El Marqués, Qro.-

“Lo poquito que vamos sacando es para ir pagando las cuentas, las deudas. Mucha gente se endeudó y ahorita para comprar cosas básicas se ocupa el dinero, para comprar otras cosas no hay”, dice Martha Segundo, vendedora de flores originaria del Estado de México, que ve cómo a pesar de la reactivación económica, las ventas de su producto no mejoran.

Martha limpia las rosas que vende; las coloca bajo la lona que está en la batea de la camioneta. Las flores lucen acomodadas por colores. Una jerga húmeda las cubre para evitar que el calor queretano las seque y pierdan su encanto.

La mujer trabaja en silencio. No tiene música que llame la atención de los clientes, sólo una gran manta que anuncia la venta de rosas. A lo lejos se escucha una canción; ésta viene de los locales comerciales que están del otro lado de la avenida en donde se ubica Martha, quien no parece poner atención a todo lo que pasa alrededor de su camioneta.

Un hombre detiene su automóvil en la acera de enfrente de donde está Martha, en el fraccionamiento La Pradera, en el municipio de El Marqués.

Desde hace ocho años Martha se dedica a la venta de flores, debido a que en su pueblo, en el municipio de Atlacomulco, hay muchos invernaderos, aunque la flor la compra en Toluca.

Dice que las ventas de su producto siguen flojas, apenas logra vender lo básico para sacar los costos. Sus ventas de flor han descendido más del 70%, de lo poco que vende debe de pagar la gasolina, más los gastos de comida, “ya no sale”, dice.

Cada tercer día va a comprar la flor, tratando de vender lo más que pueda para volver a invertir. Ir a comprar el producto le lleva todo el día a su esposo. La venta inicia a las 10 de la mañana y termina a las siete de la tarde.

En La Pradera tiene buenas ventas, pues ya hay clientes que la conocen, pero, pone como ejemplo, si un cliente compraba antes tres o cuatro docenas de rosas, ahora se lleva una, o si antes llevaban una docena, ahora sólo se llevan media docena.

Martha continúa limpiando flores. Espera que las ventas del día sean mejores. Una joven que se acerca a preguntar compra media docena de rosas. “Son para mi mamá”, dice la joven de no más de 30 años. Martha logra una venta más.

El calor es agobiante, a pesar de que el cielo está medio nublado. Parece que eso no afecta mucho a Martha, quien continúa arreglando sus flores.

Dice que esta situación, la de la pandemia por Covid y, en consecuencia su venta de flor, continuará de el resto del año, pues no ve condiciones para que las cosas mejoren durante los próximos meses.

Mucha gente se quedó sin empleo y quienes lo tienen usan esos recursos para los artículos básicos. “Aunque al paso que vamos creo que no saldremos nunca”, señala la vendedora de flores.

Muchas de las personas con quien platica pasan por la misma situación que ella. Es el caso de su compañero comerciante, que ofrece productos originarios de Oaxaca, también ha visto disminuir sus ingresos considerablemente. “A todos nos va igual”, señala.

Comenta que cuando comenzó la cuarentena tuvieron que descansar, sin ningún apoyo. Añade que a pesar de estar dentro de una organización de comerciantes y ésta le prometió una ayuda, no han recibido nada aún.

En una cubeta Martha tiene otro tipo de flores. Dice que ha tenido que comprar menos de este producto también por las bajas ventas que se registran. Espera venderlas pronto, pues son muy similares a los alimentos: que se tienen que vender pronto, pues se secan con facilidad.

La comerciante mexiquense explica que del negocio de las flores dependen sus cuatro hijos, su esposo y ella. Su marido trabaja también en la venta de rosas.

Sus hijos son menores de edad: el mayor, de 15 años; el menor, de cuatro. Los cuatro niños se quedan en casa.

Además de los problemas económicos, su familia enfrenta que en su comunidad no hay internet, y las clases a distancia se vuelven complicadas para los hijos de Martha que ya van a la escuela.

“Ahorita que se va a continuar a distancia va a estar complicado. De repente nosotros estamos afuera del pueblo. Por ejemplo, vamos mi esposo y yo a comprar flor, pero en la escuela suben las tareas, pero si no hay señal en el pueblo, no podemos bajar las tareas”, detalla.

Precisa que cuando se decretó el aislamiento social por la pandemia se fueron poco más de un mes a su pueblo, de nombre Santiago, y sin señal de telefonía no sabía qué tareas había para sus hijos, perdiendo el control de la escuela. “Hasta que uno sale hay señal, pero no está en nuestras manos arreglar eso”, lamenta.

Otro automovilista se detiene metros adelante de donde está Martha. El hombre le da las “buenas tardes” y le pide dos docenas de rosas. Martha comienza a hacer los ramos. Mezcla los colores de las flores, toma una bolsa de plástico cristal, a la cual corta la parte de abajo para dejar libres los tallos. Amarra un listón y repite la operación con la otra docena. Todo el proceso no dura más de cinco minutos.

Al terminar, Martha extiende los dos ramos de rosas al cliente, quien los observa y sonríe ante el resultado. Con voz amable y baja tras el cubrebocas que lleva puesto, da las gracias al tiempo que paga el producto. La vendedora guarda el dinero y vuelve a su rutina de limpiar los tallos de las rosas, esperando al próximo cliente.

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