Benjamín Núñez Zúñiga, Don Benja, prepara una taza de café. La bebida humeante y aromática es entregada al cliente, quien hace a un lado el cubrebocas para beberlo. El encargado de la cafetería dice extrañar el ambiente que había en el local, cuando los clientes llegaban, pedían su café y se sentaban a leer el periódico en alguna de las mesas. Esos placeres tan sencillos para muchos fueron arrebatados por la pandemia del Covid-19.

Benjamín comenta que tiene sus mesas guardadas en el “Petit Café”, pues la gente aún no se anima a salir y sentarse a tomar un café. Son pocos quienes lo hacen, casi todo el consumo es para llevar.

“Empezó a haber un poco de gente, pero a mediados de julio se dijo que otra vez volvíamos a semáforo rojo y volvió a haber poca gente caminando, o buscando qué comprar o venir a tomar café.

“Las mesas [las pocas que están afuera] están solas. Es poca gente. Es difícil económicamente. Emocionalmente pesa.

“Hace falta que la gente se sienta más segura, que esta situación pase”. expresa.

Una mujer que estaba afuera, ocupando en solitario una mesa, entra para pagar su café y comprar unas galletas.

Por la familiaridad con la que platica con Don Benja, podría ser una clienta frecuente del café. Se despide con un “hasta luego”.

En 16 años con la cafetería en Plaza de las Américas, el hombre señala que no recuerda una situación semejante ni siquiera con la epidemia de influenza AH1N1 ocurrida en 2009.

“Las ventas han disminuido 70%; de hecho, hubo que poner dinero para comer de otras fuentes, porque sin ingresos no se puede”, comenta Don Benja.

Asegura que, en su caso, cerró el negocio porque en su familia hubo una reunión, donde determinaron que los mayores, en este caso él y su esposa, permanecieran en aislamiento, pues al ser un negocio de alimentos no estaba obligado a cerrar, pero lo hizo para cuidarse.

Cuando se decidió por parte de las autoridades la apertura de negocios no esenciales hubo otra reunión familiar, en la que se decidió que ya era hora de abrir, aunque con un horario reducido, de 9:00 a 20:00 horas, cuando antes era de 8:15 a 21:00 horas, de lunes a sábado (aunque los sábados cierran más temprano).

Adiós a los pequeños placeres
Adiós a los pequeños placeres

Los domingos, de momento, permanecen cerrados. “Hay muchos clientes que han venido y prefieren llevárse el café”, dice.

La crisis económica por la emergencia sanitaria ya pasó factura a sus vecinos comerciantes, pues el negocio frente a su cafetería está cerrando y el que se ubica en la esquina cerró hace tres meses.

Uno más cerró el primer día de agosto; incluso, un negocio de comida china bajó la cortina desde marzo, recuerda Don Benja.

“La cosa ha cambiado mucho. No estamos en condiciones de estar muy contentos, pero hay que ser optimistas, de que las cosas van a mejorar”, apunta.

Agrega que no recibieron apoyos gubernamentales a pesar de que escucharon sobre ellos.

“Además, uno ya está viejón y no sabe uno cómo meterse a ciertas cosas, pero ahí vamos”, afirma.

Don Benja estima que a mediados de diciembre la situación podría mejorar, aunque no sería de la misma manera que en diciembre del año pasado.

“Habrá, eso sí, ingresos especiales para mucha gente, como todos los años, para quienes tengan trabajo, porque hay muchos que ya no lo tienen.

“Por ejemplo, de mis clientes que venían a leer el periódico ya no vienen porque no estoy comprando el periódico porque no hay quién venga con calma a sentarse a leer. Tenía libros, me los llevé a mi casa, tenía revistas”, recuerda.

El hombre dice que extraña esos tiempos, por la vista, por el movimiento y por los ingresos que percibía. “Ojalá la situación pronto mejore”, destaca.

Alrededor del café de Don Benja hay otros negocios de alimentos. Permanecen abiertos, aunque la cantidad de personas que visitan la plaza todavía son pocas, a pesar de que muchas salen de compras.

Don Benja espera que sus clientes vayan regresando poco a poco. De clientes habituales, dice, han regresado un matrimonio contemporáneo de él.

“Se escapan una vez a la semana, vienen a tomarse su café y luego, a guardarse otra vez”, explica.

“La gente grande teme contagiarse si no cuida. Los chavos, he visto mucho relajo entre ellos, parece que no lo creen. Ojalá recapaciten, porque muchos de los que están contagiando a grandes son los chavos fiesteros, hasta donde he oído”, precisa.

La taza de café se vacía lentamente. Son pocos los clientes que llegan. Cosas tan sencillas como tomar un café es complicado en la nueva normalidad. Muchos clientes aún sienten temor de salir, de sentarse en una mesa, de ver a otras personas, de degustar una bebida al aire libre.

Las mesas de Don Benja tendrán que esperar, al igual que muchos de sus compañeros locatarios, quienes desean que los tiempos mejoren, que las mesas se vuelvan a llenar con comensales que disfrutan del café, de los helados, de la conversación, así como de las reuniones con amigos.

En tanto, los pasillos de la plaza están semidesiertos. La nueva normalidad aún no se hace presente para los comerciantes que sobrevivieron a la cuarentena.

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