Se trata de conectar la mano con el alma, dice el maestro Carlos Ramón Vorraber, artista plástico que da clases de pintura a niños, en especial a aquellos que tienen alguna discapacidad, para ayudarlos a través del arte a socializar e integrarse más a su entorno.

Carlos, de origen argentino, termina la clase con Fátima. La pequeña finaliza los trazos de su cuadro. El maestro explica que ofrece clases personalizadas y dedica una hora a cada menor que se acerca con interés en el mundo del arte.

“Doy tanto clases a niños, como a personas que tienen alguna discapacidad. Desde niños índigo hasta niños con Down. Los cursos son personales, nunca son clases en las que haya cuatro, cinco, seis personas, porque a cada individuo hay que tratarlo independientemente. En vacaciones vienen más niños, pero durante todo el año vienen también adultos mayores y gente joven”, apunta.

El maestro destaca el trabajo con los niños, porque cuando comienzan necesitan más apoyo y es cuando se puede dar cuenta si tienen más talento, pues hay menores cuyos padres no saben que tienen ese potencial.

“Pero de todas maneras, la pintura no es sólo que quieran pintar. Es un cable a tierra muy importante. Ellos vienen y se sienten como en terapia, tanto las personas mayores como los jóvenes que encuentran y dirigen otras emociones a través de la pintura”, comenta.

La madre de Fátima explica que a su hija le han sentado muy bien las clases de pintura. La pequeña debe tener actividades, pues su temperamento es fuerte. La clases le han servido, dice. Ya lleva elaborados varios cuadros y se siente mejor, a un año de iniciarse en la expresión artística.

El maestro Carlos dice que no sólo a los niños con alguna afección motora o cognitiva les sirven las clases, pues a los menores con estrés o ansiedad la pintura les hace conectarse con otras emociones.

“Es una cosa sensacional terminar el día, trabajar con un niño con síndrome de Down te llena el día, te deja completo. Terminas a las seis y no terminas cansado. Es increíble”, cuenta.

Uno de los cuadros que está en la galería donde trabaja Carlos fue realizado por un niño con síndrome de Down. La pieza muestra un sol rodeado de auras de diferentes colores. Una pieza de una belleza y colorido que destaca.

A la fecha, dice, han pasado más de 15 alumnos suyos con Down. Es una experiencia única, pues los chicos son entusiastas y dan tanto de sí que lo dejan muy satisfecho. “Todo el mundo debería de ser como los niños Down, porque lo dan todo. Es pura sonrisa y siempre quieren aprender y siempre le echan mucho [empeño] más que otros. Cuando viene un chico con alguna discapacidad, ellos te dan todo, hacen las cosas bien, te ponen atención y te dan todo”, enfatiza.

Precisa que hablando con las familias de estos chicos puede notar que su conducta cambia. Los menores están más tranquilos, además de que interactúan más con las personas y a través de la pintura se expresan sus emociones.

“Aunque muchos digan que los chicos no pueden, tienen un pulso fantástico para mantener un trazo y el tema de los colores lo tienen mejor asumido. Siempre son buenos resultados”, asevera.

Dice que es muy difícil trabajar con un grupo, por lo que prefiere trabajar de manera individual con cada niño o con cada alumno. Añade que no cobra mucho, pero lo que “se hace, se hace bien”.

Los niños, explica Carlos, muestran a través de la pintura lo que tienen dentro. A veces muestran que tienen problemas familiares y por la forma de reaccionar también revelan falta de amor o que quieren ser independientes.

Algo muy importante, resalta el maestro, es que durante el tiempo de la clase los teléfonos celulares no existen. Si es así, no hay clase.

“Como lo es para nosotros, para ellos la pintura es un cable a tierra. En la medida en la que ellos capten la onda de lo que están haciendo y les guste, salen adelante. Puede que no sean pintores, pero siempre se acordarán de sus obras. Todo mundo se llevan sus obras”, asevera.

Resalta también que él no deja que hagan garabatos. Deben de ser trabajos de calidad, tienen que trabajar muy bien, puntualiza.

Carlos explica que incluso para personas con ansiedad, la pintura ayuda como terapia para bajar esas emociones negativas que se tienen dentro. Es una catarsis de los sentimientos y las emociones.

Añade que en su caso, para pintar se tuvo que refundar, cambiar totalmente. Ahora hace yoga, ejercicio, come sano. El problema de las emociones no exteriorizadas, dice, es que se quedan y no se sabe manejarlas. Además hay que cultivarse, pues el mundo de hoy con sus “necesidades” materiales lleva a que la gente se sienta mal emocionalmente casi siempre.

“Es conectar el corazón con la mano, que es lo que nosotros tratamos de hacer con los alumnos, conectar el corazón. Puedes estar pintando algo, pero tu mente puede estar en otra cosa, pero a tu corazón no lo engañas, no lo vas a engañar nunca.

“Te metes en un tema difícil al hablar de sentimientos y cosas que no son para un pintor. Pero sí lo son cuando das una terapia… hay cosas muy puntuales que podemos resolver con la pintura”, dice.

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