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Don Heriberto musicaliza las compras en el mercado de El Tepe

Don Heriberto Malagón, de 78 años, se dedica a tocar la trompeta en este espacio de comercio de la capital queretana; “la gente ya no coopera para la música”, lamenta

Foto: Domingo Valdez
26/08/2025 |07:50
Domingo Valdez
Corresponsal en QuerétaroVer perfil

Don Heriberto Malagón llega a la explanada del mercado de El Tepe, con su trompeta en la mano. Como todos los días, el músico se gana la vida poniendo notas musicales a las compras que los clientes de ese local realizan en el tradicional mercado de la capital queretana.

El bullicio del barrio de El Tepe no se rompe ningún día. En este día, en especial, hay una rueda de prensa de los locatarios del mercado, quienes anuncian los festejos por el 46 aniversario de este espacio.

Esta situación impide a don Heriberto tocar por un par de horas, pues el sonido de la conferencia de prensa obstaculiza el arte del adulto mayor.

Alrededor del mercado los puestos y locales ofrecen sus mercancías. Adentro, los puestos de frutas y verduras, carnes, pescados y ropa continúan con su rutina.

El olor a los diferentes platillos que se cocinan en los locales de comida preparada, en la planta alta del mercado, llega hasta la calle, donde Heriberto espera con paciencia su turno para tocar.

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La voz de Heriberto es tranquila. Habla con pausa, sin prisa. Piensa sus palabras, como llevando un ritmo, como si usara un metrónomo para hablar, como si su propio cuerpo fuera un metrónomo.

“Soy músico desde chiquillo. Estaba chiquillo cuando estudié la música. Llegó un maestro a mi rancho, que se llama La Palma, en Apaseo el Grande, pero ahora vivo en San Bartolo. Allá llegó un maestro (de música) era compadre de mi papá. Empezó a juntar alumnos. Éramos 21 con un chiquillo que andaba por ahí. Estudiamos en la escuela la música. Conozco mucha música. Yo no soy músico lírico. No. Yo cualquier papel (partitura) que me pongan yo lo tocó, yo lo leo”, explica.

La gente pasa alrededor de Heriberto. Es una figura familiar para quienes acuden al tradicional mercado. Es uno de los personajes del lugar, quienes dan “sabor” al sitio.

Luego, “unos maestros que eran músicos le dijeron que si quería seguir estudiando música con un maestro en Salvatierra, Guanajuato”, narra. Así lo hizo con un maestro que le enseñó más cosas y consolidó sus conocimientos musicales. También estudió un poco más en la ciudad de Celaya.

Nacido en 1947, con 78 años en las espaldas, don Heriberto indica que quedan pocos músicos que sean sus contemporáneos. Muchos ya murieron. Él, dice, se siente bien. Afirma que no le duele nada. Su apariencia lo corrobora. Su caminar, aunque lento, es firme, seguro. Camina erguido. El único síntoma de los años es que para hablarle hay que alzar la voz un poco más de lo normal. Su oído ya no está al 100%.

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“No me duele nada. En la música soy un maestro. Conozco cualquier pieza que me pongan, pero en toda mi vida sólo una vez me eché unas cubitas, allá en Salamanca, tocando con unos compadres allá.

“Me dijeron: ‘échate una cuba, compadre, que al cabo somos los mayordomos’. Eran los encargados ahí, como le hacen fiesta al señor San Pedro, en Salamanca. Me eché unas, pero no me emborraché. Fumador, sí. Pero aguantaba mucho tocando, hasta me pusieron el Boca de Fierro”, recuerda Heriberto mientras ríe recordando su apodo.

Dice que acude a El Tepe porque necesita ganar dinero. Comenta que la gente le regala una moneda por su música. Llega en el transcurso de la mañana, y se retira a las 3 o 4 de la tarde, emprendiendo el camino a San Bartolo, en el vecino estado de Guanajuato.

Agrega que la gente en El Tepe no le pide canciones. A veces, es complicado, pues muchas personas “no cooperan para la música”.

La música para Heriberto es importante. Lo ha sido durante la mayor parte de su vida. Narra que una vez, mientras tocaba en San Juan del Río con un mariachi, un hombre se acercó, preguntando quién de ellos conocía de música en realidad.

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Uno de sus compañeros le dijo al hombre que le preguntara a él o a otro de los integrantes del mariachi. El sujeto se acercó a él y le preguntó si era verdad, a lo que respondió que sí, y reviró diciendo que él también debería saber de música.

Para demostrar que sabía de música, Heriberto sacó un cuaderno con algunas partituras y le dijo que tocara la pieza que estaba en la hoja, algo que no pudo hacer, pues no sabía. Heriberto explica todas las notas musicales. Demuestra que tiene la técnica y los conocimientos.

El hombre se retira. Se sienta a un costado de la explanada del mercado, esperando a que el sonido de la conferencia termine, para dar paso a su música, a su arte, a su compañera de toda la vida, desde niño, en su natal Apaseo el Alto.

La gente se mueve a su ritmo. Pasan de un lado a otro. Llevan bolsas de mandado, recipientes de unicel con comida. Pasan de largo. Algunos reparan en la figura de Heriberto, quien los observa pasar, mientras que con la mano izquierda sostiene su trompeta. Ambos, listos para llenar de música El Tepe.

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