La Colgada, una comunidad ubicada a mil 677 metros sobre el nivel del mar, en el municipio de Pinal de Amoles, en el corazón de la Sierra Gorda, decenas de mujeres han decidido hacer de sus manos su principal herramienta de trabajo al formar el “Centro de bordados hechos a mano con motivos de la naturaleza”.
Este espacio, ubicado en una colina, sobre la ladera de un cerro, donde lo rodean caídas libres de árboles, tierra y naturaleza, fue construido este centro, en el que las mismas mujeres colaboraron para su construcción, pues ellas mismas talaron árboles, cargaron piedras y le dieron forma.
Hoy este lugar les permite tener un espacio en el cual reunirse a bordar muchas de las artesanías que se comercializan en la Sierra Gorda, pero también en otros lugares del estado de Querétaro y México.
Doña Susana Villeda comenta que ella tiene 20 años en el taller (desde su fundación), mucho antes de que se construyera el centro, recuerda que antes bordaban en la calle, “donde hubiera una sombra, una pared para sentarse”, en las escuelas, en la capilla.
“De ahí pasó tiempo y entonces rentamos una casa y ahí pasamos tres años trabajando, y cuando empezamos a trabajar en esta casa, cuando se terminó esta casa, fue cuando agarramos nuestras chivas de ahí y nos vinimos para acá.
“Nosotros arrastramos los palos, este era un bordo que quedó, nosotras a puro pico vinimos a escarbar”, relata.
Fue la maestra que les enseñaba en ese entonces, quien las fue guiando en cómo construir este lugar que ellas consideran su casa, el cual cuenta con tres pisos, una cocina en el sótano y un baño seco.
En ese entonces, cuando se construyó la casa, eran 30 mujeres las que conformaban este taller, pero muchas han ido abandonado el lugar y ahora son 17 las que se encuentran diariamente trabajando.
Doña Susana y doña Reyna García comentan que por la pandemia de Covid-19 el taller se mantuvo cerrado y fue apenas en marzo de este año cuando volvió a abrir sus puertas, por lo que, por dos años, ellas dejaron de tener un ingreso, que si bien reconocen que en su mayoría es un dinero que sólo es una ayuda, porque la mayoría tiene otras actividades, hay mujeres para las que sí representa el sustento de su hogar.
“Casi no hay quien quiera entrarle porque es pesado el trabajo, estos días pasados me la pasé tres días diario cortando. Casi todo el trabajo de bordado nos lo llevamos a la casa, nada más se pinta, se ponen los hilos, una corta, otra pinta y otros ponen hilos y ya nos los dan para llevarlos a la casa”, detallan.
En el taller se pueden encontrar diferentes manualidades, desde cojines, blusas, bolsas, cinturones, servilletas, llaveros, cosmetiqueras, entre muchas otras cosas; sin embargo, las artesanas comentan que son los cojines y las blusas las que más se venden, pues la mayoría de sus productos son sobre pedido y actualmente se está en pláticas con la Casa Queretana de las Artesanías para poder vender sus creaciones.
“Somos famosas”, dicen entre risas doña Susana y doña Reyna, pues comentan que han tenido pedidos para el extranjero, como el más reciente que recibieron desde España, país al que enviaron blusas, vestidos y manteles.
Dora Maqueda es una de las mujeres más jóvenes que trabajan en este taller y, a pesar de su corta edad, es una de las fundadoras del grupo, pues lleva 16 años como parte de él, entró cuando tenía 16 años para ayudar a su mamá y se quedó.
Hoy su función es pintar los dibujos que van a llevar los productos que ahí fabrican, aunque también le hace a la bordada, porque “para bordar, nos ayudamos todas”.
Detalla que los dibujos están inspirados en aves, flores y la naturaleza que se encuentra en la región, de ahí que el taller se llame Bordados hechos a mano con motivos de la naturaleza.
“Yo entré aproximadamente cuando tenía 16 años, ya tengo 16 en este taller, entré porque mi mamá estaba dentro y le empecé a ayudar a bordar, de hecho no teníamos nada de esto, trabajábamos en la calle”, dice.
Evangelina Balderas es la encargada de hacer toda la costura en el taller, recuerda que cuando entró al grupo todo se hacía a mano, hasta la costura, lo que hacía más complicado y más tardado el producto.
Sin embargo, ante los crecientes pedidos que seguían llegando, se tuvo que buscar la forma de adquirir una máquina (para lo que los apoyó el Grupo Ecológico Sierra Gorda) y es ella quien se encarga de hacer esta labor desde hace 15 años.
Ella señala que el taller representa para ella también un apoyo en su economía, sobre todo durante la pandemia cuando se cerró el taller y que en ocasiones faltaba el trabajo para su esposo, por lo que “ella salía adelante con los trabajos que hacía”.
Doña Ecolástica González es otra de las mujeres que trabaja bordando en este taller, comenta que en su caso, también pertenece a La Colgada, pero de una de las comunidades más alejadas, pues para llegar al taller le toma una hora de camino, una labor que realiza con gusto porque “es nuestro trabajo y nos gustó entrarle a bordar”.