“En Querétaro nacido. En el tradicional Barrio San Sebastián. Ramón a mí me llamarán. Moreno de mi padre el apellido. Vital de mi madre fue adquirido”, así inicia la décima que presenta a Ramón Moreno Vital.

Entre un cúmulo de recuerdos, el hombre de 90 años rememora que su nacimiento ocurrió en la emblemática Casa del Faldón, en la capital del estado, en un barrio donde hasta la fecha vive, pues actualmente es residente en el asilo San Sebastián.

“Siento gusto y alegría relatar el día de mi aparición: un 29 de julio. Eso sí, del año de 1931 nací. En la Casa del Faldón”, dice.

Hablar del ópalo y su autoría para escribir décimas son temas obligados en una charla con Ramón, ambos entretejen parte de sus recuerdos más preciados y que han enmarcado su vida. Pero no sólo eso, pues, señala, también es amante del huapango, el danzón y el mambo.

Al recordar la fecha en que terminó el sexto año de primaria, su último grado escolar, para el hombre es inevitable hacer alusión al tiempo que ha transcurrido.
“Cuando Dios dijo: hágase la luz yo ya debía dos meses. Fue en el año de 1941 o 1942, cuando terminé el sexto año en un colegio que está enfrente de la Casa del Faldón, pero tenía otro nombre, ahora ahí estudian para profesores”, narra.

Talleres de ópalos

Al hablar de los trabajos que desempeñó, evoca cuando su hermano mayor lo adentró en el mundo del ópalo, trabajando en talleres donde pulía esta piedra.
Refiere que solamente durante un año hizo una pausa en esta actividad, pues la cacería lo atrajo y lo emplearon en un taller de compostura de rifles; pero eso no duró mucho, pues Ramón, agrega,  estaba destinado a los ópalos.

“Un hermano mío, el mayor, él pulía los ópalos. Aquí en Querétaro había muchos talleres y me gustaba verlo como trabajaba y todo, me gustó eso y fue el  único trabajo que tuve en mi vida. Bueno dejé como un año, componiendo armas, me gustó la cacería, la pesca, había un taller de componer armas, de unos hermanos, me invitaron y fui como un año, pero regresé a los ópalos, yo ya estaba destinado a eso”, añade.

Ramón Moreno Vital, el poeta del barrio queretano de San Sebastián
Ramón Moreno Vital, el poeta del barrio queretano de San Sebastián

Pulir ópalos, dice, es un oficio muy bonito, implica dedicación, mucho cuidado y amplios conocimientos en la materia.

“Son muy bonitos, se dan en las minas, en la cantera. Donde hay sílice, cadenas de sílice que es puro vidrio, de ahí sale el ópalo. Muchos dicen que el ópalo al cabo de los años (...) Decían que unos estaban tiernos que les faltaban como 100 años o más para quedar buenos”, explica.

Durante 27 años laboró en una joyería, ubicada entre 15 de Mayo y Pasteur, en el Centro Histórico, donde se dedicaba a pulir estas piezas.
Refiere que al moldear un ópalo, la misma piedra va indicando su forma, ya sea en siluetas redondas u ovaladas.

“Este piquito [de una pieza], lo pulía ahí en el esmeril, luego le pasaba por acá. El ópalo lo pulíamos en óvalos, en forma redondeada, el mismo ópalo dice: hazme esto, quítame aquí. En el ópalo el conjunto de tres colores hace que se vea más fino, si es transparente, blanco, si lleva el color azul, el rojo con el color del vidrio, se ven colores”, asegura.

Ramón confiesa que sus piezas preferidas son los ópalos que llevan colores rojo y azul. Aunque en México hay ópalos sin igual, refiere, no suelen ser tan apreciados, como sí lo son los provenientes de Austria.

En tanto, él   toma sobre sus manos un celular, para hacer una búsqueda de ópalos, los cuales conoce a la perfección.

“Mire esta se dejó encanterada, porque si la queremos dejar limpia van a quedar unas piedritas chiquitas. El rojo y el azul son los que dan más vida [a los ópalos]. Aquí en México el ópalo no les interesa, les interesa más el de Australia que es como claro, blanco”, comenta.

Su historia con las décimas

Con la misma precisión con la que Ramón recuerda décimas de su autoría, también rememora  que ingresó al asilo el 03 de septiembre del 2019.

En la capilla del asilo, relata que su afición por estas composiciones data desde tiempo atrás, pero sin duda está  influenciada por la admiración que tiene hacia Guillermo Velázquez, quien —refiere— siempre tenía la mirada hacia arriba, recordando cada décima.

“Oía a Guillermo Velázquez, cuando venía a la Casa del Faldón, a las topadas; se les llama topadas porque habrá un encuentro, se van a topar uno contra otro”, menciona.
Con emoción, Ramón se traslada a aquellos momentos donde se presentaban personajes como Guillermo Velázquez y Lupe González.

“Yo quería acercarme a ver. Luego, luego, me llamó la atención (…) Yo le decía, don Guillermo me atreví a hacer estas letritas, a ver ¿cómo las ve? Y me decía: pero está mal aquí al principio y me decía que escribía en octosílabas”, precisa.

De esta manera recuerda aquellos cinco minutos en los que platicó con Guillermo Velázquez, cuando intercambiaron palabras, experiencias y recomendaciones.
Entre bromas, anécdotas, recuerdos, anhelos y una interminable lista de historias por contar, Ramón declama tanto su décima de presentación como aquella que enmarcará el último día de su vida.

“Mi décima dice: ya mi fin se está acercando. Tenga Dios misericordia. Ya no ande yo en discordia. Y a todo prójimo amado. Dios me vaya perdonando. Ten piedad de mi señor. Invádeme de tu amor. Jesús Cristo gran tesoro. En mi maldad yo te imploro. Ven a salvarnos señor”, expresa.

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