Martha Alejandrina Santos Tinajero no contiene las lágrimas. Recuerda a su hijo Sergio Alejandro Herrera Santos, el primer donador multiorgánico en la delegación del ISSSTE en Querétaro. Cuando nació con discapacidad, hace 30 años, le dijeron que no viviría más de un año y medio. Vivió 30 años y sus órganos, a pesar de su enfermedad, dieron vida a varias personas más. A Martha no le queda más que seguir adelante, ahora sin su hijo, que se convirtió en su razón de vivir.

El ISSSTE en Querétaro inauguró ayer el “Jardín de los héroes que donaron vida”, para recordar a los hombres y mujeres que, junto con sus familiares, decidieron, cuando partieron, regalar una segunda oportunidad a otras personas.

El programa de donación de órganos cumplió un año en el ISSSTE. Para conmemorar la fecha y honrar a los primeros donadores de órganos, se dispone una ceremonia, donde los familiares de los héroes siembran un árbol en el jardín. Son ocho, los primeros que se sembrarán en ese sitio.

Martha recuerda que en el Hospital Nacional de Pediatría, cuando Sergio Alejandro tenía año y medio le dijeron que se lo llevara a su casa para que muriera ahí, pues no tenían nada qué hacer. “Le pedí mucho a Dios que me lo dejara con vida, que no me importaba vivir con él en cuatro paredes, pero que me lo dejara, que yo me comprometía a luchar por él y a sacarlo adelante. Así fue”.

Fue una lucha de 30 años muy difíciles, pero los últimos tres años de vida fueron los mejores, los más increíbles. Él tenía escoliosis (enfermedad de la columna). Con sus terapias, con sus medicamentos, con toda la atención en el ISSSTE, siempre me trataron muy bien, nunca me cerraron las puertas. Nunca me esperaba tomar una decisión así, de donar sus órganos”.

La voz de Martha se quiebra. Sus ojos se llenan de lágrimas ante el recuerdo de su hijo y el vacío que dejó en su vida. Comenta que la decisión de donar los órganos la tomó ella, principalmente, el padre de Sergio y su hermana. En un inicio, dice Martha, no pensaba donar los órganos de su hijo, pero lo hizo porque era darle una oportunidad de vivir a otras personas, para que otras personas pudieran cumplir con su misión, como hizo él con la suya.

Señala que es increíble que hasta su hígado, luego de tomar muchos medicamentos a lo largo de su vida, estuviera limpio. “Su corazón estaba perfecto, sus riñones, córneas. Cómo él se preparó para cumplir su misión era esa. Cómo esperó 30 años para que el ISSSTE tuviera la oportunidad de donar sus órganos”.

Sergio Alejandro falleció en diciembre pasado. Narra que estaba en buenas condiciones de salud. Su padre iba a verlo cada 15 días. Ese día de diciembre, su padre se lo llevó. Le alcanzó a decir adiós por la ventana. Luego, recibió la llamada de su ex esposo, quien le dijo que Sergio había tenido un paro cardiorespiratorio. Le dijeron que no había nada que hacer, que era cuestión de tiempo para que tuviera muerte cerebral. Era, dice, el tiempo ideal para la donación de órganos y dar la oportunidad de vida a otras personas.

“Él y yo éramos bien muéganos. Dejé mi vida por cuidarlo. Dejé de salir, de ir a fiestas. Si podía salía. Si no podía, no lo hacía, y no me importaba. Hubo momentos en los que tuvo problemas de conducta fuertes. Fueron situaciones bien difíciles. Era mi compromiso de vida. No le podía fallar ni a Dios ni a mi hijo”.

La vida después de Sergio para Martha ha sido difícil. Al ser una mujer divorciada, ella vivía con su hijo. Su hija radica en Estados Unidos. Martha extraña mucho a su hijo, pues los dos últimos años se creó un vínculo aún más estrecho entre ambos.

También recuerda que cuando estaba en el ISSSTE le dijo que se fuera tranquilo, que su abuela vendría por él. Sergio, antes de partir, esperó para ver a su hermana que viajó de Estados Unidos. Se despidió de ella, aunque Sergio no hablaba. A las dos horas de verla, Sergio Alejandro tuvo muerte cerebral.

Martha se hace fuerte para narrar su historia. Es muy similar a las otras de las siete familias. Agrega que sentía un dolor muy grande, una opresión en el pecho. Se consuela diciendo que el primer año es el más difícil, pero confía en que saldrá adelante.

La mujer le habla a su ex esposo para que muestre unas fotos de Sergio. En la pantalla del teléfono un joven moreno, delgado, posa para la cámara. El padre de Sergio lo recuerda como alegre, aunque cuando quería algo era exigente. Él se ve más tranquilo. Martha, con el recuerdo de su hijo vuelve a llorar.

Otros familiares de donadores de órganos, vuelven a donde sembraron el árbol para sus familiares donadores. Ya con calma, sin el protocolo un tanto rápido de la ceremonia, acomodan nuevamente la tierra y la placa que acompañará a la planta.

Todos lloran recordando. Las heridas por las partidas están aún abiertas.

Antes, durante la ceremonia, Adriana Ortega, familiar del primer donador del programa, es invitada a decir una palabras a nombre de todas las familias. Su voz se quiebra, recuerda a su padre con su frase: “Chaparrita, échale ganas. Te quiero”. Esas, dice, son las palabras que mantienen inmortal a su padre. Como a los otros primeros siete héroes que dieron vida. Ya son inmortales.

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