Las ventas no han sido las esperadas por los comerciantes que se instalaron en el centro de vacunación del estadio Corregidora, por momentos recuerda la vieja normalidad, cuando cada 15 días los aficionados llegaban para presenciar los partidos de Gallos.

La entrada de los adultos mayores que llegan para inmunizarse contra la Covid-19 es más rápida y no les permite “hacer hambre o sed”.

Algunas de las calles que llevan al coso del Cimatario están cerradas. Las que sí llegan presentan carga vial. Los estacionamientos se abren. Hay espacio para todos los vehículos. Las carpas blancas instaladas en la explanada de la entrada que da hacia la calle Plan Vida, dejan ver dónde está el acceso.

Afuera, en la vialidad que rodea al estadio se ubican puestos de tacos, aguas frescas, dulces, sombrillas, bancos. Hay de todo un poco en el sitio.

“No es lo mismo. Aquí no se junta porque no se forma la gente. Aquí llegan, entran, les toca sombra, los vacunan y se van”, dice Juan Lorenzo Chimal Galindo, vendedor de sombrillas, bancos y hamacas, mientras de fondo se escucha una canción de Carlos Vives, al interior del centro de vacunación.

El vendedor dice que el primer día de funcionamiento del lugar estuvieron “más o menos bien las ventas”, pero el segundo, el jueves, no. Agrega que el viernes no acudirá porque le toca vender en un tianguis donde acude regularmente.

Cuenta que en un inicio los inspectores municipales no les permitían vender, pero gracias a que pertenece a una organización de comerciantes y a que su líder gestionó ante las autoridades, les permitieron instalarse.

“Nos querían poner hasta la calle, junto al CRIQ, pero allá no nos convenía. Si aquí, estando cerca, no compra la gente, allá menos”, comenta.

Los adultos mayores que llegan a vacunarse pasan de largo por los puestos de comerciantes que se “mudaron” del centro de vacunación que se instaló en el Ecocentro Expositor al Corregidora. Llegan acompañados de familiares que los esperan afuera, en la mayoría de los casos, a menos que vayan en silla de ruedas o requieran apoyo para caminar.

La entrada es rápida y el registro también. Bajo las carpas blancas, muchas sillas permanecen vacías, pues la atención en el lugar es rápida. Los adultos mayores entran por un sitio para ser inmunizados y salen por el lado opuesto del acceso.

A unos metros de Juan Lorenzo, se ubica Andrea Díaz, vendedora de fruta picada y aguas. Ella coincide en que el negocio no es lo que esperaba.

“Está floja la venta, pero también tiene uno que trabajar porque no había trabajo. Está baja la venta porque no los están haciendo esperar, están pasando rápido [los adultos mayores], está bien por la situación que estamos pasando, pero uno tenía que venir para ver si sacaba uno algo”, comenta.

Dos menores, sus hijos, la acompañan. Explica que los chicos están con ella en el puesto, montado en la batea de una pickup de modelo antiguo, porque su madre, quien los cuida, acudió el jueves a vacunarse.

Explica que ella y su esposo venden en los eventos que se hacen en la capital del estado, donde hay mucha gente, pero en el último año con la emergencia sanitaria estos eventos se cancelaron y tienen que salir a trabajar donde consideran que tendrán buenas ventas.

“Pensamos que aquí los iban a tener esperando. En las noticias habían dicho que habían estado esperando para vacunarse, pero no”, dice.

Apenas darán las dos de la tarde y Andrea dice que ya se va. De las ocho de la mañana que llegó al Corregidora a la hora que se apresta para retirarse apenas logró ventas por 300 pesos. Fue un mal día.

La mayoría de los puestos instalados, incluso los que venden exclusivamente botellas de agua, lucen desiertos, con sus encargados bajo una sombrilla o gorras a las que adaptan pañuelos para cubrirse el cuello del sol y los casi 30 grados de temperatura de la capital queretana.

En tanto, Andrea narra que durante el último año lo han pasado mal. Como comerciantes, las restricciones de horarios, en el caso de locales fijos, les afecta, además de que mucha gente, temerosa de los contagios, no sale a la calle a comprar. En su caso, dice que por la tarde, ella y su esposo venden elotes y esquites, pero también tienen que respetar las restricciones de horarios, pues las multas son altas en caso de ser sorprendidos más allá de los tiempos fijados por las autoridades.

Andrea dice que aunque las ventas sean pocas, “con que salga para comer. Nosotros nos cambiamos para acá [al Corregidora] porque habíamos estado vendiendo en el Ecocentro. Ahí sí nos estaban dejando vender. Venimos aquí porque vimos que iban a cambiar el centro de vacunación.

“Llegamos y sí, los [elementos] de Inspección no nos dejaban, querían que nos pusieramos hasta la calle, y nosotros pedimos permiso y como somos de una organización, nos dieron permiso, pero que tuviéramos nuestro gel, nuestro cubrebocas. Así fue como nos dejaron, porque de inicio el municipio no nos quería dejar, pero ahorita van a estar tranquilos por las campañas, porque cuando comienzan las campañas electorales nos dejan trabajar”, agrega.

Andrea se dispone a marcharse. Fue un mal día para su negocio. Sus compañeros aguantan otro poco, aunque no esperan tampoco mucho de lo que queda del día. Siguen siendo víctimas de la pandemia.

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