Desde hace más de 30 años, Martín Villaseñor Rivera se ha dedicado al encuadernado de libros, uno de los oficios más antiguos de la humanidad y también de los más vigentes, aún en tiempos donde la tecnología y la era digital lo han abarcado todo.

Desde que tenía 10 años se involucró en este oficio, pues su padre, José Villaseñor Bustamante, era el encargado de la imprenta de gobierno y director del periódico oficial La Sombra de Arteaga; ahí no sólo aprendió a imprimir en papel, también conoció a otros encuadernadores de los cuales replicó la labor a lo largo de los años.

Cuando se sintió capaz de encuadernar por sí solo, comenzaron a llegar los primeros clientes; algunos de esos primeros compradores aún asisten a su taller en Nicolás Campa #48-B Sur, en el centro de Querétaro.

“Yo amo mi trabajo, este oficio tan hermoso me ha dado todo, después de tantos años de ser encuadernador, siento que nunca he tenido que trabajar, porque siempre he hecho lo que me apasiona”, comenta.

En estos más de 30 años, Martín ha recibido en su taller todo tipo de libros, desde verdaderas reliquias del año 1400, hasta tesis recién impresas y listas para encuadernar.

El proceso de encuadernado es distinto, dependiendo del estado del libro. Por lo general el costo promedio ronda los 200 pesos, y aumenta dependiendo del material con el que cada cliente quiera que encuadernen su libro. Puede, por ejemplo, encuadernarse con distintos tipos de pieles, y elegir el tipo de grabado o impresión.

“Algunos libros llegan en muy mal estado y eso implica más trabajo; en algunos casos tengo que planchar las hojas, es un trabajo artesanal, algo que no puede hacer ninguna máquina. El encuadernado en sí puede llevarme 2 horas, después de eso debe dejarse secar y reposar, y eso se lleva otras horas más”.

Desde sus inicios, Martín Villaseñor ha encuadernado cientos de libros para clientes particulares que, por ejemplo, buscan encuadernar algún libro de su biblioteca personal, o algún manual de trabajo como es el caso de los arquitectos o ingenieros. Sin embargo, los clientes principales son instituciones de gobierno, universidades e iglesias, pues requieren encuadernado de biblias, tesis o bitácoras y actas de trabajo, en el caso de las dependencias de gobierno.

Aunque es verdad que la tecnología no ha desplazado el oficio de encuadernador, sí ha obligado a Martín a actualizarse en cuanto a técnicas de impresión, pues durante los últimos años son varios los clientes que desean imprimir alguna foto o diseño en la portada de sus libros. Técnica que ahora también realiza Martín Villaseñor.

Martín concluye que su oficio sigue vigente a pesar de la tecnología y, de hecho, confiesa que nunca se ha quedado sin trabajo, a excepción de los meses del confinamiento obligado por la pandemia.

“Este es un trabajo que siempre se ha requerido, a pesar del internet y de la tecnología, continúa el amor por tener un libro en tus manos, muchos de mis clientes vienen por eso, porque quieren tener sus bibliotecas en buen estado. En el caso de las instituciones de gobierno, escuelas y de más, ellos aún utilizan estas entregas en físico, yo creo que esto seguirá así durante muchos años más”.

“Yo nunca había afrontado una crisis como la que viví hace unos meses por lo del Covid, en ese momento, como nunca me había pasado, llegaba a mi taller y no tenía trabajo, no tenía qué hacer, fueron meses muy duros, yo tenía mis ahorros pero se acabaron. A finales del año pasado fue cuando se empezó a componer un poco la situación, pero algo así nunca me había pasado, ni con la llegada de las tabletas y el internet”, destaca.

Después de tantos años de trabajo, Martín considera que la mayor ganancia que ha obtenido de su oficio es el conocimiento, más allá de su salario como encuadernador, tener su propio taller o poco a poco adquirir la herramienta y maquinaria necesaria; reconoce que ha conocido a grandes colegas de los cuales aprendió múltiples técnicas, incluso advierte que todavía aprende cosas nuevas.

Reconoce que todo su conocimiento no ha podido transmitirse a una generación siguiente, pues sus hijos han optado por oficios y profesiones distintas, sin embargo, ve en uno de sus nietos, unas leves chispas de interés por el trabajo artesanal que realiza.

“Mis hijos han elegido cosas distintas, uno de mis nietos es el que está interesado en aprender el oficio de encuadernar, pero todavía es joven. Me encantaría transmitir todo lo que he aprendido. A las personas yo les diría que amen su trabajo, más bien que trabajen en lo que verdaderamente aman, esa es la verdadera recompensa”, dice.

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