Querétaro, Qro.

Norma Corona observa a la gente que acaba de salir del templo de La Cruz. Es un pequeño grupo de turistas, quienes escuchan a un guía. La vendedora de espinas en forma de cruz, artículos religiosos y dulces, confía que el próximo año sea mejor para todos y para ella en lo particular, pues la emergencia sanitaria la llevó a tal grado de premura económica que tuvo que vender una casa para poder sobrevivir.

En el atrio del templo hay poco movimiento. Los vendedores de artesanías esperan a que los pocos visitantes se acerquen con la esperanza de comprar algún producto.

Dice que a ella el gobierno le dio una casa, que tuvo que vender a muy bajo precio para poder solventar las necesidades durante los meses que ni ella ni su esposo pudieron salir a trabajar a la calle. “Me la compraron en pagos, dinero que no supo para nada”, agrega.

Norma pide con voz amable unos minutos. Están cerrando una venta. Luego dice que las ventas han sido bajas. Quienes venden en la zona viven principalmente del turismo, de los visitantes, que en estas fechas, en otros años, eran abundantes. Pero este 2020, con la emergencia sanitaria por el Covid-19, la mayoría no viaja.

A un costado del templo, una joven mujer con un niño en brazos pide dinero mientras “se monea”. Los contados visitantes apenas si notan su presencia. Norma la observa, justo en el momento en el que la mujer busca un lugar en la sombra, pues el sol comienza a ser molesto.

Comerciante desde hace siete años en el templo, explica que de ahí “sale” para mantenerse ella y su esposo, quien también tiene un empleo en la vía pública. Dice que durante el confinamiento recibió ayuda de vecinos y personas que la conocían y la apoyaron para sobrevivir.

“Me buscaban y veían la manera de llegar a mi casa. Me apoyaban económicamente, me llevaban despensa, y un poco la familia, ya sabe. Tengo a mi hijo y mi esposo que trabaja de ‘viene, viene’”, indica.

A su marido también le afectó el cierre, pues su área de trabajo es alrededor de La Cruz, y con todo cerrado no había movimiento de automovilistas en la zona.

Norma acude de lunes a sábado a vender en el atrio, aunque en estas fechas, y a pesar del alto número de contagios de Covid-19, debe acudir a vender todos los días para salir adelante.

Una buena temporada para vender era precisamente a fin de año, con las fiestas decembrinas, cuando muchos turistas de otros estados del país visitan la ciudad de Querétaro. Este año fue diferente. Las calles lucen vacías de turistas foráneos. Son contadas las familias o grupos de paseantes que recorren las calles del primer cuadro de la capital queretana.

Un radio acompaña la jornada de trabajo de Norma. Lo escucha a un volumen bajo, pero suficiente para alegrar un poco el tiempo que la mujer pasa afuera del atrio, esperando clientes, para las cruces decoradas con un Cristo.

Norma lamenta que esta pandemia también afectó otras fechas que representan buenos ingresos por los visitantes, como Semana Santa, o las fiestas de La Cruz en septiembre, entre otras festividades importantes y que llevan gran cantidad de personas al templo.

Dice que también sus proveedores se vieron afectados, pues al no tener ventas no pueden comprar a los artesanos que hacen las piezas que vende. Es una cadena de producción en la cual todos se ven afectados.

Comenta que antes de vender pedía dinero en las calles, pero un señor que conoció la apoyó para que comenzará a vender dulces y artículos religiosos. Así logró mejorar sus ingresos.

La mujer precisa que los curas del templo no le dicen nada por vender ahí, dejándola ganarse el pan en ese lugar. Aunque recuerda que en un inicio sí había un sacerdote que le pedía quitarse de ahí, pues no podía estar vendiendo en ese sitio. “Hay de todo, pero gracias a Dios sigo en la lucha”.

Norma padece síndrome de Guillain-Barré, con distrofia muscular. A los siete meses de edad se enfermó. Señala que su madre enfermó de neumonía y le dio leche materna y causó una reacción en su organismo. Indica que su salud es buena, que ocasionalmente se enferma.

Madre de tres hijos, dos mujeres y un hombre, comenta que la mayor es quien más cercanía tiene con ella, teniendo mucho apoyo.

Norma observa con atención a las personas que llegan al templo. Una familia mira la mercancía de la vendedora con atención, pero siguen de largo, sin detenerse a preguntar el precio de las piezas que oferta la mujer.

Norma no pierde el ánimo. Confía en que la situación mejore, que las condiciones sanitarias sean diferentes, para que la gente pueda salir con más tranquilidad y en mayor cantidad, y que la economía de todos mejore.

“De esto es de lo que vivimos, y si no se quita esto de la pandemia, de qué vivimos. Ahorita otra vez casi nos quieren volver a encerrar. Ahora sí me ando muriendo”, añade la vendedora.

“Espero que este año nos vaya mucho mejor. Por lo menos de este 2020 ya salimos, arrastrándonos, pero salimos… Tenemos que buscarle”, agrega.

La mujer regresa a su actividad, esperando que los clientes lleguen, que la pandemia termine, que la economía de todos mejore en el estado y el país. Esperando que las cosas vuelvan a la normalidad, confiando, teniendo fe que así será.

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