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El comercio de adornos patrios, un oficio familiar de Armando

Como cada año, Armando viene a Querétaro desde Santa Ana Jilotzingo, Estado de México, para vender artículos tricolores, desde banderas, rehiletes, matracas, entre otros

FOTO. FERNANDO CAMACHO

Ya se sienten las fiestas patrias en las plazas y jardines públicos del Centro Histórico de la capital queretana.

Los colores verde, blanco y rojo resaltan en los puestos ambulantes colocados en calles transitadas, donde se ofertan artículos alusivos a la temporada.

Uno de ellos es el puesto de Armando, comerciante de Santa Ana Jilotzingo, del municipio de Otzolotepec, Estado de México, localidad considerada cuna de la fabricación de banderas y artículos patrios.

“En Santa Ana Jilotzingo es donde se elaboran todas las banderas, todo el artículo que traemos allá se hace. Hay varios familiares trabajando ahorita allá, todos nos dedicamos al comercio de estos artículos. Unos se quedan allá trabajando y otros venimos a venderlos, allá se elabora todo”, dijo.

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Como cada año, Armando llegó a la ciudad de Querétaro hace unos días para vender artículos patrios y planea permanecer aquí hasta el día 15.

Mencionó que es un oficio familiar, que heredó de sus antepasados. “Cada año trabajamos en esto, ya llevamos años trabajando desde los antepasados allá en el municipio, todos han trabajado en esto, de familia ha pasado a todos y seguimos vendiendo las banderas”.

Vende, por ejemplo, banderas, rehiletes, escudos, moños, corbatines, collares, chales, tambores, juguetes de madera, muñecas, matracas, silbatos, guitarras y adornos. Entre los artículos más venvidos están las banderas; la más grande, que es del número 14, tiene un precio de 450 pesos.

Los rehiletes tienen precios de 45, 55 y 75 pesos; las diademas, 65 pesos; y los paliacates de moño, 45 pesos.

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Este año —dijo— los precios se mantienen igual que el año pasado, por la situación económica que se vive en el país: “uno lo ve por ese lado, uno no le sube más el precio porque sabemos que a veces hay para comprar un artículo y a veces no”.

Para venir a la ciudad, Armando y otros comerciantes deben invertir en los traslados, pagar renta y los permisos municipales para vender, por lo que a veces “le gana y otras no”.

Recordó que el año pasado las ventas estuvieron regulares; hoy hay incertidumbre, porque les prohibieron vender trajes típicos, sin darles una explicación. “A veces, uno le arriesga, a veces uno gana y a veces pierde. Aquí lo que se vendía bien era la ropa del mes patrio, era lo que se vendía, pero ahorita ya nos lo prohibieron”.

El comerciante, de 43 años, recordó que los puestos alusivos al mes patrio se instalan en el centro de la ciudad desde el año de 1965. En ocasiones, combinan este oficio con otras actividades. “Hacemos también rehiletes para [...] Halloween, salimos a vender guantes, vendemos de todo, andamos buscándole”, concluyó.

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