El Pueblito

Con el Paseo del Buey, tradición que cumple 284 años, inician las fiestas de la Virgen de El Pueblito, en Corregidora. Esta tradición habla de la fertilidad y la abundancia de la tierra, por eso se eligen animales sanos y fuertes para entregarlos como ofrendas a la Virgen de El Pueblito.

Los bueyes dan un paseo por las principales calles del Centro Histórico y después son llevados al matadero, donde son sacrificados y convertidos en el también tradicional “caldo de buey”, que es repartido entre los ciudadanos.

Aunque para la gran mayoría de los habitantes de El Pueblito, esta es una de las tradiciones más hermosas y arraigadas de la ciudad, para otros —aunque son menos— ver el terror de los animales que recorren las calles aturdidos por el estruendo de los cohetes, los gritos y la música estridente de la banda que toca en vivo, no es del todo agradable.

José Juan Licea Rodríguez, presidente del Comité de las Corporaciones y organizador del tradicional Paseo del Buey, comprende la molestia de la comunidad protectora de animales, que en 2004 interpuso una demanda para acabar con esta tradición de más de 200 años, y reconoce que en años anteriores el sufrimiento de los bueyes estaba a la vista de todos, pero ahora, asegura que las cosas han cambiado.

“En años anteriores sí se abusaba del animalito, se le daba de golpes para que caminara, pero cuando hablamos con la sociedad protectora de animales, acatamos un protocolo de cómo tratar al animal, hoy si un animal no quiere caminar se le deja en paz y se sube a la camioneta. Los propios mayordomos acompañan al animal en el paseo para cuidar que la gente del público no los agreda (...) se trata de cuidar al buey lo más que se pueda, adaptar nuestras tradiciones y que todo salga bien”, asegura.

“Muchas veces la gente que nos visita se confunde, no entienden esta tradición, es un paseo, no debe haber violencia, que la gente lo admire como un animal sano”.

Aunque actualmente varias personas no están de acuerdo con la tradición, pues la consideran como maltrato animal, son cientos de personas las que religiosamente asisten a cada uno de estos paseos. Durante el singular paseo es común ver a familias que trepan a un templete o a unas escaleras para ver pasar a los bueyes.

Los padres alzan a sus hijos sobre sus hombros para que conozcan al animal: “Mira, ahí va el buey con sus flores y sus verduras”. “Vamos a ver cómo caminan”. “Acércate más, a ver si puedes tocarlo”, son algunas de las frases.

Entre las aproximadamente 5 mil personas que asistieron este año al tradicional Paseo del Buey está la familia Ramírez, que se dice fiel a esta tradición. Para el padre de familia, Oswaldo, es una oportunidad para que sus hijos valoren la agricultura y la importancia de lo producido en el campo y las comunidades rurales.

“Desde que yo era niño venía al Paseo del Buey acompañado de mis papás, ahora vengo con mi familia, pero no vemos esto con morbo. Siempre les digo a mis hijos que los animales deben crecer sanos porque es un ciclo en el que nosotros trabajamos el campo o la ganadería y después nos alimentamos de eso mismo. Somos respetuosos de esta tradición”, comenta.

Tampoco faltan los comentarios de desconcierto de los que ven el paseo por primera vez, casi siempre son turistas, quienes extrañados preguntan por qué avanzan los animales entre las calles. Siempre hay alguien que explica el motivo, pero lo usual es que el turista no lo apruebe y se retire del lugar.

Este año se pasearon cuatro bueyes, todos ataviados con flores, verduras, plantas aromáticas e incluso bebidas alcohólicas, como tarros de tequila o cerveza, objetos que cuelgan de sus cuellos en forma de collares.

El Paseo

Los animales esperan desde primera hora del día en el atrio del santuario, el sacerdote se acerca a ellos y los baña con agua bendita, les da la bendición como un último gesto de bondad; después comienza el paseo.

Ninguna de las bestias avanza por su voluntad, por eso les atan cuerdas a sus patas y a sus cuernos, que en ese momento no cumplen su función natural. A tirones comienza el paseo, pero el miedo de los animales se nota a cada pequeño paso que dan, algunos se orinan a media calle asustados por la multitud, para ellos no es ninguna fiesta.

El buey más grande y pesado encabeza el paseo, luce un hermoso penacho de plumas, listones de colores, flores y un moño rosa atado a su cola. El alcalde Roberto Sosa Pichardo asiste a la bendición de los animales, pero no forma parte del recorrido.

Por el miedo de estar rodeado de tanta gente, uno de los bueyes se rehúsa a dar un paso más, por más que el grupo de siete hombres tiraba y tiraba de los cuernos, no lograron moverlo, por eso es amarrado de un poste mientras llega la camioneta que lo llevará al rastro. Hoy estos animales volverán a estar presentes, servidos en cientos de platos de caldo.

El Paseo del Buey, en Corregidora, es una de las tradiciones propuestas por los diputados para que se convierta en Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado de Querétaro.

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