Rafael Calero Zárate dice que tiene un poco de temor por la pandemia de Covid-19, pero no tiene otra alternativa que salir a la calle para ganarse la vida.

El nuevo turismo tendrá que ser de grupos pequeños, será algo más íntimo, tiene que ser con guías especializados que cumplan con los lineamientos de higiene, pero la precariedad de su situación no le permite quedarse en casa.

En el crucero donde Rafael se ubica hay dos menores de edad, sólo en ese semáforo. En las otras intersecciones hay también por lo menos cuatro personas más, quienes venden dulces, ofrecen bolsas para basura, limpian vidrios, o piden ayuda debido a la complicada situación económica por la que pasa el estado a causa la emergencia sanitaria derivada de la presencia del virus SARS CoV-2.

Rafael se desplaza en su silla de ruedas, pero no siempre estuvo en esa condición. “Mi mamá decía que caminaba antes de los cuatro años”, explica, mientras los vehículos pasan veloces detrás de él.

Los dos menores, con sus cajas de mazapanes en la mano, observan al hombre mientras conversa. Es casi mediodía y no hay muchos automovilistas a esa hora, a pesar de que la calle donde se encuentra Rafael da a avenida Constituyentes, vialidad de las más transitadas en la capital.

Rafael es originario de Celaya, Guanajuato, pero radica en la ciudad de Querétaro desde hace 10 años, “por la misma situación que traté de buscar trabajo, pero como nadie me da trabajo por lo mismo de la discapacidad que tiene uno. Entonces pues al ver que las puertas se cerraron, ahora sí que en la calle. No voy a robar. Honradamente, quien me quiera dar, me va a dar. Claro, con respeto. Así ha sido todo el tiempo”, comenta.

Mientras platica, el conductor de una camioneta retorna en un lugar prohibido, pasando a escasos centímetros de Rafael. Dice que muchas ocasiones los conductores se le cierran cuando lo ven, no dejando que pase entre los coches.

Se la rifa para vender

Poco a poco el tránsito aumenta en las calles. Los vehículos comienzan a multiplicarse. A la luz roja los menores caminan presurosos con sus cajas de mazapanes en las manos. Ofrecen la golosina a los conductores. Muchos ni siquiera los voltean a ver. Otros bajan sus vidrios y les compran algo. Luego, caminan hacia el otro coche, hasta que la luz del semáforo cambia a verde. Se apresuran a llegar al camellón, donde vuelven a caminar hasta la bocacalle, para repetir esto una y otra vez.

Rafael hace lo mismo, aunque para él es más difícil moverse entre los coches. Incluso es más peligroso, pues para los conductores de las camionetas muy altas es complicado ver a Rafa en su silla de ruedas. Los automovilistas, como pueden ser benefactores, pueden provocarle una desgracia.

Rafa dice que una persona le dijo recientemente que si para las personas que cuentan con todas sus funciones físicas son tiempos complicados, para él que tiene una limitante de movilidad esta época de emergencia sanitaria se vuelve algo más peligroso.

De acuerdo a la guía de la Secretaría de Salud federal para proteger a las personas con discapacidad, y en particular motriz, las autoridades deberán “difundir información acerca de las medidas de higiene y limpieza continua que las personas con discapacidad motriz deben aplicar a las ayudas técnicas que utilizan para su desplazamiento.

Así como difundir información acerca de las medidas de accesibilidad física que deben adoptarse en los establecimientos y centros de salud para que las personas con discapacidad motriz puedan ingresar y desplazarse.

Rafa no lleva cubrebocas. “Sí, me lo pongo, pero ahorita me lo quité”, dice un tanto apenado por no cumplir con esta medida.

Dice que siente miedo por estar en la calle en estos momentos de emergencia sanitaria, cuando los casos de Covid-19 y las muertes aumentan todos los días.

Señala que de él dependen dos niños y que son meses complicados, pues la disminución de personas en las calles propicia que los ingresos también bajen.

“Gracias a Dios hay gente que ha traído despensas. Un señor me trajo dos. De ahí comimos. Pero sí, hemos batallado, por lo mismo que no hay lo indispensable. Ya no diga lo suficiente, lo indispensable”, abunda.

Rafael comienza su jornada a las 11:00 y se va a las 16:00 horas. En ese lapso ve de todo. Desde personas buenas que lo apoyan, hasta conductores insensibles ante su presencia.

Rafael pide a las autoridades una despensa con lo básico para alimentarse. Dice que hace poco una persona le dio unas lentejas en mal estado. No le fueron útiles, pero agradeció el gesto. La prioridad de Rafa, como muchas de las personas que buscan el sustento en las calles, es comer.

El hombre hace una pausa. Se retira a unos árboles cercanos para comer unas galletas. Las come con calma, mientras observa el ir y venir de los automovilistas en las calles cada vez más transitadas de Querétaro, a pesar de la emergencia sanitaria. Aunque más gente en la calle representa para Rafael y para otras muchas personas en los semáforos más posibilidades de sobrevivencia.

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