Desde hace 43 años Rafael Bernabé Chávez es alfarero. Tenía 18 años cuando comenzó a labrar piezas a base de barro, técnica que ahora es su principal fuente de ingresos. Se trata de una actividad con alta prevalencia en comunidades de Amealco de Bonfil, municipio ubicado al sur del estado.

El Rincón de San Ildefonso es la comunidad amealcense que vio crecer a Rafael, de donde es originario y donde está el semillero de sus piezas de barro.

“Mi pueblo, mi comunidad, es El Rincón de San Ildefonso. Nosotros decimos que somos de Amealco porque sólo así la gente puede distinguirnos, pero mi comunidad donde nací es en El Rincón, antes se le nombraba Los Lirios”, explica.

Fue entonces cuando comenzó a forjar ollas y cántaros que recorrieron diversas ciudades del país, como Cuernavaca, Guadalajara, Monterrey, Mazatlán y otros lugares de los que ha olvidado el nombre.

Rafael, el artesano que ha vivido cuatro décadas elaborando barro
Rafael, el artesano que ha vivido cuatro décadas elaborando barro

Para la familia de Rafael hablar de la alfarería es hablar de la actividad que inició como su principal y más fuerte ingreso, así lo explica mientras relata cómo fueron sus inicios.

“Empecé a trabajar el barro, empecé a los 18 años, ahora tengo 61 años. De hecho, antes no había medios para sustentar a la familia, este era el fuerte, el barro. Yo hacía las ollas, para entonces íbamos a venderlas a México, por Cuernavaca, por Monterrey, por Mazatlán, por Guadalajara, por varios lugares, hay unos de los que ya hasta se me olvida el nombre”, relata.

Por día realiza de cinco a seis piezas de barro, el tiempo depende de la complejidad de la figura, en ocasiones una sola le lleva desde 20 hasta 90 minutos, pero hablando únicamente del proceso para construirla.

Una de sus artesanías predilectas son las alcancías con figura de cochinito, lo denota al hablar del minucioso proceso para elaborarlos, de las piezas que deben realizarse por separado: sus patas, sus orejas, su rabo, su trompa, su cuerpo en el que se conjuntan dos piezas similares a la formación de dos platos hondos.

“Va por partes, primero se le hace una parte del cuerpo. Una vez que ya están unidas las dos partes hay que ponerle las patitas, luego la trompita, las orejas; una vez que estén listas, hay que ponerle el rabito, por último se le hace la alzadera.

“A algunas personas les gusta con alzadera, pero hay otras que la piden sin ella. Y para terminar se le hace la ranura para echar el dinero, con un cúter”, detalla.

Algunos compradores las prefieren con alzadera, otros sin ella, para ambos gustos Rafael tiene una oferta.

Algo que caracteriza a su trabajo es la diversidad de diseños para formar un puerquito de barro. “Una vez que ya quedó armado hay que dejarlo que se vaya aireando, secando. En tiempos de helada, de aire, se nos rompe la pieza porque el hielo lo parte, igual cuando hay mucho aire y si no está cerrada la casa el aire va partiendo el barro”, comenta Rafael.

Paso a paso, la elaboración del barro en Amealco 

Hay piezas que pueden tardar hasta ocho días en secarse, luego pasan al horno, pero para este paso deben acumularme unas 45 a 50 piezas, que es el cupo total del horno.

Otra especificación de sus artesanías es el detalle que hay en cada pieza: la precisión de las formas, la exactitud de la pintura con la que viste el barro, además de los detalles en aquellos fruteros que asemejan una hoja en pleno otoño.

Floreros, alcancías, macetas, adornos, ollas, cántaros, son parte de la diversidad de artículos que labran las manos de Rafael, aunque hay que considerar la variedad de diseños que puede crear en cada uno de ellos. Las alcancías tienen un lugar especial entre las creaciones de Rafael: figuras de búho, de oveja, de oruga, de gato, son parte de su colección.

Él es uno de los artesanos que exponen sus productos en el Centro de Desarrollo Artesanal Indígena (Cedai), ubicado en Ignacio Allende número 20, en el Centro Histórico de la capital de Querétaro, donde lleva sus artesanías especialmente de viernes a domingo, el resto de la semana se dedica a elaborarlas.

Debido a la poca afluencia de visitantes en el Cedai, tanto Rafael como otros artesanos optan por exponer sus piezas en el exterior del centro, como una invitación para que los andantes pasen, de lo contrario, caminan linealmente sin siquiera voltear.

Rafael, el artesano que ha vivido cuatro décadas elaborando barro
Rafael, el artesano que ha vivido cuatro décadas elaborando barro

“El gobierno nos permite estar en este lugar, en Allende 20, aquí es el Cedai, pero vengo más aquí en viernes, sábado y domingo, entre semana me dedico a estar trabajando el barro.

“Estoy ubicado ahí dentro, pero casi no entra la gente, entonces luego los saco un poco aquí afuera para que los vean, para que vean lo que tenemos allá adentro”, dice.

Mientras toma con sus manos una alcancía, en una postura de descanso, Rafal comparte las motivaciones de su actividad: contribuir con los ingresos familiares e incidir en que sus hijos continúen sus estudios, los que él también anhela tener.

Para Rafael, como muchos habitantes de Amealco, las artesanías son su principal o única fuente de ingresos.

Sus manos son autores de la confección del barro, de alcancías, de macetas, de ollas, de vasos, de tazas, de calabazas de Halloween, también de las muñecas otomíes, así como de una infinidad de creaciones.

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