La puerta de la moderna vecindad evidencia el paso de los años. Una mirada hacia adentro deja ver una decena de cuartos, cuyas fachadas, en algunos casos, lucen colores vivos.

Un tendedero se levanta a la mitad del pasillo cuyo suelo es de cantera. Aquí, a diferencia de las antiguas vecindades, donde los vecinos compartían baños, cada inquilino tiene uno propio.

Es una adaptación de los nuevos tiempos, en los que vivir en un sitio como este resulta una experiencia que muchos quisieran revivir.

José García Alvarado, administrador de la vecindad en la calle de Cuauhtémoc, explica que el terreno era de su tatarabuelo, dueño de los terrenos alrededor de la antigua estación del tren.

“Era puro terreno. Lo que me dijo mi papá es que al tatarabuelo le compraron, para el tren, a peso el metro de tierra. Después se lo hereda a mi abuelo y a una prima hermana, pero la prima hermana se casa con un gringo y se fue a Estados Unidos y se dividieron.

“La parte del cerrito era de ella, la vendió y esta parte era de mi abuelo y lo fue vendiendo, porque la liquidez era difícil. O tenían dinero y lo guardaban o tenían terrenos, pero no tenían dinero. Así fue vendiendo las cosas y fue construyendo”, cuenta el hombre.

Esto es parte de lo que construyó. Eran tipo caballerizas. Tengo una foto de 1922 en la que aparece la fachada, pero no está construida. Esto se construyó a partir de los años 30. Comienza a existir como vecindad como por los años 40 [del siglo XX]”, narra.

El padre de José heredó la vecindad en 1961, cuando su abuelo murió, y posteriormente, al deceso de su padre, le cambió el giro, poniendo baño a todos los cuartos.

Dice que la característica clásica de las vecindades es tener baños y lavaderos afuera, de uso colectivo. Ahí ya no permanecen. Son pocas las personas que tienen tendederos afuera de sus departamentos.

Actualmente, prepara un área aparte, para que la ropa ya no se tienda al frente. Todas las viviendas cuentan con baños privados. José señala que ya dejó de ser la vecindad clásica, para ser minidepartamentos.

En el interior de cada una de las viviendas hay dos habitaciones y el baño. Uno de los cuartos puede ser usado como cocina. Los techos son altos. Las paredes son de adobe, con techos con vigas de madera.

Actualmente trabaja en la remodelación de las viviendas, pintando las fachadas.

“Antiguamente llegaban a vivir muchas personas en un cuarto, hasta 10 personas en dos cuartitos y una cocinita. Lo que hice fue adecuarlo: en donde era la cocina puse el baño y el cuarto chico lo hice cocina. Tienen un cuarto grande, su cocina, su baño completo y su lavadero.

“He tratado de mantener el concepto, como la cantera del piso y las fachadas de la entrada son de ladrillo, porque lo demás es de adobe. Son de adobe todas las casas”, apunta el señor José.

La gente que vive en este espacio ha cambiado mucho, recuerda. Antiguamente eran personas de la clase trabajadora y con familias numerosas. Actualmente hay profesionistas, comerciantes y nada más acepta por vivienda una o dos personas, pues no están hechos para más personas.

Dice que anteriormente había muchos niños y compara el inmueble con un jardín de niños, en donde siempre había diferencias por la convivencia diaria.

Nunca faltaba el pequeño maldoso que rompía cosas por jugar con un balón. De hecho, dentro del pasillo está prohibido jugar con balones o pelotas, pues si rompen algo, “nadie fue”.

El señor José asevera que hoy día casi ya no hay niños en la vecindad, a lo mucho hay cuatro, cuando antes eran al menos 30 los menores que vivían.

“Antiguamente llegaban recién casados o con un niño y salían con seis. Ya ha cambiado la situación también porque la gente duraba mucho tiempo [rentando las viviendas]. Cuando murió mi papá había gente que tenía 50 años viviendo aquí. Se quedaba mucho tiempo la gente, porque así se acostumbraba”.

Recuerda que tenía un inquilino que tenía más de 60 años viviendo en la vecindad. Murió hace unos años y quien se quedó con el cuarto fue uno de sus nietos. A la fecha tiene un inquilino que tiene ya varios años y unos mariachis, pero que han cambiado de generación.

Actualmente los inquilinos están un promedio de uno y cinco años, pues a la gente con el tiempo les dan su casa de interés social o buscan una casa más amplia porque la familia creció.

José cuenta que la dinámica de familias más pequeñas comenzó en los años 90 del siglo pasado, haciéndose más notorio en la primera década de este siglo. Antes eran más personas adultas las que vivían ahí. Ahora son más jóvenes los inquilinos. Lo tiene bien presente, pues toda la vida ha vivido en la vecindad.

El movimiento es constante. Entra y sale gente. La puerta se abre a la seis o siete de la mañana y se cierra después de las cinco o seis de la tarde, principalmente para que no entren personas a robar algún objeto que pudiera estar en el patio.

En la entrada hay una imagen de la virgen de Guadalupe. No es la original, dice, es una imagen que se puso nueva, pues la original fue robada. La actual tiene un cristal para protegerla de los robos.

Dice que la gran ventaja que tiene vivir en una vecindad es lo económico de las rentas. Además de que se está muy cerca de todo en el centro. Cuenta incluso con una huerta en el interior. Pocas viviendas en el centro se puedan dar ese lujo en el centro de Querétaro. De hecho, dice José, tiene lista de espera de inquilinos. Algo tiene la moderna vecindad que hasta turistas entran a tomarse fotos, precisa.

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