“Recuerden chicos, sin salirse de la rayita”, dice miss Lourdes Lira Rodríguez a sus alumnos del jardín de niños Enriqueta Camarillo, en la comunidad de Buenavista, en el municipio de Querétaro.
La maestra cumple 35 años de labor docente, profesión que ejerce con amor, pasión y con el objetivo de dejar huella en sus educandos y sus padres, para tener una mejor sociedad.
Como educadora, dice, le encantaría dejar huella en sus niños y en los padres de familia para que “seamos mejores como sociedad, mejores personas, mejores seres humanos, porque es el mayor reto que nos está demandando actualmente nuestra sociedad, nuestro país, que seamos mejores, que nos comportemos con valores.
“Me gustaría que los niños realmente vivieran esos valores, que los vivan en su día a día. Eso lo aprendemos con ejemplo, cuando vemos a nuestros padres, a nuestros maestros. A mí me encantaría realmente poder ayudar un poquito a que vivamos en el respeto, en los valores, para ser mejor sociedad”.
Lulú, como la llaman cariñosamente sus compañeras de trabajo, narra con voz suave que desde que salió de la Normal de Educadoras ha trabajado de manera ininterrumpida.
Dice que decidió ser educadora cuando ella, a la edad de sus alumnos, su mamá la llevaba a la guardería. “Tengo que confesar que no me gustaba ir al preescolar. No me sentía a gusto con el trato de las maestras, no me gustaba. Pero un día llegó una practicante que nos leyó un cuento y en ese instante dije: Yo quiero ser como esa maestra. De ahí ya no cambié, porque dije que quería ser como ella”, recuerda.
Pasaron los años y cuando llegó el momento de decidir la carrera, Lourdes ingresó a la Escuela Nacional de Maestros. Su mamá y sus tíos le decían que iba a ganar muy poco, pero ella tenía muy claro que quería ser maestra. Estudió, egresó y comenzó su carrera.
Rememora su primer día como educadora. Tenía alrededor de 19 años, pues egresaban muy jóvenes de la carrera. Se presentó ante su directora, quien le dio una lista con los nombres de sus alumnos y que le leyera la lista a los padres que estaban presentes. Dice que se le iba la voz, pues el patio de ese jardín de niños estaba lleno de padres de familia. Ese primer momento, cuando llegó a su primer día de trabajo tras egresar, lo recuerda bien.
“Ahora padres regañan a maestros”
Los tiempos han cambiado desde el momento en el que Lulú comenzó a trabajar. Los padres y los niños son diferentes, ahora los padres regañan a los maestros, cuando antes la figura de autoridad del maestro era más respetada.
“Ha sido difícil porque cada día te cuesta más trabajo ganarte el respeto de los padres y de los niños. Recuerdo que en esas épocas, cuando empecé a trabajar, por el simple hecho de ser la maestra te tenían una imagen, un respeto. Todavía recuerdo todas las muestras de cariño de los papás de esos primeros años, y el día de mi cumpleaños o el Día del Maestro, salía con los regalos y tenía que tomar taxi porque no podía ir a mi casa de otra forma.
“Ahora sí te sigue respetando, pero siento que nos cuesta más trabajo ganarnos ese respeto. Ahora no nada más es por la figura que representas como maestra o como docente, sino que ahora tu trabajo va hablando por ti, te vas ganando el respeto. Son más retadores, la falta de respeto a la autoridad que estamos viviendo como sociedad, creo que es uno de los problemas que estamos viviendo… estamos careciendo de ese respeto a la autoridad”, subraya.
Añade que los niños están acostumbrados a contestar a sus papás, y por ello también responden a sus maestros. Es positivo que se cuestione más las cosas, pero eso ha llevado a perder el respeto a todas las figuras de autoridad. Los padres se han vuelto más permisivos y con falta de límites, quizá -piensa Lulú- por la vida tan acelerada de la actualidad, pues es más sencillo para los papás satisfacer las rabietas a los chicos.
Para solucionar esta situación, abunda, es importante desde un principio plantear las normas, que el niño sepa que está y que no está permitido. Cuando los niños llegan al grupo se plantean las normas, que ellos mismos también pueden crear y que están en un muro del salón.
Los últimos años fueron difíciles por la emergencia sanitaria por el Covid -19. Señala que fue todo un reto, pues a diferencia de otros grados educativos, en preescolar los padres tenían que estar presentes con los alumnos, y no todos se podían conectar al mismo tiempo, por lo que tenía que preparar videos para las clases.
Hacer esto fue complicado porque se sentía “acartonada”, pues no estaba acostumbrada a hacer videos. “Hasta ahora, que lo vemos a la distancia, lo recuerdo con muchísimo cariño, porque tuvimos muchos logros. Fue un reto que logramos alcanzar, con todo lo que nos demandaba el momento”.
Madre de una hija de 22 años, María Fernanda, quien está por terminar su carrera en psicología y de quien se siente orgullosa por su capacidad de escuchar a los demás y preocuparse por los otros. Siente una gran admiración por ella.
A sus alumnos, dice la educadora, si pudiera darles un consejo para la vida, sería que disfruten lo que hagan, porque cuando se hace lo que le gusta a cada uno, cuando se disfruta, sale bien.