Amalia observa una imagen del arcángel Gabriel mientras explica que las ventas en su negocio de artículos religiosos se han visto afectadas, pese a que se podría pensar que ante la emergencia sanitaria, la religiosidad pudiera estar más presente entre la ciudadanía.

Relata que luego de abrir, cuando las autoridades decretaron que se podían reiniciar las actividades no esenciales, las ventas no han sido como antes de la emergencia sanitaria. Muchas personas entran al negocio, pero no compran o se llevan artículos muy económicos.

No puede faltar el tapete sanitizante y el gel antibacterial en la entrada del negocio de objetos religiosos. Una Biblia abierta en el mostrador también da la bienvenida. Las imágenes de santos, ángeles y advocaciones de la virgen María llenan los aparadores del negocio que Amalia atiende desde hace 17 años, aunque antes tenía otro giro.

La religiosidad es “una necesidad ante la situación que vivimos. Toda esta situación que vivimos no la creó Dios, la creó el hombre, y el único refugio que el hombre tiene es Dios”, señala.

Una mujer ingresa al local ubicado en Plaza de las Américas, donde el movimiento y la cantidad de personas es poco. Los locales comerciales ya están abiertos, pero los clientes no llegan.

“Desgraciadamente vivimos tiempos en donde no hay dinero… da mucha tristeza. Bendito sea Dios ya se abrió [la actividad económica], algunos han tomado consciencia, otros no. Hay días que tenemos ventas, otros no. Veo que no entra nadie y a mi me da mucha tristeza porque no hay gente”, apunta.

Ya tuvo que tomar medidas, pues prescindió de las dos empleadas que tenía, ya que no hay dinero para pagar sueldos y se vio, en la necesidad de quedarse sola al frente del negocio.

Afirma que el pueblo de México es muy luchador, fraterno, pero ante una situación como la que se presentó con la emergencia sanitaria, poco se podía hacer, desde el gobierno hasta la sociedad.

En estos momentos, advierte, la gente que tiene fe sí busca las imágenes, busca a Dios, porque estamos en tiempos difíciles. Ante una situación como esta, de pérdida de vidas humanas, no hay cómo reemplazarlos. “Hay pérdidas de trabajos”, subraya.

“La gente se tiene que refugiar en algo, pero busca lo más económico. Busca las imágenes de San Judas, de la Virgen. La gente se refugia mucho en la Virgen. Los mexicanos somos 100% guadalupanos, ahorita la Virgen de Guadalupe y la Virgen de Fátima. Ahorita también la Virgen de Todos los Pueblos, pero tiene que ser algo que esté al alcance de todos los bolsillos. Una imagen que no pase de 200, 300 pesos, porque no hay para más”, comenta.

Incluso, indica que las oraciones que vende las tiene que regalar porque hay gente que llega no buscando una imagen, sino unas palabras de consuelo porque perdieron a un familiar. Se tiene que ser empático, pero como no puede darles un abrazo, les da una oración, un rosario para que en la fe puedan encontrar la fortaleza que necesitan en estos momentos de pérdidas.

Detalla que su hija, quien vive en Chicago, Estados Unidos, ya enfermó de Covid-19, por suerte, ya se recuperó de esta enfermedad tan grave. Comenta que vivió unos momentos angustiantes, pues no podía mostrar debilidad ante su hija. Tenía que darle ánimos a su heredera para que pudiera salir de la enfermedad, pues hubo días en que no podía respirar.

Otra mujer entra al negocio acompañada de un niño. Observan por unos minutos los artículos de la tienda. Dice que regresa en unos minutos. Promesa que, efectivamente, cumple.

Narra que la oración es un apoyo en estos tiempos de crisis. Ella lo sabe, pues hace 16 años sufrió la pérdida de una de sus hijas y fue gracias a la oración que encontró un soporte emocional para el golpe que le dio la vida.

Fueron años terribles, dice. De ahí surgió la tienda de artículos religiosos, aunque no fue intencionado, algo la llevó a hacerlo. Recuerda que una ocasión fue a una exposición y se encontró con uno de los artesanos que hacen los arcángeles, quien en ese momento lo pasaba muy mal.

Compró una pieza para ella, pero el artesano le dijo que le llevara más. Así comenzó. Las piezas, expone, son nacionales, hechas en Coahuila, estado en donde viven los artesanos que las elaboran. Así fue el principio de su negocio de objetos religiosos.

Mientras charla la mujer enciende una veladora que coloca en un costado del mostrador.

Agrega que aún en la plaza comercial se resiente la ausencia de clientes, “esto no va a parar aquí”, asegura.

Otra mujer entra al local. La encargada la recibe con un “buena tarde”. La clienta, al menos potencial, observa las imágenes. Pregunta por un par de piezas y se retira. Es el común denominador de los nuevos tiempos. Pese a ello, Amalia ríe. Trata de poner buena cara a los malos tiempos. Da un par de consejos: orar, dar gracias por lo que se tiene, amar a la familia, y tener una Biblia en casa, leerla con regularidad.

La mujer espera nuevos clientes. Espera que pronto se recuperen de los meses de vacas flacas, pero pregunta: ¿Usted sabe cuándo va a acabar la pandemia?

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