Máscaras del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, así como del presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, son novedad en el local de disfraces que atiende Regina Neri Martínez. También, entre lo más solicitado, se encuentra el disfraz de monja inspirado en la película homónima y que estuvo en cartelera semanas atrás. La influencia de Hollywood nuevamente está presente.

No faltan los disfraces clásicos: vampiresas y vampiros, diablos, piratas, monjes, payasos y catrinas. También abundan las máscaras. Muchas son tradicionales, como las de luchadores, demonios, fantasmas, animales, que se unen a las de moda, como las de Trump, López Obrador, y la de Momo, extraño personaje que circuló en redes sociales, atemorizando a adolescentes con su extraña apariencia.

Regina explica que para esta temporada, la más alta de ventas para los negocios especializados en disfraces, se enfocan en los que tienen que ver con el Halloween. Señala que es la primera vez que se ubican en el local donde están, sobre la calle 15 de Mayo, a un costado del mercado de La Cruz. “Nos hemos pasado a esta calle, donde hemos tenido buena acogida por parte de los clientes”, indica.

Explica que por moda los disfraces de la película La Monja ha tenido buenas ventas, aunque también la villana de los comics Harley Quinn.

Sin embargo, dice que “los jóvenes en muchas ocasiones gustan de explotar su creatividad y buscan crear sus propios diseños. Piden pinturas para maquillarse ellos mismos”.

Dos jóvenes entran al negocio. Buscan entre el surtido de máscaras una especial. Al no encontrarlas, preguntan a Regina por la máscara en cuestión: un caballo. La vendedora les dice que la tiene en otro mostrador. Ahí está la cabeza de un caballo negro, junto a la máscara de Trump. “Compiten en dientes”, dice un tercer cliente que ve ambos artículos.

El precio de los disfraces, dice Regina, depende de lo elaborado del disfraz, pues pueden variar, para adultos desde 250 pesos hasta 900. Mientras que las máscaras cuestan desde 40 hasta más de 500 pesos.

Regina dice que “vender este tipo de productos es muy divertido, pues la mayoría de sus clientes son niños que suelen emocionarse mucho cuando van a comprar su disfraz para pedir dulces, a la usanza de Estados Unidos”. En el caso de las niñas, dice, buscan más los disfraces de princesas, principalmente Ana y Elsa, de la película Frozen, aunque también las de las súper heroínas son muy socorridas. En el caso de los niños, los súper héroes son los que llaman la atención.

Explica que ellos mismos hacen algunos de los disfraces, principalmente los de catrina. Los elaboran en un taller de la familia.

La joven es vigilada. Un personaje de grandes ojos negros la observa mientras platica. Se trata de un “gris”, un extraterrestre tamaño natural que cuelga de una reja. Explica que el “gris” estuvo en venta un rato, pero pasó el tiempo, se maltrató y se quedó ahí. Ahora forma parte de la decoración.

Regina, en tanto, explica que estas fechas son las mejores para el negocio, pues muchas personas deciden celebrar fiestas de disfraces y aprovechan para divertirse recreando algún personaje.

Agrega que antes tenían una tradición el 2 de noviembre, cuando para relajarse después de los días más “movidos” del negocio, salían disfrazadas a las calles, paseando con la demás gente.

Dice que era muy divertido, pues incluso les pedían tomarse fotografías con ellas. Sin embargo, de un tiempo a la fecha ya no han podido hacerlo, debido a que su hermano, quien también tiene un negocio similar debe de atender su local, y tiene poco tiempo para salir a divertirse.

Es la temporada alta de disfraces y llegarán muchas personas preguntando por sus productos, más allá si se trata de una tradición importada,ya es más una forma de pasarla bien.

arq

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