“Uno de los detalles más bonito para regalar es la sinceridad, claro, el detallito de la flor, pero la sinceridad es lo mejor”, afirma Esteban Ramírez, comerciante de flores desde hace más de 40 años en La Cañada, que como todos los años en estas fechas espera tener buenas ventas, aunque cada vez son menos quienes las regalan.

Las calles de La Cañada lucen con pocas personas. Los negocios permanecen abiertos, pero los clientes no son abundantes.

Unas cuantas personas y unos cuantos vehículos circulan por las calles de la cabecera municipal de El Marqués.

La esposa de Esteban vende un par de ramos a una mujer que pasa por la avenida. Da las gracias a la clienta y llama a su esposo.

Esteban señala que son los mayores de 30 años quienes más suelen comprar flores para regalar en esta época con motivo del Día del Amor y la Amistad.

“Los más jóvenes no suelen dar este tipo de detalles”, reconoce el vendedor de flores por más de 40 años.

Dentro del pequeño local la esposa de Esteban y sus hijas trabajan en diferentes tareas.

Dos de las hijas hacen un cartel anunciando la florería, mientras que otras dos acomodan los ramos de flores que esperan a los clientes desde el 14 de febrero.

Los comercios aledaños al de Esteban también se dedican a la florería. Es una tradición heredada, indica.

Las familias que viven en esta parte de la avenida Emiliano Zapata se han dedicado por varias generaciones a la venta de flores.

El comerciante explica que durante el periodo de confinamiento tuvieron que permanecer cerrados. Ya con la apertura gradual de los negocios, atienden a sus clientes, aunque con las medidas sanitarias adecuadas. Además que reciben a las personas en una mesa colocada en la calle. La clientela llega de manera graneada. Incluso, recurren a surtir pedidos vía telefónica, levantando los pedidos y se mandan a domicilio.

Apunta que aunque disminuyeron las ventas, la gente de La Cañada es muy devota, por lo que muchas personas le pedían ramitos de flores para ponerlas a las imágenes de sus santos. Aunque no se llevaron a cabo las fiestas religiosas en año pasado, la gente no dejó de adornar los altares en sus casas. “Es una cabecera municipal de atracciones religiosas”.

Es claro en su punto de vista: los negocios son también un riesgo, por lo que esperar un préstamo de la autoridad no va con él.

“Con la evolución de todas las novedades, de todos los productos nuevos, sí, disminuye la venta de flores. Ya nos vamos con los regalitos de los muñecos de peluche, con los chocolates, con otro tipo de cosas. También han bajado las ventas porque muchas familias van a comer, a disfrutar a otro tipo de lugares. Sí, hay merma en las ventas, más con esta pandemia hay mucha disminución”.

Comenta que las ventas este año, por el 14 de febrero, disminuyeron hasta 60%, en comparación con años anteriores. “Ya no hay amantes a la antigua, que suelen mandar flores”, dice Esteban, recordando la letra de una canción del cantante brasileño Roberto Carlos.

Destaca que “como están las cosas ahorita, los jóvenes no tienen tanto interés en regalar flores, porque conviven más con otro tipo de cosas, como la música, entonces a ellos una flor no les llama tanto la atención. Quizá sea porque no conocen el valor de una flor. En cambio, dan un chocolate y lo comparten.

Hay personas mayores que todavía tienen a sus padres, hermanas, que conviven con ellas. Les mandan flores a la abuelita, a la hermana más querida. Hay todavía personas de entre 30 y 50 años que mandan flores y son los que compran”, abunda.

Respecto al lugar donde compra sus flores, Esteban dice que son del Estado de México, de Toluca, Tenancingo, Santa Ana, además de que en El Organal, antes de llegar a San Juan del Río, ya comienzan a sembrar flores. Va al Estado de México dos o tres veces por semana para surtir su negocio.

Una mujer pasa frente al negocio de Esteban y le prodiga un saludo. El hombre responde. Es su vecina, quien atiende una tienda a unos metros de donde se ubica él. Es un día tranquilo, con poco movimiento, aunque ello también conlleva a pocas ventas.

Esteban pone manos a la obra. Comienza a elaborar un arreglo floral. Dice que muchas de las técnicas que usa son heredadas.

“Los floristas del centro somos antiguos. Aquí no hay aprendizaje. Lo básico se aprende, pero todo lo demás es de acuerdo al estado de ánimo como estemos. Si no fuera uno así no sería natural”, dice mientras su esposa la ayuda cortando algunos tallos de las flores que usa para el arreglo.

En menos de 10 minutos el maestro florista termina un arreglo. Actualmente, acota, con los nuevos materiales que son ya unas guías para hacer los arreglos, son más sencillos de elaborar, aunque se pierde la parte artesanal de su trabajo.

Una parte importante de ser florista, señala, es saber tratar a las flores, puesto que no deben de maltratarse, tanto al momento de transportar como al momento de hacer los arreglos.

“Esperemos que el amor verdadero, el amor de Cristo, no se acabe y se comunique a través de las flores, a través de la naturaleza, para ofrecerlas a nuestros semejantes”, puntualiza el vendedor, quien dice que él a su esposa también le obsequia flores, para no perder la tradición.

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