño vivo.

Junto con los Niños Dios se venden otras figuras. Llaman la atención los Reyes Magos cuyas figuras son en su mayoría grandes. También los llamados "árabes" que son muy socorridos por los compradores. Se ofrecen en juego de tres.

Alrededor del puesto de Angelina el mercado fluye. Enfrente se ofrece comida y camisetas de grupos de rock. En contra esquina ropones para bautizos. A un lado se venden mochilas y una oferta más discreta de productos navideños.

Otra clienta se acerca a preguntar por ropa para un Niño Dios. Pide un diseño de San Juan Diego, con la imagen de la Guadalupana estampado al frente y elaborado en manta con detalles bordados en rojo. Angelina no para. Pasa del mediodía y es momento en el cual los clientes llegan uno tras otro. A diferencia de los centros comerciales que tienen sus puertas abiertas hasta la noche, el mercado cierra A media tarde.

Angelina dice que cuando están flojas las ventas casi no comercializan nada, aunque exhiban la mercancía.

Con el paso de los años dice que se han modificado las tradiciones en esta temporada. Muchas personas prefieren un árbol de Navidad y un nacimiento.

“Creo yo que los árboles no son tan importantes como la venida de Cristo. Poner un nacimiento es evangelizar a las personas y poner un árbol es tradicional. Tradición que viene de otras partes”, señala.

Angelina dice que en su casa siempre hay nacimiento. Todos los años sus hijos lo cambian, cada año es un modelo diferente. A veces lo ponen con figuras grandes, otras con imágenes chicas, pero no repiten.

Agrega que la Navidad la pasará en casa con sus hijos, quienes siempre se organizan para arrullar al Niño Dios, rezar y cenar. Es bonito también, añade, hacer piñatas, a donde hay niños. En su caso ya son pocos los menores en su familia, pero esa tradición no debe de perderse.

“Cada Navidad es diferente, pero todas son bonitas. En cada acontecimiento hay algo nuevo”.

Evangelina regresa a sus actividades. Sus hijos le piden cambio cuando venden una pieza. Guarda el dinero y da el cambio que le piden.

De pronto, un momento de descanso. Nadie llega por unos minutos al puesto. En un momento, casi de la nada, otro grupo de posibles compradores se arremolina alrededor de puesto. Preguntan por una pieza, preguntan por otra, piden llevar algo, o varias cosas. Los hijos de Evangelina se multiplican para atender a los clientes, quienes se van satisfechos por la compra hecha y porque cumplirán con la tradición, importante y esencial para los católicos que celebran el nacimiento de Cristo.

Evangelina se ve contenta. Toma un Niño Dios vestido de blanco y lo muestra. La gente se detiene a admirar la imagen. Es una pieza que en su conjunto, ropa y niño, es muestra de la fe y devoción del pueblo queretano que abraza sus tradiciones.

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