El taller instalado en una vivienda de la colonia Las Campanas está por un momento en pausa. Dentro, un grupo de jóvenes voluntarias elaboran batas médicas para el personal de salud que toma muestras en el proyecto de investigación para detectar el virus Covid-19 que lleva a cabo la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), pero que podría ser usado en otras clínicas.

Aunque el proyecto está en proceso de aprobación, las jóvenes se encuentran listas para comenzar la elaboración de las batas con la tela que les donó una empresa textilera de Salvatierra, Guanajuato.

Érika Baeza y Elizabeth Hernández trabajan en el lugar. Dicen que tratan de que no haya mucha gente en el mismo sitio, pues el taller es pequeño y como medida de seguridad no se reúnen ahí todas las voluntarias que participan en el proyecto.

Érika explica que es diseñadora de modas y la invitaron a esta iniciativa para hacer las batas médicas que están en prueba y “contribuir con nuestro granito de arena a esta emergencia”.

Las batas, dice, son más de corte de cirujano, pues se colocan hacia el frente, con los puños con resorte para que sujete bien y no pueda entrar nada hacia la piel, así como un cruce por la espalda, y no deje nada al descubierto.

El proceso de elaboración de cada bata se lleva alrededor de 40 minutos, indica.

Elizabeth explica que la tela proviene de la empresa Carolina Performance, en Salvatierra, Guanajuato, ganadora el año pasado del Premio Nacional a la Innovación.

La empresa se dedica a la innovación textil, trabajan mucho con kevlar, hacen tela antiestática, telas para químicos y les pidieron el apoyo. “Este proyecto está vinculado a otro. En la Universidad Autónoma de Querétaro se están tomando muestras para ubicar si hay proteína relacionada con el Covid-19. El encargado de las clínicas, el maestro Javier Ávila, habló de la necesidad de batas quirúrgicas. Primero, las desechables están en desabasto, y obviamente se están destinando a los hospitales que están atendiendo la emergencia.

Las batas normales son demasiado caras y no es un presupuesto que la universidad pudiera soportar, sobre todo porque la bata quirúrgica la tendrás que ocupar mientras estás en la zona “gris”, donde vas a estar tomando la muestra, pero cuando salgas te la tendrás que quitar. Si es desechable se tira. Si es de reuso hay que meterla a autoclave [lavar] y tendría que haber una bata limpia. Esto es, tendría que haber dos o tres batas por cada persona, cuyo costo es de mil a mil 500 pesos”, abunda.

Apoyo a la universidad

Elizabeth dice que sabía que la UAQ no contaba con el presupuesto para comprar 30 o 40 batas, por lo que llamó al ingeniero Flavio Oceja para comentarle esta necesidad, por lo que comenzó a ver qué había en su línea de trabajo que pudiera ocupar.

Al mismo tiempo ella se puso a investigar sobre materiales que se pueden usar contra el virus, aunque la información es poca, porque es un escenario nuevo para la ciencia médica. Lo que sí encontró fue documentos que explican el crecimiento de muchos microorganismos en algunas telas y qué trama debe de tener, por lo que mandó a la empresa los requerimientos, incluyendo los de normativa, y encontraron un punto medio en lo que desarrolla la empresa y lo que tenían en sus capacidades técnicas.

La tela con la que se elaboran las batas es una mezcla de indiolino, pero con tres acabados, uno que es repelente a los líquidos, otro al aceite y un antimicrobial, explican.

“Estamos suponiendo que va a funcionar. Estamos en espera de ver cuál va a ser el desarrollo del prototipo, de la retroalimentación del proyecto. Estamos a la espera de que funcione. Nos enteramos que ya hay gente pidiendo esta tela a la empresa, preguntando cómo le pueden hacer para adquirirla”, abunda.

Elizabeth destaca que estas batas funcionan en un lugar controlado y con mucha organización de limpieza, pues en el caso de las batas desechables se doblan hacia adentro y el virus se queda ahí. El hecho de que sea reusable tiene mucha ventajas ecológicas y monetarias, pero implica que tiene que ver mucha organización para su limpieza, desde el lugar donde el personal médico se la quita y cómo la lavan.

Guillermo López, Yerett Oliveri y Juanita Vega, profesores de la UAQ y la Escuela de Artes y Oficios, junto con Erika, son los encargados de hacer la batas. Elizabeth, profesora de la Facultad de Ingeniería de la UAQ, y de la misma Escuela de Artes y Oficios, se dedica a la gestión de recursos.

Un buen principio

Se hicieron en esta fase experimental 36 batas. Son 12 personas las que están tomando muestras de voluntarios para el proyecto de la UAQ.

Adicionalmente tienen tela que no se ha ocupado, pues están a la espera que les digan que las batas son funcionales y no requieren modificación, y se elaborarán para personal de otras clínicas.

“La idea es proteger lo más que se pueda al personal médico, reducir el costo a la universidad. La verdad es un proyecto para el cual no encontré ninguna negativa”, precisa Elizabeth.

Agrega que si el proyecto es aprobado a la brevedad, las batas se destinarán al personal que lo necesite. Además, de los cortes que hacen están elaborando cubrebocas, para evitar que se desperdicie lo menos que se pueda de la tela.

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