Fue hace 58 años cuando recorrió, por primera vez, la Procesión del Silencio en Querétaro, con apenas 35 fieles quienes caminaron alrededor del Templo de la Cruz.

Hoy, a casi seis décadas de aquel día, miles de personas recorren las principales calles del Centro Histórico de Querétaro, cargando una cruz de madera, como horas antes lo hizo Jesucristo antes de ser crucificado.

Y es justamente este uno de los motivos que originaron esta procesión, como una forma de los fieles católicos de acompañar, como acto de fe, la memoria de Jesús, además de demostrar un acto de solidaridad y acompañamiento al dolor que Jesús vivió tras entregar su vida por ellos.

El origen de esta antigua tradición católica se remonta a los monjes franciscanos, en el siglo XIII, durante su peregrinar hacia la Ciudad Santa en Jerusalén. A México, algunos señalan, llegó tras la conquista de los españoles, con los padres carmelitas en el año 1585, siendo Querétaro, San Luis Potosí, San Miguel de Allende y Taxco, algunas de las ciudades donde más arraigada se encuentra la tradición.

En este año, la Diócesis de Querétaro señaló que no se sabe a ciencia cierta cuántos fieles participarán, ya que año con año esta cifra varía, sin embargo, en 2023 fueron más de mil 200 personas las que se sumaron al recorrido, por lo que este año se espera una participación similar.

Aunque la mayoría de los participantes han hecho los retiros espirituales que organiza el Templo y Convento de la Santa Cruz previo a esta celebración, algunos se suman de último minuto, pues además, señaló Martín Lara Becerril, vicario general de la Diócesis, la participación es anónima, pues no hay una selección previa de las cruces que se ponen a disposición de los participantes, quienes eligen ésta minutos antes de iniciar la procesión.

La procesión de este año fue programada para iniciar a las 6 de la tarde y, desde horas antes, miles de queretanos se han dado cita alrededor del Templo de la Cruz y sobre las principales calles del Centro Histórico donde se realizará el recorrido, para esperar el paso de la Procesión del Silencio.

Mientras los últimos rayos del sol pegan sobre el Templo, aparecen los primeros grupos de fieles que conforman este peregrinar, son niños con vestimenta de colores, símbolo del amor que Jesús tenía a los pequeños, quienes cargan el manto con el rostro de Jesús, la cruz que fue colocada en su cabeza durante la crucifixión.

Ante un apabullante silencio que rodea los primeros pasos de la procesión, avanzan autoridades eclesiásticas, después aparece la Virgen del Pueblito, acompañada de su corte, todos vestidos de negro como muestra de luto.

Como tercer contingente avanzaron los niños del catecismo, vestidos con túnicas y capirotes blancos, acompañados del tradicional redoble de tambores que caracteriza a la Procesión del Silencio.

Los primeros grupos de fieles con capirotes y túnicas moradas aparecen, el color de esta vestimenta representa la tristeza, el dolor y los actos de piedad ante Jesús, así como el arrepentimiento por sus actos.

Las cruces que cargan, van desde los 25 hasta más de 50 kilogramos de peso, todos con pies descalzos y cadenas amarradas a los tobillos, en señal de penitencia. Posteriormente aparecen aquellos que portaban túnica roja en representación de la sangre de Cristo, aquellos en túnica negra muestran el luto por la muerte de Jesús y los de verde olivo la esperanza en la resurrección.

El silencio de los presentes reina sobre este peregrinar y, mientras avanza la procesión, sólo se escucha el golpeteo de las cadenas sobre los adoquines que caracterizan las calles de Querétaro, donde miles de personas se han apostado en las banquetas y cualquier espacio disponible para presenciarla.

Una vez que concluyeron las representaciones del Viernes Santo, la Diócesis de Querétaro hizo un llamado a los fieles católicos que participaron a acompañar el duelo de la muerte del hijo de Dios, a guardarse y reflexionar hasta el domingo de resurrección.

“Una vez que termina esta celebración del Viernes Santo, la iglesia se envuelve en el silencio y a partir de ese momento, la iglesia permanece en silencio frente al sepulcro a esperar el momento de la resurrección. El sábado es un día dentro del silencio en la iglesia, ni un acto litúrgico dentro de la iglesia”, expresó el vocero de la Diócesis, Martín Lara Becerril.

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