El 28 de octubre, la ermita de La Noria, en el municipio de El Marqués, volvió a llenarse de fe. Miles de personas llegaron desde distintos puntos de Querétaro y estados vecinos para honrar a San Judas Tadeo, el patrono de las causas difíciles y desesperadas. A pie, en bicicleta, en triciclo o en automóvil, los fieles cumplieron con sus mandas y agradecieron los milagros que atribuyen al santo de la túnica verde.

Autoridades locales estimaron que cerca de 100 mil personas visitaron el santuario durante el fin de semana. Desde temprano, las calles se llenaron de veladoras, flores, imágenes y música religiosa. Algunos peregrinos portaban túnicas verdes; otros caminaban descalzos, en silencio, bajo el sol. Todos con el mismo propósito: pedir o agradecer un favor concedido.

“Para mí San Juditas es fe, esperanza, amor, la pasión. Él me cumplió el milagro de que encarcelaran a los que mataron a mi hermano. Hoy vengo muy agradecido, pagando la manda que le prometí. Caminé desde San Pablo, junto con mi agrupación, y me siento muy satisfecho. Es algo que no se puede explicar, sólo sentir”, contó Luis Ángel Hernández Suárez, originario de Querétaro.

FOTO. FERNANDO CAMACHO
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El ambiente en la ermita fue de hermandad; familias completas llegaron con niños, adultos mayores y personas enfermas. Algunos llevaron comida para compartir con los demás peregrinos, mientras otros repartieron tamales o tortas como ofrenda. Entre los asistentes se encontraba Saturnino Cruz Huaritán, quien desde hace más de una década acude al templo para agradecer por su trabajo.

“Nos dedicamos a vender tamales oaxaqueños y cada año venimos a darle gracias a nuestro patrón. Siempre le traemos un poco de lo mucho que él nos da. Le pedimos salud y trabajo, y nunca nos ha faltado. Desde 2014 no ha habido un año en que faltemos”, relató. Llegó desde La Loma, acompañado por su familia, y repartió tamales como símbolo de gratitud. “Es lo menos que podemos hacer. San Juditas siempre cumple”.

Otros peregrinos acudieron con peticiones más urgentes, buscando alivio o esperanza. Cecilia, vecina de la Reforma Agraria, caminó hasta la ermita para pedir por la salud de su hija recién nacida. “Mi bebé nació prematura, hace un mes. Ayer nos dijeron que su cerebro es pequeño y que tiene líquido. Venimos con mucha fe, entregando todo nuestro cansancio y nuestros pasos, esperando que San Juditas interceda por nosotros. No hay imposibles para Dios, sólo basta un momento. Mi hija ha pasado por algo muy difícil, pero seguimos creyendo”, expresó, rodeada por su familia.

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Para algunos, asistir cada año se ha convertido en una forma de resistencia espiritual. Juana Posas Dorantes, vecina de San José, contó que antes solía caminar todo el trayecto, pero ahora la enfermedad se lo impide. “Tengo problemas en las rodillas y estoy en hemodiálisis. Ya no puedo caminar tanto, pero aun así vengo en Uber con mi familia. Venimos a darle gracias por otro día más de vida. Si Dios me da licencia, ojalá me regrese la vista que perdí por la diabetes, aunque sea un poco. Aquí ando, batallando, pero con fe”, compartió emocionada.

La fe también llegó desde lejos. Mario Suárez Miranda, originario de Iztacalco, Ciudad de México, asistió por primera vez a la celebración en Querétaro. “Venimos con devoción. Siempre hemos sabido que San Judas es muy milagroso, y aunque nunca habíamos venido, quisimos conocer su templo aquí. A veces los milagros no son grandes, sino el simple hecho de seguir con vida y con salud. Ese ya es el mayor regalo”.

FOTO. ESPECIAL
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Entre los peregrinos también estaba Mariela Rangel, de Santa Rosa Jáuregui, quien desde hace seis años cumple una manda en agradecimiento por la salud de su hijo. “Mi hijo Tadeo estuvo en terapia intensiva y desde entonces cada año venimos caminando desde Laurel. Lo hago con mis dos hijos para agradecer las bendiciones que San Juditas nos da. Él nos ha acompañado siempre”, contó.

La festividad, que cada año crece en convocatoria, ha convertido la ermita de La Noria en uno de los principales puntos de devoción en el estado. Desde la víspera del 28 de octubre, las peregrinaciones comenzaron a llegar de distintos municipios. En el camino, los fieles compartieron comida, música y rezos. Algunos llevaban imágenes del santo en andas, adornadas con flores y listones verdes; otros se cubrían con capas y cargaban a cuestas pesadas figuras en señal de promesa.

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Más allá de las cifras y la multitud, la jornada estuvo marcada por los testimonios de quienes aseguran haber recibido una respuesta. Historias de salud recuperada, justicia alcanzada o simples días de vida se entrelazaron con cantos, oraciones y lágrimas. La ermita de La Noria, como cada año, se convirtió en un punto de encuentro entre la fe y la necesidad, entre la esperanza y el consuelo.

“San Juditas nos escucha”, dice Cecilia, antes de regresar al hospital donde está su hija. “Aunque no podamos pasar a verlo de cerca, él sabe por qué estamos aquí. Y eso basta”.

FOTO. ESPECIAL
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