Consuelo García dice que ella y su familia pasaron ocho días sin agua, debido a los cortes hechos en la capital queretana por el desfogue de la presa Zimapán, trastocando su rutina diaria e, incluso, su alimentación. “Todo esto te hace consciente de cuánta agua estás tirando y de cuán importante es tener la llave abierta.

“Ahorita sí tenemos agua, pero la semana pasada tuvimos ocho días que no tuvimos una gota . Anteriormente, como una semana antes que se había avisado que iba a haber algunos días sin agua, nosotros tuvimos [el líquido] cada tercer día. Nosotros ya nos habíamos acostumbrado”, narra la mujer.

Los días que llegaba el agua se llenaba el tinaco, no había problema, casi no sentimos en ese momento que no teníamos agua, después, los siguientes días, tuvimos otros momentos en donde quitaron el agua todo el día y llegaba 20 minutos, pero así, 20 minutos cronometrados”, platica.

Señala que en esos momentos escuchaban ruido en el tinaco y les permitía apartar agua y dejar que se llenara el tinaco, pero en 20 minutos no se llenaba. Sólo había oportunidad de juntar el líquido en recipientes.

“La semana pasada que estuvimos ocho días sin agua fue el terror, de que no sabías a qué hora iba a llegar, si iba a llegar, y nosotros habíamos apartado agua, pero estaba en plásticos y no podemos tener tanto tiempo el agua en los plásticos, porque comienza a tener un sabor extraño, [entonces] había que cambiarla”, comenta.

Destaca que en su colonia, la Garambullo, en la delegación Félix Osores, en ningún momento llegaron las pipas que prometió para su abasto la Comisión Estatal de Aguas (CEA), pues veía que llegaban a otras colonias, menos a la suya.

“Las que sí llegaban eran pipas de personas independientes. En nuestro caso no hay quien se suba al tinaco, porque ellos no se suben al tinaco, no entran a tu casa, sino que simplemente te lanzan la manguera y la tienes que jalar hasta el tinaco, para llenarlo”.

En los primeros días, Consuelo dice que se acercó a uno de los choferes para saber cómo se hacía para pedir una pipa. El día que ella le preguntó el chofer, éste le dijo que de todos modos ese día no tenía agua.

Ella le dijo que sólo quería dos tinas de agua, pero el hombre le dijo que sólo se llenaban los tinacos. Sólo necesitaba unas tinas, sin dejarle el agua y sin responder las dudas que tenía sobre la adquisición del líquido.

“En ningún momento llenamos agua de esas pipas que llegaron, y simplemente estábamos viendo a qué hora llegaba. El primer día que se fue el agua en la mañana, mi mamá fue a comprar en un establecimiento donde te llenan los garrafones.

“Se fue a las siete de la mañana y ya había una fila larguísima, porque de ahí la gente va comprar su agua, porque le servía para hacer su comida, al menos”, detalla.

“Por unos días era los indispensable, hacer la comida y lavar trastes, lo que se usa a diario.

“Pero conforme fueron pasando los días, era ver quién se iba a bañar; el que se iba a trabajar, era el que se bañaba. [Se requería] administrar el agua de los baños”, destaca.

Con el paso de los días y con menos agua, precisa, había que programar cuándo se iban a lavar los trastes y qué días se bañaban en la casa.

Consuelo dice que en estos días sin el servicio de agua se dieron cuenta de lo valioso que es llegar a casa y abrir la llave y tener el líquido en cualquier momento, incluso para las cosas que se consideran más sencillas, como lavarse los dientes.

Dice que una de las cosas que se cuestionaba era de dónde traían el agua los conductores de las pipas, pues se iban y en 15 minutos regresaban con sus unidades llenas.

Otra cosa que se ha cuestionado es de dónde conseguían el agua los establecimientos que llenaban los garrafones, de qué tamaño era su tanque, y qué tanto era potable y viable para consumo humano.

“Lo que te queda es que nos hace falta una cultura de ahorrar y administrar el agua. Hasta que nos pasó esto pensamos en poner una tina para juntar el agua de la lluvia, aunque sea para los baños, o lavar los patios. Fue hasta este momento cuando nos empezamos a dar cuenta de todo eso, que hace falta educación para ahorrar agua”, enfatiza la señora Consuelo.

Indica que, incluso, los hábitos alimenticios cambiaron, pues en esos días no podían consumir vegetales y frutas, pues no había forma de lavarlas de manera adecuada.

Otro factor que se modificó fue bañarse para salir a trabajar y regresar nuevamente a bañarse por la contingencia sanitaria por el Covid-19.

Dice que el agua también era necesaria para mantener limpias las jergas y los pisos para evitar la entrada del virus.

También el agua para lavar la comida que se traía de la calle, así como para ducharse al regresar de la calle.

“Hasta el día hoy, lo que hacemos en la mañana es revisar si hay agua. Eso determina si vas a salir o si vas a comprar algo, porque eso se tiene que lavar. Las frutas, por ejemplo, en esa semana que no teníamos agua, no compramos frutas, lechuga, espinacas, cosas que requieren mucha agua para lavar, no las compramos, porque sabíamos que nos iba a quitar agua para otras cosas”, asevera.

Agrega que otro problema que vio con sus vecinos es que muchos son adultos mayores que no tienen redes sociales y no sabían los momentos en los que se cortaría el servicio de agua, tomándolos por sorpresa. Las autoridades, puntualiza, dan por hecho que todos los ciudadanos tienen acceso a internet.

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