“Mi mamá nos dice que cuando se embarazó de nosotras todo fue muy normal, sin ningún problema. No le habían avisado que fuéramos sordas o que tuviéramos alguna discapacidad. Lo que sucedió fue que a mi mamá le tuvieron que poner una inyección en el momento del parto y eso nos afectó”, dice Isabel, mientras sus dedos, manos y brazos relatan su llegada a la Universidad Politécnica de Santa Rosa Jáuregui (UPSRJ), al lado de su hermana gemela, Lupita.

Con una sonrisa, las gemelas mueven con fluidez las manos y se expresan en lenguaje de señas mexicanas, mientras la voz de Laura interpreta sus movimientos.

“Las gemelas”, María Isabel y María Guadalupe Centeno López llegaron de la Ciudad de México a Querétaro para estudiar la preparatoria y formar parte del proyecto de Ossie de la UPSRJ. En la capital mexicana cursaron la secundaria en el Colegio Jesús de Urquiaga I.A.P. (CJU), cuyo modelo educativo contempla la inclusión de sordos, sin embargo, a pesar de tener una continuación para cursar el bachillerato optaron por mudarse a Querétaro por las oportunidades de estudio que representaba el programa Ossie.

“Mi mamá nos preguntó si queríamos venir a vivir aquí a Querétaro, que teníamos que decidir. Nos dijo que iba a estar de acuerdo con la decisión que tomáramos, pero también nos dijo que iba a ser muy difícil vivir aquí porque no íbamos a tener tantas cosas, íbamos a extrañar a la familia y nos hizo ver todo lo que íbamos a pasar; pero aun así, nosotras decidimos venir a estudiar”. cuenta Isabel con sus manos.

La discapacidad de ambas pasó desapercibida al nacer. Aunque las hermanas tenían reacciones comunes como el llanto y la risa, con el paso del tiempo su madre se dio cuenta de que no podían reaccionar a algunos sonidos fuertes. La situación se volvió más evidente cuando iniciaron la escuela y las gemelas ingresaron a un grupo con oyentes.

“Sólo veíamos cómo se comunicaban los compañeros, gritaban y nosotras no sabíamos nada. No sabíamos qué decía la maestra. Fueron unos meses muy difíciles porque estábamos solas. Todos los niños oyentes platicaban y yo veía cómo abrían la boca y no sabía qué estaban diciendo, pero poco a poco lo que sucedió fue que mi mamá se dio cuenta y por eso busco la escuela especial.

“Mi mamá sufrió muchísimo. Entró en una depresión porque tenía mucha ilusión de su embarazo. Ella pensó que éramos oyentes y que íbamos a nacer como todos los niños. Sufrió muchísimo y estuvo muy triste porque no sabía qué iba a hacer con dos hijas sordas, pero no se dio por vencida. Le hablaron de una escuela y fue rápido a investigar qué podían hacer. Nos inscribió y ella entró a clases de lenguaje de señas y aprendió a comunicarse con nosotras”, agregan.

Al cambiarse a una escuela de educación especial, las gemelas tuvieron que aprender el lenguaje de señas mexicanas a la par que los demás compañeros. No obstante, “cuando llegamos teníamos una vergüenza terrible. Todo el mundo nos veía y yo decía: parece que están todos raros y era de verdad muy muy raro… ¡Yo no quería comunicarme con lenguaje de señas! De repente, fue como algo extraño, Cuando convivimos con puro sordo, eso nos abrió mucho la mente. Nos dimos cuenta de que podíamos tener una forma de comunicarnos”, narran.

Aunque en la secundaria el modelo educativo integraba a sordos y a oyentes en algunas asignaturas, la experiencia tampoco fue del todo agradable.

“Fue muy difícil, los oyentes nos veían como ‘¡Ay, los sordos son como discapacitados… qué raro!’, pero poco a poco nosotras nos hemos ido acostumbrando. La experiencia que tuvimos en la secundaria no fue de inclusión, porque tomábamos clases por separado los sordos y algunos días nos integraban con oyentes, pero aquí en la universidad, todas las clases son con oyentes y esto sí es inclusión”, mencionan.

Comunicación incluyente. “Aquí en la universidad nos ha gustado mucho conocer a nuevas personas. En la CDMX teníamos muchos amigos en la secundaria, pero creemos que también es importante abrir nuestra mentalidad. Ha sido muy padre venir aquí. No nos hemos arrepentido”, señala Isabel al mencionar que uno de sus mejores amigos desde la infancia, Alejandro, también decidió mudarse a la ciudad de Querétaro para formar parte de Ossie UPSRJ.

Con el paso del tiempo, y a sus 16 años, las gemelas se comunican de forma fluida y han mejorado en español. Aunque el único miembro de su familia que sabe el lenguaje de señas es su madre, la comunicación no ha sido una barrera”, aseguran.

“Mi papá es un hombre que le cuesta expresarse, pero usa mímica para comunicarse con nosotras, para expresarnos cariño. Con el whatsapp nos está expresando siempre lo orgulloso que se siente de nosotras y tenemos algunos vecinos allá en México, con los que también hemos entablado una buena relación”, dicen las hermanas.

“Me emociona mucho saber que me puedo comunicar con mi familia a pesar de que yo no pueda hablar. Con mi papá no importa porque sabemos que nos ama y que la comunicación en lenguaje de señas no ha sido una barrera. La relación y el intercambio con mi papá no ha sido difícil porque también nos enseñaron a leer los labios y me gusta poder comunicarme con mi familia”, dice Lupita.

Isabel cuenta que buscará continuar con los estudios superiores en la Universidad Politécnica en la Ingeniera de Animación y Efectos Visuales, pues dice que puede pasar horas con la creación de dibujos y diseños. “A veces a mi familia la dibujo como caricatura, pero a mi mamá no… a ella la respeto y nunca la he dibujado en caricatura”, admite con una mueca de miedo, mientras ríe.

En cambio, a Lupita le gustaría estudiar actuación. Anteriormente menciona que participó en un cortometraje como parte de un proyecto en la Ciudad de México, el cual por falta de apoyo no pudo continuarse. De forma más reservada, su hermana menciona que le gustaría que en un futuro toda su familia sepa lenguaje de señas “muy muy bien, para que podamos comunicarnos perfectamente”.

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