Contar los hilos es su técnica preferida, es la rama en la que ha perfeccionado su telar. El nombre de esta práctica, por sí misma, se define como una habilidad que requiere precisión.

Es la historia de Esther Martínez de la Cruz, originaria de la comunidad de Ajuchitlán, Colón, quien desde hace cinco años encontró su vocación en el telar y en particular en la confección de sarapes.

“Se llama cuenta de hilos porque es eso, el estar contando los hilos, porque si voy a hacer una figura tengo que dividir los hilos con los que cuento y que esos hilos sean la misma cantidad de hilos de un lado que del otro, consiste en eso. Y son trazos más rectos. Hay que contar los hilos para que la figura te dé la misma distancia, la misma medida”, explica Esther.

Desde hace cinco años comenzó su formación como artesana en las variantes de telar de pedal y también de lana.

Antes de ingresar a la Escuela de Telar, en Colón, —de donde ya es egresada—, Esther no tenía conocimiento de la técnica, tampoco visualizaba las posibilidades que encontraría en esta actividad, misma que ahora se ha convertido en su fuente de ingreso y en una labor familiar.

“Yo desconocía lo que era un telar, más que nada entré por curiosidad, pero al estar dentro de la escuela me fue interesando más las diferentes técnicas, el cómo se hacían.

“Cada vez que terminaba de elaborar un tapete, por ejemplo, para mí era satisfactorio ver que pude hacer ese tapete o aprender esa nueva técnica, me fue motivando a querer saber más sobre eso, crear más cosas”.

“Si no se enseña, arte del telar desaparecerá”
“Si no se enseña, arte del telar desaparecerá”

Aunque a Colón se le conoce como “La tierra de los sarapes”, la artesana reconoce que el interés por esta actividad se difumina y se mantiene solamente en las generaciones adultas, por lo que se evoca a conocer cada vez más de las diversas técnicas y fomentarlas.

“A veces da tristeza ver que esa tradición se va terminando porque son nuestras raíces y ver que los artesanos del municipio algunos ya son grandes y ver que si no se enseña, ese arte se puede terminar”, comenta.

En el fomento del telar es fundamental la escuela donde se formó Esther, pero —señala— también ha sido elemental la participación de José Vega Ibarra, “El Profe”, artesano que se ha especializado en el telar de lana desde que tenía 11 años y quien ha forjado ya cuatro generaciones de creadores.

Una práctica que ha sido rescatada principalmente por mujeres originarias de Colón, quienes han sido piezas claves en las últimas generaciones de la Escuela del Telar.

Lo que para Esther comenzó como una curiosidad, ahora es una motivación para su familia, donde no hay antecedentes de artesanos, pero que ha despertado interés en sus hijos, Javier y Estefanía (de 10 y 12 años), así como en su esposo.

Su hija comenzó hace dos años, se ha especializado en la técnica de amigurumi, formando muñequitos a base de lana y estambre; mientras que su hijo ha comenzado recientemente y en su historial ya cuenta con tapetes tejidos.

Antes de convertirse en artesana, Esther desconocía la labor de la que ahora es promotora, su interés por conocer el telar la ha llevado a descubrir cada vez más técnicas.

“Fue por la Escuela del Telar que yo entré en esto, porque yo lo desconocía totalmente, ni siquiera sabía qué era un telar. En mi familia no hay artesanos como tal. Y ahora mis hijos me ven y les va interesando aprender a tejer; mi esposo aprendió a tejer, al verme que yo iba a la escuela, él también aprendió a tejer.

“Si no se enseña, arte del telar desaparecerá”
“Si no se enseña, arte del telar desaparecerá”

“En el concurso del año pasado, él tejió ya un sarape y participó, incluso ganó una mención honorífica, para mí eso es satisfactorio, el saber que mi familia me apoya, que mi esposo y mis hijos son mis pequeños artesanos”, detalla.

Su primera pieza la nombró Pavo Real, se trata de un sarape que al poco tiempo de tejerlo fue comprado.

Mientras habla de su formación como artesana, Esther muestra y describe una de sus recientes creaciones: Arcoíris, un sarape que fue desarrollado con su técnica preferida, la cuenta de hilos.

Ahora, lo que comenzó como una curiosidad se ha convertido en una fuente de ingresos, un sustento que se frenó durante la pandemia por Covid-19, pues no había espacios para exhibir y comercializar su trabajo.

“El apoyar a mi casa para mí es algo bien padre, además los artesanos fuimos de los más afectados con la pandemia, la gente no salía, no había eventos y todo eso nos afectó”, añade.

Tras la apertura de actividades, sus piezas nuevamente son exhibidas en el Corredor Artesanal, en Colón, prendas que tardan entre una semana o incluso mes y medio para su elaboración, dependiendo de la técnica y de la complejidad del tejido.

Esther ha participado en las últimas tres ediciones del Concurso Nacional del Sarape, en su primera y segunda inmersión obtuvo mención honorífica; su tercera participación es en esta edición 2021, a la cual ha sido convocada, aún a la expectativa de conocer su galardón, pero satisfecha de su trabajo.

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