Pablo Reyes y Juan Cortés, ambos son afiladores de cuchillos, un oficio muy antiguo que está en situación de extinción.

Ambos recorren, por separado, los principales mercados de la ciudad, pues al ser competencia uno del otro, intentan no coincidir en el mismo lugar para no quitarse los clientes que buscan este tipo de servicio  para afilar tijeras y navajas para afeitar cabello, entre otros.

El ruidoso esmeril, una de sus principales herramientas de trabajo, es quien avisa que Juan ya llegó al Mercado Escobedo;  tiene más de 12 años de dedicarse a este oficio

“Los jueves me instalo en el Mercado Escobedo, también voy al Tepe, me muevo al mercado de la colonia Presidentes, voy a Santa Mónica, Casa Blanca, Satélite, recorro casi todos los mercados, ya me conocen mis clientes”.

¿Se quema las manos con las chispas que salen del esmeril?, pregunta una de sus clientas, quien mira atenta los dedos agrietados por el esfuerzo rudo que aplica el afilador a su trabajo: “Las chispas salen hacia el otro lado de donde estoy, pocas veces se impactan en mi piel, todo lo tengo ya muy medido”, explica Juan.

Sólo viendo cómo se hacía y practicando, desde hace 32 años, Pablo Reyes aprendió el oficio de afilar cuchillos en la  Ciudad de México, esto después de quedarse sin trabajo por el recorte de personal que hubo en Pemex en 1988.

“Me dediqué a vender herramienta, y cuando vendía la herramienta me preguntaban si sabía afilar y les decía que sí, cosa que no era cierto, pero a algo hay que dedicarse, entonces en México allá es donde vi trabajar a un señor con su triciclo y motor de gasolina, ahí dije qué tal y pega, me quedé observando”, narra Pablo.

Fue así que decidió comprar un motor como el que tiene actualmente, que es de luz, porque se le hacía difícil andar en la bicicleta para todos lados como varios todavía acostumbran. “No me gustaba, pero que te deje de comer principalmente pues ya es algo que te deja para los hijos, para mandarlos a la escuela, pero depende de cómo trabajes, si haces bien las cosas, y te actualizas la gente te busca”.

Pablo es originario del estado de Hidalgo  pero vivió en la Ciudad de México, una temporada en Guadalajara, Arandas, Tepatitlán, Guanajuato, Celaya, Salamanca, pero le gustó Querétaro y decidió quedarse aquí.

“Es algo que si tú le echas ganas te deja  lo suficiente para irla sobrellevando, para que salgas más adelante no, ya está muy difícil”, reconoció.

Tiene tres hijos que ya son grandes, uno de ellos se dedica a afilar cuchillos y los otros tienen diferentes profesiones, por lo que el ingreso que obtiene es  para sus necesidades.

Hay días que afila entre 30 cuchillos, por cada uno cobra 20 pesos y se pone principalmente en los mercados Escobedo, La Cruz, El Tepe y en Santa Mónica, donde sus principales clientes son los locatarios como carniceros, taqueros o restaurantes que le llevan sus cuchillos a partir de las 8:30 horas  y alrededor de las 11:00 están  listos.

“Yo la verdad lo estoy cobrando 20, tienes que pagar comida, hospedaje, soy del estado de  Hidalgo, hay que sacar gastos para salir adelante. Son 20 pesos, pero hay trabajos más delicados, por ejemplo tijeras, navajas para corte de pelo, de todo un poco y se va cobrando según lo que traigas, los discos de la rebanadora, no caen mucho, pero de vez en cuando llegan a caer, todo tipo de herramienta, navajas para gallos, de todo, pero hay que dedicarle más tiempo”, explica.

El proceso de afilar

Para afilar cuchillos, que son los artículos que más le llevan se tarda de 3 a 5 minutos para terminarlos totalmente, y su truco para probarlos, dijo, es pasarlo por sus uñas  y así sentir si ya tienen filo.

Parte del proceso, explicó es primero pasarlo por una piedra de desbaste, después los pule y al final para asentar.

“Yo los cuchillos siempre los calo en la uña, tengo la sensibilidad parar saber si corta pues ya lo dejo y empiezo otro; pero eso es el proceso con las piedras especiales”, subrayó.

La máquina que usa, dijo, la adquirió en una ferretería, pero las piedras que tiene son de buena calidad, y cuestan alrededor de tres mil pesos, por lo que aseguró su trabajo es diferente y mejor que el realizado por los afiladores móviles.

Uno de los artículos más curiosos que le han llevado para afilar, fue una catana, la cual le llevó un poco más de tiempo, pero el cliente se fue contento.

Pablo, al igual que Juan, se instalan en la parte de atrás del Mercado Escobedo, debajo de una lona colocada entre el acceso al área de mariscos y la de ropa y fondas.

Históricamente los afiladores circulaban por las calles de las ciudades en su bicicleta y con un clásico chiflido de una flauta, con los que las amas de casa o los propietarios de los comercios se acercaban para que les afilaran sus cuchillos, tijeras o cualquier otro artículo para rebanar o cortar.

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