Es un día especial para las madres. Es su día, aunque las filas afuera de los restaurantes, las tiendas llenas y los ramos de rosas por todos lados están ausentes este año.

En 2020 el festejo fue en confinamiento total. Este 2021 las cosas son algo diferentes, pero la mayoría de las familias optan por festejos en casa, en la intimidad, pues el temor al Covid-19 aún se respira.

Por primera vez en más de un año, pueden celebrar el 10 de mayo con cierta normalidad aunque a su modo, como Mayra Morales, quien atiende una zapatería en el andador Libertad, en compañía de su bebé.

O Martina, mujer indígena que acompañada de sus dos pequeños hijos, quien pide caridad a las personas que pasan de camino a los restaurantes del primer cuadro capitalino para celebrar a sus progenitoras, aunque en muchos locales las mesas permanecen vacías, en parte por las medidas sanitarias que restringen el cupo, y en parte porque muchos queretanos prefieren los festejos en casa.

El movimiento después del mediodía aumenta en las calles, aunque no como en los tiempos de antes de la pandemia, cuando las personas podían salir con libertad a pasear, sin temer a ningún virus.

"Está muy tranquilo. Comparado con otros años hay muy poca [clientela]", dice el empleado de unos de los restaurantes del andador 16 de Septiembre. Agrega que al menos hay movimiento. El otro año estuvieron cerrados en esta fecha, en pleno brote de la pandemia.

Dice que tienen que operar con cupo limitado. Pero algo es mejor que nada.

Algunos queretanos acuden al templo de La Congregación, aunque son los menos. La gran mayoría camina en familia por las calles, visitan tiendas, principalmente ropa para dama.

La diversidad de las familias se puede ver en las calles. En algunos casos son mujeres con un par de niños. Otras, una mujer con un niño. En otros casos, las familias llamadas tradicionales; todas caminan mientras eligen a qué restaurante acudir.

El empleado de un restaurante del andador 16 de Septiembre dice que la clientela es escasa. Además de las restricciones al cupo por la emergencia sanitaria por el Covid-19, señala, se suma que poca gente (comparado con otros años) sale a festejar a mamá en los restaurantes del primer cuadro capitalino.

“La gente aún tiene miedo de salir”, remata, antes de ofrecer a dos mujeres la carta del restaurante donde trabaja.

No todos piensan en el festejo. Martina, mujer indígena, está sentada en una banqueta, casi enfrente del templo de La Congregación. Estira su delgada mano a los peatones que caminan por la acera. Casi nadie repara en su presencia y de sus dos hijos que están con ella.

La mujer acepta con gusto las galletas y un jugo que una persona le ofrece para ella y sus menores. La mujer ofrece una sonrisa tímida y un “gracias”, mientras coloca galletas y jugo a un lado de sus pies descalzos.

Cerca, pasando Plaza de Armas, que permanece cerrada por las medidas sanitarias, aunque los jardines Zenea y Guerrero ya están abiertos, en los restaurantes, el panorama es otro.

En los restaurantes los comensales celebran el 10 de mayo. En algunos las mesas reciben a tres o cuatro personas, dejando espacios de mesas libres, por las restricciones. En otras, los espacios son más cerrados. Mientras, en algunos más, todas las mesas están desocupadas.

En el andador Libertad no están presentes los tradicionales vendedores, sólo los locales establecidos abren sus puertas en espera de los clientes, que el lunes parecen ausentes.

Mayra Morales echa un vistazo a su teléfono celular, mientras su pequeño hijo está en una carriola en la puerta de la zapatería. El olor a cuero de las sandalias y huaraches que vende impregna el interior del local.

Mayra dice que se esperaban más clientes el 10 de mayo, pero no fue así. “Creo que las festejaron ayer”, dice mientras sonríe y observa a su hijo en la carriola. Indica que ha sido un año complicado, pues aunque sólo estuvieron cerrados tres meses, fueron al menos ocho los meses que no tuvieron buenas ventas. “Nos permitían abrir, pero a la gente le decían que se quedara en casa, y pues no había gente en la calle. No había clientes”, abunda.

Luego de un rato, dos mujeres; una adulta mayor y otra de mediana edad, entran a la zapatería y ven las sandalias. Todo hace pensar a Mayra que puede ser una venta.

La fecha, entre mercantil y emocional, propicia el movimiento del circulante y quienes se dedican al comercio, formal o informal, lo aprovechan.

En un costado de una tienda de telas ubicada en la esquina de Juárez y Madero, Marcos vende rosas junto con un menor, su hermano. Ambos disfrutan de un helado en su break para tratar de apaciguar el calor que se siente en la capital queretana cerca de las dos de la tarde.

Hasta esa hora, dice, se han vendido seis docenas de rosas, a 120 pesos cada una. Con resignación, señala que por lo menos su jornada del 10 de mayo terminaría a las ocho de la noche. Al menos hay gente en la calle, no como en la antigua normalidad, pero la sociedad trata de recobrar sus vidas, sus hábitos, sus fiestas, aunque el miedo a la pandemia siga presente.

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