La idea de regresar a la nueva normalidad no le gusta a “Rocío”, madre de dos hijos, con quienes en el último año ha convivido todos los días, viéndolos en clases virtuales, enseñándoles a cocinar y llevando una dinámica familiar que antes, por el trajín de la vida cotidiana, no podía disfrutar. “Te das cuenta que todo es prescindible, menos la gente que quieres”.

Con las condiciones sanitarias estables, con menos contagios del virus SARS-CoV-2, y con el inminente regreso a clases, “Rocío” señala que el último año, al interior de su familia y para ella, ha sido “hermoso”.

“Estás en tu casa. Yo vivo con un miedo terrible. La inseguridad es espantosa. Veo en las noticias que se perdió una mujer, que otra desapareció del mercado, que fue a comprar tortillas. Yo sufro mucho por mis hijos”, platica.

“Saber que estamos encerrados y que nadie me los va a robar. Naturalmente, me duele la gente que ha perdido sus negocios o que ha muerto. A modo personal me duele la gente que abrió negocios y que quebraron, pero en mi persona, saber que tengo a mis hijos guardados, que están en la casa, que nadie los va a molestar en las escuela, que nadie les hará bullying, me gusta. Estamos en un círculo de seguridad divino”, sostiene la mujer de mediana edad, madre de dos hijos; un chico de 16 y una chica de 11 años.

Apunta que estando en casa se aburre quien se quiere aburrir, pues adentro se pueden hacer actividades, como leer, aprender a cocinar, tejer, o alguna otra manualidad o actividad que puede considerarse como una habilidad para la vida en el futuro, destaca.

“Mi hija lleva toneladas de libros, yo llevo toneladas de series. He tejido cobijas, suéteres, chambritas para todas mis primas embarazadas, que son bebés Covid, que no tenían nada qué hacer más que reproducirse y nacieron las criaturas”, abunda.

Dice que en su caso limpió toda la casa, le dedicó más tiempo al jardín, dedicando más tiempo a estar en familia, a actividades que se habían postergado y a cultivarse.

Señala que sus hijos también han disfrutado el último año y medio, con actividades en casa, esporádicas salidas a la calle o a clases presenciales una o dos veces a la semana.

A sus hijos, dice, “les encanta estar así. Son flojos igual a su mamá. A muchos nos encanta el encierro, ¿a qué sales?, ¿a gastar? La calle significa gastar, aunque sea tres pesos. Nunca sales limpio. Es muy bonito estar guardado; ves televisión, lees, tejes, pintas. No me bañaba, no me peinaba, no me arreglaba, no tienes compromisos, es precioso”, señala.

Indica que la gente está con quiere estar, que se extraña a quien se quiere de verdad y siempre se encuentran las formas de estar o procurar a esas personas amadas. Tampoco se está en una prisión.

“Rocío” recuerda que tenía una vida social “agitada”. Salía mucho con sus amigas, visitando restaurantes y bares, o desayunar. En el último año y medio las reuniones, cuando las hicieron, fueron en la casa de alguna de ellas, cooperando con las cosas que se consumirían, ya fuera un desayuno, cena o una reunión informal. “Hasta es más barato todo”, dice.

Agrega que la dinámica familiar ha sido armoniosa; no hay pleitos entre los integrantes de la familia. “Bendito sea Dios, a mi esposo nunca le faltó trabajo y él nunca cerró, aun cuando su actividad no era esencial, nunca cerró, salía a trabajar, y todos nos quedábamos empijamados. Me hablaba para saber que pasaba a comprar la comida. En tres minutos tendíamos camas, en tres minutos nos metíamos a bañar; hasta nos hacíamos cómplices de travesuras. ¿Por qué te vas a pelear? Estás con la gente que quieres”, destaca.

Da gracias que no está en un círculo familiar de conflicto, aunque ocasionalmente se presentan diferencias, que se sortean en el día a día y no suelen ser tan graves, o en el caso de las clases de los niños, que hay que vigilar que entreguen las evidencias de sus tareas.

Comenta que sus hijos también se encuentran bien y piensan de la misma manera.

Su hijo, dice, tiene lo que llaman “ansiedad social”, no quiere convivir con la gente, aunque sabe que tarde o temprano tendrán que volver a las actividades sociales presenciales.

Su hija dice que sí quiere volver, que quiere ver a sus amigas, aunque hasta el momento se siente a gusto con lo vivido.

“Rocío” dice que a la nueva normalidad le cambiaría -o quisiera que no volviera- el estrés de las prisas, las carreras cotidianas de ir de un lado a otro.

“Me gustaría seguir con un estilo de vida de tranquilidad. Tenemos vida. Los niños no tienen muchas tareas, como adulto te dedicas a lo que te gusta. Enseñé a mis hijos a cocinar, y eso fue muy bueno, eso sucedió porque no está metida en la escuela muchas horas.

“Quisiera volver, pero con la misma tranquilidad que siento hoy. De no una vida correteada, de una vida de mil pendientes, de mil cosas. Me encantaría seguir en esta tranquilidad, de que no tengo horarios. Es hermoso, eso me encantó”, precisa.

Puntualiza que hay cosas que no extraña, que se dio cuenta que podía vivir sin ellas. En su caso, el cine, una afición que tenía mucho en la antigua normalidad, y que ahora ve como algo prescindible. De igual forma, bares y restaurantes, que tienen su encanto, “pero si no vuelvo a poner un pie en uno me da igual, porque descubres que lo puedes hacer en casa y es ideal”.

Google News

TEMAS RELACIONADOS