El tranvía turístico se detiene frente al Cerro de las Campanas, pero ninguno de los paseantes baja de la unidad. Dolores Estrada, comerciante de artesanías en este histórico sitio los observa. “Dicen que no pueden bajar, que por protocolo”.

La mujer afirma que la prohibición de descender para los turistas la afecta, pues ellos son quienes más consumen sus productos.

Ya abierto al público, el Cerro de las Campanas y su museo lucen solitarios. Los visitantes se cuentan con los dedos de una mano. En el Museo de Sitio apenas dos visitantes ingresan a ver las exposiciones que narran la historia de la ciudad de Querétaro. Prohibir a los turistas descender en los recorridos también afecta al recinto.

El tranvía se marcha sin que ninguno de los visitantes descienda del transporte. El lugar vuelve a quedar en silencio. Sólo algunas parvadas de pericos hacen ruido en las copas de los árboles.

Dolores es la única vendedora de artesanías que permanece en las inmediaciones del Cerro de las Campanas. Los demás no regresaron después de 10 meses de que cerró el lugar. La mujer de edad media, ha resistido, aunque no ha sido fácil.

“Nos afecta que la gente no baje de los tranvías”
“Nos afecta que la gente no baje de los tranvías”

Junto al puesto de Dolores, quien tiene tres años vendiendo afuera del sitio, pero toda una vida dedicada al comercio, se instala un puesto de dulces y golosinas. Hasta hace un año había muchos comercios alrededor; ahora esto terminó.

Sólo tiene una palabra para describir el último año: Fatal. “No hay palabras. Ha sido feo. Tengo un mes aproximadamente que abrí después de 10 meses cerrado. No fue tanto el aviso para nosotros. Cerraron el parque y en consecuencia nosotros no teníamos ventas, no había gente”, comenta.

Durante estos 10 meses Dolores pidió un préstamo para comprar juguetes e irlos a vender a los tianguis, en los que le permitían vender, pues no en todos los lugares se podía instalar.

Comenta que se enteró que el Cerro de las Campanas ya estaba abriendo porque acudía a limpiar su puesto, notando que paulatinamente regresaba la actividad. Hace un mes decidió que era hora de abrir en su horario normal, de las 9 de la mañana a las 5 de la tarde. Las ventas son bajas, pero vende algo.

Precisa que los visitantes han regresado, pero en menor número, calcula un 20%, de los que acudían al sitio hace más de un año, antes de la emergencia sanitaria.

“El hecho de que la gente no baje de los tranvías nos parte a nosotros, porque con ellos es con quien precisamente vendemos. Si ellos no se bajan nosotros vendemos poco, por la poca gente que llega a venir de manera particular. Así es como se vende algo, pero está muy flojo. Mientras no los bajen [a los turistas] no se puede”, subraya.

Al Cerro de las Campanas ingresa una familia. Sus integrantes suben con calma las escaleras que llevan a la capilla. Mientras la familia sube, una pareja de novios desciende. Usan el lugar para tomarse las fotos de su boda. Van sólo los novios y una fotógrafa.

Dentro del lugar no hay más de 10 personas

En el monumento a Benito Juárez y en el Museo de Sitio, la situación no es distinta. En la explanada, frente a la estatua del Benemérito de las Américas no hay nadie.

En el Museo de Sitio no hay visitantes. Nadie sube hasta la parte más alta del cerro, donde se ubica. Solamente los corredores se aventuran hasta esas alturas.

En la puerta del museo se cuenta con las medidas sanitarias, pero apenas dos visitantes que se aventuran hasta esta parte ingresan a ver las exposiciones permanentes que narran la historia de Querétaro, desde sus orígenes prehispánicos hasta la época reciente, pasando por La Colonia y la Reforma.

En la calle, un automóvil negro se detiene frente al parque. Desciende una mujer, quien se coloca el cubrebocas antes de acercarse al puesto que está a un lado del de Dolores. La mujer recién llegada compra dos botellas de agua y se retira.

En tanto, Dolores recuerda que antes de la pandemia había muchos comerciantes de artesanías en el Cerro de las Campanas, al menos 20 (tanto afuera del parque como al interior). Dice que perdió el contacto con ellos, aunque a algunos los ha visto caminando por el primer cuadro de la ciudad.

“Nos afecta que la gente no baje de los tranvías”
“Nos afecta que la gente no baje de los tranvías”

La proximidad de las vacaciones de Semana Santa alientan un poco a la mujer, que espera que las ventas mejoren.

“Debemos de tener fe. Ojalá mejoren un poquito, pero estaba escuchando que creo van a cerrar también por Semana Santa. Si cierran [el parque] va a ser fatal para todos. En mi caso personal, será feo, porque es precisamente Semana Santa cuando nosotros podemos vender algo de nuestra mercancía.

“Ahorita, por ejemplo, no he surtido. Todo lo que tengo es lo que compré hace un año. No he surtido nada. No creo que aumente, pero a lo mejor hay algo de movimiento”, precisa.

La comerciante recuerda que una ocasión un turista decidió romper el protocolo y bajó de un tranvía. Los guías le dijeron que no podía hacerlo, pero el hombre insistió y reclamó porqué no podía, que si no iba a descender hubiera hecho el recorrido en un taxi.

El visitante fue dejado en el lugar por el tranvía que continuó su camino. Sin embargo, ese acto de “rebeldía” redituó en una buena venta para Dolores, pues el hombre llevó muchos souvenirs de su visita a Querétaro, además de una buena anécdota.

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