La música navideña suena fuerte en el Jardín Guerrero. Ameniza la estancia de cientos de queretanos que se dan cita en él para disfrutar de esta temporada decembrina. Saber patinar es lo de menos. Lo importante es pasar un buen rato.

La espera para la mayoría es breve; no más de media hora para pasar a la pista de hielo. Cuando hay más personas esperando, puede demorar hasta 40 minutos. En fin de semana puede ser mayor, dice un joven a una persona que pregunta por la atracción, inaugurada la noche del 13 de diciembre y que desde el 14 fue acogida por los queretanos que buscan divertirse.

La pista permanecerá abierta hasta el 16 de enero de 2022, de 10:00 a 22:00 horas.

Al interior de la pista, niños, jóvenes y adultos se divierten tratando de mantener la vertical. Quienes más se ríen son los niños, quienes son auxiliados por andaderas en forma de ballenas que empujan por toda la pista. Algunos padres usan estos artefactos para subir a sus niños y empujarlos.

Pocos prestan atención a las miradas de propios y extraños que observan sus ejecuciones. Deslizarse sobre el hielo de un lado a otro, es lo que cuenta.

Para la mayoría, los primeros minutos son de “estudio”, conocer el espacio, para poco a poco “soltarse”.

Algunos más, con experiencia en el hielo, se desenvuelven con mayor soltura, con movimientos seguros y conservando la estabilidad. La mayoría tiene que recurrir al muro perimetral de la pista o a la protección que se colocó alrededor de la estatua de Vicente Guerrero para mantenerse de pie.

Gratis, puedes patinar sobre hielo en el Centro Histórico de Querétaro
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En el muro perimetral se puede ver a los patinadores caminar uno detrás de otro, sujetándose con las manos y avanzando a pasitos cortos.

Otros, con sus andaderas, lo hacen con mayor seguridad. Algunos más hacen “trenecito”, sujetándose de las manos.

En las gradas que se instalaron junto a la pista una decena de personas, esperan a sus familiares o amigos. Otros simplemente “matan” el tiempo viendo a los patinadores.

Por momentos la fila para ingresar desaparece. La gente avanza de manera rápida. El personal de la pista toma la temperatura antes de ingresar, ofrecen gel antibacterial y, listo, ya pueden ingresar. Aunque antes, un par de personas hacen una especie de encuesta-estudio socioeconómico-, donde hacen unas preguntas a las personas que buscan entrar a la pista.

Tras ello, en una caseta piden los patines de su número (el mismo que el del calzado).

Pasan a unas bancas donde ya sentados se pueden colocar los patines, cuyas cuchillas brillan bajo el sol del mediodía en la capital queretana.

Tres jóvenes ingresan. La edad de las tres ronda los 20 y 25 años. Se colocan los patines y antes de entrar piden dos ballenas para ayudarse a patinar.

Ya adentro, las tres mujeres se divierten junto con chicos y grandes.

Al tiempo que las tres jóvenes entran, Isabel López sale junto con su nieta, de cinco años.

Dice que quien disfrutó más la estancia fue la menor. Ella no pudo patinar mucho. Pero lo importante, señala, es que la pequeña la pasó bien.

Indica que todo el personal fue muy amable, aunque ella no pudo patinar. Por eso, salen antes de la hora que pueden estar dentro de la pista. Agrega que mejor otro día vendrá con el papá de la menor para que juntos, padre e hija, patinen.

David Alejandro López Rico, director del proyecto de la pista de patinaje, explica que el servicio se dará en turnos de 60 personas, quienes pueden permanecer dentro de la pista una hora como tiempo máximo.

“Hay 60 personas dentro de la pista, antes, deben pasar por un filtro de sanidad, donde se les va a tomar temperatura, gel antibacterial, se les leerá el reglamento, tienen que escuchar las instrucciones que se les darán”, dice el director.

Comenta que la edad mínima es de cinco años de edad. Los menores deben de ingresar con un adulto que los cuiden. La edad máxima la pone cada persona y sus aptitudes físicas. Es criterio de cada quien.

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La pista de patinaje cuenta con servicio médico, pues personal de emergencias está atento a cualquier percance que se pudiera presentar.

No tardan en entrar en acción. Un menor, de unos seis años de edad, cayó dentro de la pista y presenta dolor en mano y muñeca izquierda.

Las dos paramédicas se acercan al chico. Le tocan la mano y le preguntan dónde le duele. El chico, más apenado que adolorido, dice que un dedo.

El padre del menor se acerca a un costado de la pista y le pregunta cómo está.

El niño dice que está bien, aunque el susto aún no se le pasa. Luego de unos minutos, las paramédicas concluyen que el menor está bien, no ha sufrido lesión alguna. Sólo queda para la anécdota. El menor se reúne con su padre y se retiran.

Un grupo de adolescentes también se retira de la pista. Uno de ellos le dice a uno de sus acompañantes que le tiemblan las piernas y le duelen los tobillos, debido a los patines que son de bota para sostener esa parte de las extremidades inferiores.

A pesar del dolor y de salir con la ropa mojada, confiesa a su amigo que volverá, pues la experiencia, de acuerdo a su punto de vista, bien vale la pena intentarlo de nuevo.

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