El canto es de luto en la Mesa Central de la Santa Cruz de los Milagros del capitán J. Dolores Aguilar Reséndiz. El duelo, los cantos frente a la cruz, son justamente por su último capitán, Jesús González Aguilar, quien perdió la vida en un accidente en diciembre del año pasado.

Los integrantes de la Mesa fundada hace 16 años cantan frente a la cruz que se dispone en la capilla adjunta al templo. Ahí cantan y recuerdan a su último capitán. Su familia rinde así un homenaje al conchero de toda la vida.

Mariana González Aguilar, sobrina de don Jesús, Melissa González Rodríguez y Jesús Iván González Rodríguez, hijos del capitán, son quienes en su ausencia física fungen como anfitriones de los grupos visitantes, de las conquistas, como se dice en la jerga de los grupos de concheros a las visitas recíprocas que se hacen en sus respectivas fiestas patronales.

Recuerdan a "Don Chy", dejo huella entre la comunidad conchera
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Mariana y Jesús Iván dicen que don Jesús participó toda su vida en las fiestas de la Santa Cruz, desde su niñez.

"Antes de que tuviéramos la Mesa de nosotros como familia, él estuvo en otros grupos, en otras mesas. La mayoría de nosotros salimos de la Mesa Central de Atilano Aguilar", explica Jesús Iván.

La Mesa llega poco después de las 13:00 horas al templo, su caminar es tranquilo. Este año acuden al templo antes, pasando el mediodía, para evitar aglomeraciones durante la tarde, cuando los diferentes grupos y mesas participan en la tradicional peregrinación por calzada Zaragoza (que al final sí se llevó a cabo, pese a las restricciones impuestas por la autoridad por la pandemia de Covid-19).

Pero ahora, en la intimidad del templo, con su fe por delante y el recuerdo de don Chuy, los concheros cantan, al final bailan frente a la cruz, en una demostración de fe que se prolonga por poco más de 20 minutos.

Jesús y Mariana explican que los cantos y las alabanzas se hicieron de esta manera, justamente para rendir un homenaje póstumo a su familiar.

Los instrumentos de cuerda suenan fuerte dentro de la capilla. Los sonidos de los caracoles en las vestimentas de los danzantes los acompañan.

Los tocados de plumas multicolores parecen seguir el ritmo de la música. Algunas personas “vestidas de civil”, acompañan los cánticos; forman parte de la Mesa, pero por alguna razón no participan con ella en forma, con sus vestimentas típicas. Lo hacen desde la fe, desde el alma al recordar a don Jesús.

Melissa sostiene una fotografía de su padre ataviado de danzante. Abraza el cuadro con la imagen de su progenitor, mientras escucha a su hermano y a su prima hablar de don Jesús.

Los tres llevan camisetas estampadas alusivas a la conmemoración de este año, con un moño negro de luto y el nombre del capitán caído.

“Es por el significado que tuvo él para todos nosotros, y no sólo para nosotros. La verdad es que mi tío fue una gran persona y dejó marca en muchas de las personas que nos acompañan, sino es que en todas las personas con las que nosotros tenemos conquistas con las que él tuvo alguna amistad”, dice Mariana.

Las conquistas, explica la mujer, para los danzantes es cuando se presentan ante el oratorio, ante el altar de alguna otra palabra o mesa. Un grupo va a rendirle homenaje a la imagen de otro grupo y el otro grupo hace lo propio.

Jesús Iván recuerda que para su padre esta fiesta era la más importante. Se preparaba cinco meses antes de llevarse a cabo, apartaba cosas, dinero… hasta antes de la pandemia, dice el joven, su padre buscaba salones para tenerlos listos para las fechas de las fiestas y hospedar a los grupos conquistados.

También se proveían de platos y vasos desechables, refrescos y alimentos, para poder darles de comer a 150 personas, o incluso 250 personas que solían acudir a pagar la visita.

“Gracias a Dios, no nos han dejado solos, siempre ha habido personas que nos apoyan, familiares que siempre nos apoyan, desde un kilo de frijol, un paquete de platos, de vasos, de cucharas. A lo mejor la mayor parte del gasto recae en los que somos parte de la Mesa, pero aún así siempre hay familia y amigos que no nos dejan solos”, asevera.

Mariana recuerda que el año pasado no se hizo la fiesta como tal. Este año hubo menos restricciones. El año pasado celebraron su festividad en casa y venerar a la Santa Cruz, aunque en 2020 no pudieron recibir a la misma cantidad de gente que en los años anteriores.Tampoco fueron tantos los días de fiesta; solamente fueron dos días, velación y danza.

“Fueron muchas restricciones [el año pasado]. Por lo regular nosotros buscamos un lugar cerca de La Cruz para hospedar a los visitantes. Nuestro oratorio se encuentra en Lomas de Casa Blanca”, precisa Mariana.

Los danzantes se despiden de La Santa Cruz. Salen de la capilla sin dar la espalda al símbolo venerado. Dan gracias por poder cumplir con su tradición. Piden por su capitán caído. Poco a poco abandonan el interior del recinto religioso, pero afuera siguen cantando y alabando.

Los integrantes de la Mesa se retiran a casa, tras la afirmación de “Él es Dios”. Cumplieron con su cita de todos los años, de toda la vida, de toda la fe. Enfilan sus pasos hacia la avenida Zaragoza. Mariana, Melissa y Jesús Iván se preparan para alcanzarlos, pero un hombre llega a saludarlos y a recordar al capitán Jesús.

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