Miguel Ángel Juan Pascual espera bajo la sombra de los árboles de la colonia Carretas a los clientes que buscan artículos de limpieza. En su triciclo, el joven de apenas 18 años ofrece en las calles de la ciudad escobas, trapeadores, mechudos y plumeros. Asegura que los últimos meses han sido complicados. “La gente tenía miedo de salir a la calle a comprar”, dice el vendedor, aunque los nuevos tiempos no terminan por mejorar.

Los plumeros con colores vistosos, las escobas multicolores, los trapeadores y mechudos están acomodados en el triciclo que maneja Miguel Ángel, originario del Estado de México, y que vende, junto con otras seis personas, productos de limpieza para el hogar en diferentes colonias de la capital queretana.

Dice que incluso llegan a vender en Juriquilla, hasta donde pedalea en su triciclo. También lo hace en zonas altas como Milenio. Señala que no se le hace pesado, a pesar de verse complicado al maniobrar el triciclo con todo el peso que lleva.

La “flota” de vehículos pasa por las calles empedradas de la colonia. No son muchos. Hay poco movimiento.

“Dentro de casa uno enferma de pensar que no hay qué comer”
“Dentro de casa uno enferma de pensar que no hay qué comer”

Comenta que las ventas en los últimos meses han descendido a la mitad. Pero ello no impide que el joven vendedor, con dos radicando en Querétaro, salga a las calle a vocear sus productos.

Miguel Ángel observa la camioneta que se aproxima por la calle. Espera que se detenga y le compre algo. Ésta pasa de largo. Las calles de Carretas lucen casi vacías. Algunas personas, en solitario, caminan por las banquetas o en el camellón de una de las avenidas principales de la zona.

Muchas de las casas están en silencio. Apenas se escucha a lo lejos música. La mayoría de los inmuebles ya son usados como oficinas. Miguel Ángel escucha música a través de su teléfono móvil. Se sienta sobre una piedra mientras espera a ver si llegan los clientes.

Los triciclos con escobas, trapeadores y plumeros se han hecho habituales en el paisaje de la ciudad de Querétaro. Sus operadores, haciendo gala de fuerza y equilibrio, avanzan por las calles, hasta llegar a ciertos puntos donde gracias al espacio pueden instalarse por unas horas.

A pesar de que las personas ya salen más a las calles, las ventas no mejoran para Miguel Ángel y sus familiares, pues todos quienes se dedican a esta actividad son parientes.

Explica que una jornada laboral comienza a las 10 de la mañana y termina a las cinco de la tarde, durante toda la semana. Comenta que no hay un día de mejor venta, pues es variado, aunque en los últimos meses es muy raro el día en el cual las ventas sean mejores.

Pasan más de 15 minutos y ningún cliente se ha acercado siquiera a preguntar los precios de los productos.

Mientras, Miguel Ángel dice que durante este tiempo no recibieron ningún tipo de apoyo por parte de ninguna autoridad. Tuvieron que salir a trabajar. “Uno estando dentro [en confinamiento] se enferma más, de pensar que no se tiene para comer”. Narra también que decidió ya no estudiar porque no le llamó la atención. Prefirió trabajar luego de estudiar el primer año de preparatoria en Toluca.

Comenta que el trabajo, además, tienen sus bemoles. En ocasiones los inspectores municipales les llegan a quitar sus triciclos, por estar vendiendo en la vía pública, los que recuperan después de pagar una multa, aunque también se pierde un día de trabajo y las ventas del mismo.

En esos momentos, en la calle a lo lejos, se ve una unidad de la policía municipal. Miguel Ángel la mira sin preocupación, pues sabe que los uniformados no le dicen nada. La patrulla pasa frente al triciclo.

“Dentro de casa uno enferma de pensar que no hay qué comer”
“Dentro de casa uno enferma de pensar que no hay qué comer”

Los uniformados se limitan a verlo, sin intenciones de bajar. No está cometiendo ningún ilícito. Simplemente se está ganando la vida, como muchos habitantes de Querétaro que, en la calle tratan de sobrevivir a la crisis económica causada por la crisis sanitaria.

Miguel Ángel comenta que al menos una vez al mes visita a su familias. Sus padres, señala, le dicen que trabaje duro.

Sobre Querétaro, afirma que le gusta el clima, pues en Toluca hace mucho más frío, mientras que Querétaro tiene temperaturas más benignas durante estas temporadas.

El joven comenta que este trabajo es temporal, mientras hacen un negocio más grande. Sobre la posibilidad de contar con un local, Miguel Ángel apunta que se aburre estando encerrado, que le gusta estar en la calle vendiendo sus productos. “Me gusta moverme de aquí para allá”.

Miguel Ángel vuelve al lugar donde estaba sentado. Vuelve a colocarse los audífonos, de donde se alcanza a escuchar música mexicana. Mira la pantalla de su teléfono celular-reproductor de música. Luego observa hacia la calle vacía, cuyos árboles le brindan sombra y una vista tranquila, mientras espera a los clientes del día, como todos los días, ya sea en Carretas, Pathé, Milenio o Juriquilla, en donde sea, con tal de obtener un ingreso para los gastos más elementales.

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