Antes de la pandemia, Lulina, una miscelánea ubicada en el corazón del Centro Histórico de Querétaro, dependía de la de la venta de almuerzos para niños de las escuelas circundantes; la crisis sanitaria por Covid-19 y el paulatino regreso a clases trajeron una caída de más de 80% en sus ingresos.

El alto costo de los servicios, el alza en el precio de la luz y el impacto de la inflación ponen en riesgo la subsistencia de este comercio, relata la propietaria, María de Lourdes Olvera, quien refiere que si en septiembre, con el próximo regreso a clases, las cosas no mejoran, el negocio podría cerrar definitivamente.

En el número 22 de la calle Ignacio Allende Sur, en el Centro Histórico de la capital de Querétaro, se encuentra este negocio; desde ahí María de Lourdes comparte lo complejo que ha sido mantener a flote su negocio ante el coronavirus.

“Antes de la pandemia fue muy claro que estaba la economía de otra manera, principalmente mi negocio lo dediqué a los lonchitos para niños, porque tengo kínder y tengo primarias por aquí, antes de la pandemia todo estaba de una forma que sí fluía, una vez que llegó la pandemia a mí sí me llegó a tocar cerrar”, recuerda.

“Ni con el regreso a oficinas y escuelas me he recuperado”; miscelánea sigue padeciendo la crisis del Covid en Querétaro
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Ante la contingencia sanitaria, y con la división de actividades esenciales y no esenciales, Lulina tuvo que cerrar sus puertas por al menos cuatro meses, después de ese lapso ya nada fue igual.

“Entonces tuve cerrado cuatro meses en los que no entró nada de dinero y así nos fuimos con todo el tiempo de la pandemia hasta que llegó un momento en el que tuve que abrir, no con el permiso bien dado, pero tuve que abrir, igual que muchos de los que vivimos aquí en el centro.

“En cuestión económica sí me afectó mucho y empecé a vender lo básico, ahí nunca he recuperado lo que antes se vendía, hasta la fecha no lo he recuperado”, destaca.

Hace dos años, refiere, incluso lograba ventas diarias por mil pesos en almuerzos para estudiantes de educación básica, ahora, sus ventas diarias llegan a máximo 170 pesos.

“Por ejemplo, hace dos años llegaba a vender hasta mil pesos diarios de puros lonchitos para niños, entonces lo veía como buen negocio, ya llegó lo de la pandemia y actualmente que regresaron los niños, lo que más saco son 170 pesos, entonces hablamos de una diametral diferencia de costos respecto a lo que se ganaba antes”.

La caída en sus ingresos ha hecho insostenible el negocio; pese a que algunas escuelas han regresado a la actividad, el flujo de estudiantes sigue por debajo de los niveles prepandemia, una fenómeno que se traduce en las escasas ventas que se reportan en Lulina.

“Ahora, todos los productos han subido, entonces cada vez el dinero nos rinde menos y como te digo: actualmente saco 170 pesos, entonces mi negocio se vio muy afectado y a la fecha sigue muy afectado.

“Se ha ido recuperando [la venta] porque regresaron personas de oficinas, están los del SAT, los de gobierno, pero ni siquiera se vende lo de antes, me afectó mucho y todavía sigo afectada”, remarca.

El pago de la luz es uno de los costos que más impactan en el establecimiento, pues éste ha incrementado bimestre con bimestre. María del Lourdes refiere que debido a que no paga renta - pues su negocio se encuentra en su domicilio-, es que ha podido sortear la crisis, pues de pagar este monto, señala, el negocio ya no estaría abierto.

Actualmente tiene dos refrigeradores conectados para la venta de bebidas embotelladas, sin embargo, hasta hace poco tiempo había optado por desconcertar uno de ellos, pues el costo por tenerlo abierto era mayor que el ingreso que generaba al tenerlo activo.

“Lo que más me afecta es el costo de la luz, porque ha sido un incremento continuo y ahorita sólo tengo dos refrigeradores, nada más tenía uno porque el de Bonafont estaba parado, porque el refrigerador no alcanzaba solito a pagar su luz, entonces no era conveniente, ahora ya lo dejo prendido porque ya me da para pagar la luz, pero es lo mismo, los costos van muy muy arriba y el negocio no está dando mucho”.

Hasta ahora, Lulina ha podido seguir abriendo, a costa de sacrificar el ingreso que María de Lourdes recibe por concepto de renta, de lo contrario, no podría seguir operando.

La esperanza de que las cosas mejoren es lo que mantiene activo el negocio de Lourdes, confiando en que con el próximo ciclo escolar, la afluencia en las escuelas circundantes sea mayor y entonces mejoren sus ventas.

“Me ayudo porque tengo renta, pero mi negocio solo, solito, no se mantendría, tengo que tomar mano de lo que rento, (…) puedes decir ‘¿por qué le echas dinero bueno al malo?’, porque tengo la esperanza de que poco a poco vaya mejorando y espero que el próximo periodo de clases ya se vaya normalizando más, si no, tengo pensado ya cerrar”, sentencia.

María de Lourdes espera que en septiembre las cosas mejoren y aumente la asistencia a las escuelas, pues de momento, es la única alternativa que podría hacer sostenible que Lulina continúe como un negocio activo.

“En septiembre primero Dios, de este 2022, si no veo que en agosto entran más niños, porque incluso hay menos niños en las escuelas que nos rodean y eso también es a causa de la pandemia, todavía muchos papás no quieren traerlos por lo mismo de que se enfermen y porque los papás también se quedaron sin trabajo, bajó su economía y no tuvieron para regresarlos a clases, eso te lo digo porque vas sondeando a la gente y así está la situación”.

Mientras tanto, María de Lourdes Olvera espera a sus clientes en el número 22 de la calle Ignacio Allende Sur, en el centro de la ciudad.

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