La temperatura ronda los 31 grados mientras usuarios del transporte público esperan la ruta en la parada de avenida Zaragoza, en la capital de Querétaro, a la altura de la Alameda Hidalgo.

Una mujer refiere que usará la ruta 7, tras algunos  minutos de espera en una parada que poco espacio tiene para resguardarse del sol, la ansiada unidad llega, pero completamente llena; alrededor de cuatro usuarios hacen fila para subir, pero de antemano saben que no todos cabrán.

Los pasajeros que ya van en el camión comienzan a moverse, tratando de hacer un poco de espacios para quienes confían en alcanzar aunque sea una posición en uno de los escalones de la unidad; solamente un par de usuarios logran entrar sin mayor complicación.

La unidad comienza a andar, mientras un joven todavía intenta subir, sólo le quedó dar un brinco hacia dentro del camión y quedar justo en el último escalón del autobús.

La espera sigue en la parada del camión. Ahí se encuentra Patricia, quien espera la ruta 44, pero al ver que el tiempo ha pasado y  que ésta no llega, opta por la alternativa de la ruta 7, la cual -contrario al tiempo de espera anterior- pasa con 10 minutos de diferencia de aquella 7 en la que no cabía ni un respiro más.

En esta unidad, la 7, solamente quedan dos espacios para sentarse, son ocupadas por dos usuarias que esperaban en la parada. Tan sólo unos metros adelante suben más pasajeros, no pasan ni cinco minutos y el camión nuevamente está lleno totalmente, sin espacio, más que en los escalones, donde no se recomienda estar parado, pero la premura de los usuarios -y el tiempo que han invertido en la espera-  es mayor que el detenerse a pensar en ello.

Patricia platica    que aun cuando va a un trayecto relativamente corto, entre la parada del camión (en desarrollo San Pablo) a la zona centro de la capital, debe esperar el camión con hasta una hora y media de anticipación.

“Y tenemos que salir a las 11 para venir por los nietos a las 12:30 al centro, entonces salimos a esta hora porque no pasan las rutas y si pasan, pasan llenísimas desde allá arriba, no es bueno el transporte, para nada”, detalla.

Explica que el transporte público es ineficiente, pues debe esperar prolongados tiempos de hasta media hora para esperar un camión, sin embargo, siempre está a expensas de que haya cupo en la unidad.

Las deficiencias del transporte, comenta, las padece toda su familia; una de sus hijas ha llegado a tardar hasta una hora en conseguir camión.

Mis hijas viven hasta allá arriba, en Paseos del Pedregal y es lo mismo; una de mis hijas vive en el mismo lugar que yo, se tardan más de un ahora en conseguir el transporte y a veces no pasa de [avenida] Belén (…) no hay transporte para acá”.

Patricia suele esperar desde 30 hasta 45 minutos para lograr subir a una unidad.

Señala que a este tiempo se suma la reducción de rutas, pues refiere que a raíz de la pandemia dejaron de circular unidades que habitualmente usaban: la B, la 122 y la L.

“No muy buena [es su experiencia en el transporte público colectivo], no hay rutas, tardan mucho en pasar, nos quitaron muchas rutas, que eran la B, la 122, la L y recortaron muchas rutas, el transporte no es bueno, no es bueno.

“Tardamos mucho en esperar el camión, más de media hora, hasta tres cuartos de hora para que pase el transporte”.

Por tanto, Patricia hace un llamado a las autoridades para que mejoren las condiciones en que se brinda el servicio, para que se incorporen más unidades, restablezcan rutas y circulen con mayor frecuencia.

“Porque no es barato el transporte tampoco, [ojalá] hubiera más transporte en la colonia, es lo que pedimos nosotros, porque pasan [demorados]. 

“Llegué a las 11:00 de la mañana, estaba esperando la 44, tardé más de media hora y nunca llegó esta que antes pasaba bien seguido, la 7; la que ahora pasa más seguido es la 88, entonces sí pediríamos más transporte, que pasen más rápido”.

A las deficiencias en el transporte público, añade, se suma la reingeniería vial que se efectuó sobre la avenida Pie de la Cuesta, la cual considera que no fue efectiva, pues señala que no ha logrado hacer más eficiente la movilidad de la zona.

Las inconsistencias en el transporte público han incidido en que Patricia y su familia opten por usarlo sólo para sus trayectos obligados: ir al trabajo o a la escuela, pues usarlo para salir a pasear a la zona centro ha dejado de ser una opción.

La mujer está a punto de llegar a su destino. Aunque ella va sentada, el camión está repleto, es complejo hacer la parada; entonces, opta por salir por la puerta más cercana, la del ascenso de pasajeros; entre empujones y usuarios tratando de hacer espacio, baja de la unidad y continúa su trayecto.

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