Nuestras Historias

Sostienen tradición que se niega a diluirse

Las familias del barrio de La Cruz aún llevan a cabo la procesión y los cánticos que terminan en la casa de los hermanos Manríquez, quienes auspician la convivencia

Foto: Domingo Valdez
22/12/2025 |12:12
Domingo Valdez
ReporteroVer perfil

La calle se llena de personas. Siguen a una pareja que viaja en un burro buscando un lugar donde pasar la noche. Los peregrinos entran a una vivienda donde son recibidos entre cánticos y alabanzas. Como hace más de medio siglo los habitantes del barrio de La Cruz llevan a cabo las tradicionales posadas, aunque reconocen que son los mayores quienes luchan más por conservarlas, pues las nuevas generaciones no se muestran tan interesadas en las mismas.

Los vecinos de la calle Damián Carmona, en el céntrico barrio queretano, comienzan a sacar sus sillas a las estrechas banquetas. Las estrofas de la letanía de las posadas se escuchan a unos metros del domicilio de Juan Manuel Durán Hernández, jubilado y dedicado al diseño gráfico en sus años mozos, sale a la calle para participar en la posada. Dice, orgulloso, que es originario de La Cruz, donde ha vivido toda su vida. Recuerda que el fundador de la tradición de las posadas en el barrio fue el padre Ernesto Espitia Ortiz, fraile franciscano. Antes, señala, la gente era más participativa en las posadas, pero en los últimos tiempos se ha vuelto una fiesta más comercial. “Cambian de actitud, por eso no participan".

Gloria Moreno, vecina del mismo barrio, indica que también la gente no participa porque las personas mayores, quienes comenzaron la tradición, han fallecido y los hijos y nietos no continúan con su legado. Menciona a la familia Manríquez Becerra, quienes desde hace muchos años han participado y lo siguen haciendo. De hecho, la posada en la calle de Damián Carmona es auspiciada por los 16 hermanos Manríquez.

Foto: Domingo Valdez

“También los Bárcenas. Se acabó esa familia y ya los hijos se fueron por otro lado. Casi siempre las posadas las han tomado las familias con más arraigo y con más dinero, porque es un gasto fuerte”, asevera Gloria, quien aclara que no es originaria del estado, pero que lleva más de 40 años viviendo en el barrio del centro de Querétaro.

La mujer dice que su sobrina, Ángela Martínez, se fue a vivir a Aguascalientes y le comenta que en aquella ciudad no se ven las posadas como en Querétaro. Ni siquiera en las iglesias, menos en las calles. La misma Ángela dice que ni siquiera saben cantar la letanía. “Ni las señoras cantan. Nosotras sí sabemos cantar porque desde chiquitas veníamos a las posadas”, añade.

Gloria y Juan Manuel son vecinos, pero entre ellos se dicen hermanos, pues además forman parte de un grupo religioso franciscano.

“Hay que conservar estas tradiciones que son un testimonio vivo de nuestra cristiandad, renacer estas tradiciones”, dice Juan Manuel.

Lee también:

La posada se acerca. Los frailes franciscanos del templo de La Cruz encabezan el viaje de los peregrinos. Piden posada en dos viviendas de la calle. En ambas les niegan la posada, pero en la tercera, la casa de los Manríquez Becerra, como cada año, es la vivienda donde los peregrinos son recibidos.

Los 16 hermanos Manríquez Becerra son los que continúan la tradición comenzada por su padre. Mariana Manríquez Delgado, integrante de la amplia familia, explica que cada año organizan la posada familiar. “Mi abuelo, fue de los fundadores. De hecho, desde la procesión del Silencio, con unos tíos. La posada es una tradición de todos los años desde que tenemos uso de razón. El primo mayor, de más de 50 años, todos siempre acudimos a ayudar en la posada para todos los niños”.

Comenta que desde la mañana del día de la posada se preparan los aguinaldos, alrededor de 500 bolsitas, para que en la noche estén listas, para el momento en el que la gente que participa en la posada pueda tenerlos en sus manos.

Margarita Manríquez Becerra, una de las anfitrionas de la noche, recuerda que fue su padre quien inició la tradición de dar posada a los niños del barrio. Con casi 80 años de edad, apunta que antes acudían muchos niños a la posada, incluso más que en la actualidad. “Después, ya cuando falleció mi papá, todos los hermanos nos cooperamos para hacer la posada”.

Foto: Domingo Valdez

Margarita dice que fueron 20 hermanos, de los cuales sobreviven 16. Ellos son los que organizan la posada en Damián Carmona. Francisco, Antonio, Salvador, José, Ana, José Luis, María Elena, Teresa, Juana, Guadalupe, Mercedes, Ceferino, Arturo, Alfredo y ella, son algunos de los nombres de los hermanos Manríquez que cada año se organizan para organizar la posada. “Dios nos socorre. Al cabo es para los niños, no es para uno, y para la gente que viene”.

Todos los integrantes de la familia participan en la posada. Al interior de la casa de los Manríquez hay una mesa donde toda la familia cenará al concluir la posada. Ahí, los hermanos se sientan alrededor de la mesa, para disfrutar de la cena, pero hasta que termine la posada.

Afuera, un centenar de niños y adultos se forman para recibir sus aguinaldos después de pedir posada, mientras los frailes franciscanos siguen cantando villancicos tradicionales. La calle es de la gente, de la comunidad. La viven, la disfrutan. Los vecinos platican, conviven como lo han hecho desde hace más de 50 años. La fiesta se prolonga por unas horas más en la calle. La gente se divierte, rompe piñatas y disfruta de la fría noche queretana, conservando una tradición que se niega a morir, pese al desinterés de las nuevas generaciones y la ausencia de quienes la iniciaron.

Te recomendamos