Lorenzo Lucio, artesano quien vende sus productos en el centro de Querétaro, afirma que ningún gobierno y ninguna ley protegerá a la sociedad si los mismos ciudadanos no se hacen responsables de su propio cuidado, al tiempo que señala que tanto él como sus colegas salen a vender por necesidad, pues a pesar de los riesgos deben de buscar el sustento para sus familias.

Lorenzo, originario de Santiago Mexquititlán, en el municipio de Amealco de Bonfil, se ubica en su carrito sobre el andador Libertad. Explica que por recomendación de las autoridades y para que todos los artesanos puedan vender, la mitad de ellos se instala sobre los andadores, su lugar tradicional de venta, mientras que otra parte se ubica en la Plaza Constitución.

Señala que desde hace 25 años vende en la ciudad, y no recuerda una situación semejante. Indica que por lo regular en enero y febrero las ventas no son buenas, pero en esta ocasión han disminuido de manera considerable pues los turistas, aunque no ausentes en su totalidad, sí disminuyeron de manera visible.

Además, comenta, hay inequidad en el trato a los artesanos, pues mientras ellos deben de cumplir con los protocolos para evitar la dispersión del virus SARS-CoV-2, a otros artesanos que vienen de otras partes no les ponen restricciones, siendo una competencia desleal, trabajando desde la mañana hasta la noche.

“No nos aplicó igual [la medida de suspender actividades a las cinco de la tarde] en diciembre. Inclusive a nosotros nos tienen aquí a tal hora, sino lo hacemos nos multan. En cambio a los otros compañeros artesanos, que vienen en esta temporada, los dejaron hasta las ocho de la noche, mientras que a nosotros hasta las cinco… el mismo gobierno se contradice y nos perjudica a nosotros”, comenta.

Indica que vendan o no, ellos se instalan. Apenas, sostiene, sacan para comer. En su caso vende sólo el 30% de lo que vendía antes de la pandemia.

“Es fácil decir para nuestros gobernantes ‘cierren’, pero ellos tienen un sueldo, a ellos no les afecta. Pero nosotros que estamos aquí, en la banqueta, en la vía pública, sí nos afecta”, explica.

Recuerda que ellos estuvieron sin poder vender durante tres meses. En ese lapso, dice, la ayuda que recibieron fue poca: apenas una despensa para toda una familia que duró muy poco.

Durante este tiempo, asevera, gracias al uso de las redes sociales pudo vender productos. Le hacían pedidos y los entregaba en la Alameda a los clientes que compraban durante el confinamiento.

La modernidad y el uso de las nuevas tecnologías les ayudó a solventar algunos de los gastos durante todo el tiempo que no salieron a las calles.

Por la calle son escasos los paseantes. Esa calle es utilizada en su mayoría por turistas y por algunos ciudadanos que caminan rumbo a avenida Corregidora.

Una pareja se detiene frente al puesto de Lorenzo, pregunta por algunos productos y se marcha. No se concreta la venta.

Apunta que son 87 artesanos. Se dividen para poder trabajar con la sana distancia y recuperar un poco de lo perdido en el último año. Dice que, por fortuna, a pesar de la cantidad de contagios diarios de Covid-19, ningún artesano se ha enfermado hasta el momento, a pesar del contacto frecuente con muchas personas que todos los días pasan por el lugar.

Incluso, en un momento cuestiona la existencia del virus SARS-CoV-2.

Sostiene que ocasionalmente pasa “una bolita” de personas que se nota que no son queretanas.

Pronto sus palabras se convierten en realidad; una guía de turistas explica, en inglés, a una pareja de extranjeros que los artesanos ahí asentados elaboran las tradicionales muñecas de Amealco, en específico de Santiago Mexquititlán.

Lorenzo, al igual que muchos otros comerciantes, pide que lo dejen trabajar. “Los que nos tenemos que ir, nos tenemos que ir. Nací bien, pero cuántas cosas le puso a mi organismo que daña mi cuerpo. Ahora que viene esta enfermedad [la Covid-19] me va a tener que llevar porque ya tengo dañado todo el organismo”, dice casi de manera estoica.

El bullicio del andador Libertad, con sus puestos de artesanías, gente caminando y comprando los productos, son imágenes de un pasado que parece lejano para quienes ahí se ganan la vida.

Entre sus compañeros, dice, hay de todas las edades y con comorbilidades que los exponen a mayores complicaciones en caso de enfermar de Covid-19.

Añade que en su caso, cuando regresa a su domicilio se lava las manos, se cambia de ropa. Dice que la gente es quien debe de hacerse responsable de sus hábitos de higiene, para evitar contagiarse. Usar cubrebocas, lavarse las manos, mantener la sana distancia, es parte fundamental para detener la pandemia, porque “ningún gobierno nos va a venir a cuidar”.

“Si nosotros hicieramos esto [seguir reglas], otra cosa sería. Otra de las cosas que no me gustan es que van al hospital, se forman para atenderse, mientras que en los minisuper otros se forman para adquirir cerveza y hacer reuniones. También hay que poner un poco de nosotros. Calmémonos, pero cuando nos enfermamos, culpamos al presidente”, enfatiza el artesano, quien confía en que la situación mejore pronto para todos.

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