Querétaro, Qro.

Marina Ghiringhelli se equilibra sobre la cinta tensada entre dos árboles en un parque de la colonia Álamos. Luego de meses de confinamiento por la pandemia de coronavirus, afirma que practicar slackline le permite reforzar su cuerpo y mente, tras el estrés provocado por la emergencia sanitaria por el virus SARSCoV-2.

Alan Oswaldo Cruz Suárez, instructor de parkour y slackline, observa las evoluciones de Marina en la cinta. El joven dice que es instructor desde hace tres años en el slackline y 10 en el parkour, aproximadamente.

La joven explica que estudia la carrera de Derecho, pero que le gusta esta actividad porque le permite hacer más llevadera la pandemia. Dice que comenzó la práctica de slackline en septiembre pasado.

“Me compré un slackline porque mi hermano hace parkour y conoce a Oswaldo. Mi hermano lo contactó y ahí empecé con las clases. Yo antes hacía ballet y siempre me gustó mucho el balance, el equilibrio.

“Cuando empecé a hacer slackline, lo hacía caminando sola y me gustó mucho. Después ya quería hacer más cosas, pero no se me ocurría qué hacer. No tengo la creatividad de este hombre [Alan] y por eso inicié con las clases”, recuerda.

Alan, en tanto, indica que la pandemia afecta las clases presenciales que impartía antes de la emergencia sanitaria. Ahora no todos se animan a trabajar de manera presencial. Quienes lo hacen deben hacerlo en grupos reducidos.

Comenta que por la misma naturaleza de la actividad se necesita cuidar de la persona, brindarle asesoría de cada movimiento y de los pasos que se deben de seguir para dominar ciertas secuencias.

“No tener a las personas cerca es mucho más complejo a la hora de hacerlo en línea. En parkour, por las competencias. En donde más me afectó fue en las competencias, los talleres, las funciones, los cursos, los viajes”, añade.

Las clases, como las maneja ahora, son grupos pequeños, menores a seis personas, para conservar la sana distancia y con las medidas sanitarias adecuadas, como el uso de cubrebocas.

Marina camina sobre la cinta, con seguridad. Se detiene en medio de la misma y brinca para caer nuevamente en ella. Logra mantener el equilibrio mientras esboza una sonrisa.

Alan explica que iniciar en ambas disciplinas se puede desde niños, a los tres, cuatro años, para que conozcan lo que puede hacer su cuerpo, como mantener el equilibrio y sostenerse en sus manos. Para el parkour, es recomendable a los seis años. No hay límites de edad, aunque se debe adaptar a lo que cada persona pueda hacer.

Marina explica que tras meses de encierro e inactividad física decidió practicar slackline para moverse.

“Cuando empezó la pandemia no hacía nada. Dejé de hacer ejercicio, estaba sentada, tirada en mi cuarto. Después me di cuenta que debía hacer ejercicio. Sentí como mi cuerpo dejó de tener esa condición. Pero a mí nunca me gustó hacer ejercicio por hacer ejercicio, como levantar pesas o hacer cosas repetitivas. Se me hace aburrido. Empecé con un tubo y una tabla y me balanceaba con la tabla, practicaba más el equilibrio en punta, porque hacía ballet. Después mi hermano empezó a hacer slack y me lo puso. Haces ejercicio, pero también te estás divirtiendo”, platica.

Estabilidad mental

La joven agrega que practicar el slackline en lugares abiertos, ahora que se puede hacer en un parque, es positivo, “te hace bien a la cabeza, para tu estabilidad mental, porque estar encerrados es terrible”. Además, agrega, encontrar el equilibrio es como meditar, porque se debe de tener mucha concentración, aprender a sentir el cuerpo mismo.

Alan destaca que el slackline genera tranquilidad y seguridad mental. Es muy difícil, en estos tiempos, encontrar una paz mental, “que tu cabeza deje de hacer ruido y se concentre en algo. Estas actividades son para eso, para la concentración. Tanto para el parkour como para el slack.

“Si tienes mucho ruido en la cabeza, la cuerda te tira. En el parkour, si tienes mucho ruido en la cabeza, vas a terminar dándote un espinillazo, un rodillazo, un esguince de tobillo. Es por lo mismo. Tú no estás concentrado en lo que estás haciendo”, enfatiza.

Precisa que como todas las actividades físicas conlleva cierto riesgo, pero tanto el parkour como el slackline tienen el beneficio de brindar paz mental, concentración, mejorar la coordinación motriz y generar buenas posturas, sin generar impactos fuertes en las extremidades, como otras disciplinas.

Marina precisa que “no te das cuenta que estás cansado hasta que te comienzan a temblar las piernas”. En el parkour, dice Alan, es más sencillo darse cuenta del cansancio, pero ayuda, de la misma manera, a que las personas puedan identificar las señales de su organismo, conocer el lenguaje del cuerpo. “La exploración en ambas actividades es amplia y las habilidades que adquieres son demasiadas”.

Marina y Alan puntualizan que no se deben estigmatizar las actividades que son relativamente nuevas, que no se piense que son malas o que les van a afectar en algo. El mundo crece y evoluciona, y se debe de permitir el florecimiento de las mismas, dicen entre ambos.

Google News

TEMAS RELACIONADOS