“Hace 32 años me tocó vivir el sismo del 85, precisamente un 19 de septiembre. Nunca es nada agradable”, afirma el líder estatal de Morena, Carlos Peñafiel Soto, a quien el terremoto del pasado martes sorprendió en la Ciudad de México, cuando se disponía a acudir a una reunión en la sede de su partido en la capital del país.

Carlos Peñafiel, por su encargo de líder en Querétaro de Morena, debe viajar de manera constante a la Ciudad de México. El pasado 19 de septiembre, el sismo de 7.1 grados en la escala de Richter tomó por sorpresa a los habitantes del centro del país, justo el día en el que se recordaba a las víctimas del terremoto de 1985.

Peñafiel Soto narra que ese día estaba muy cerca de la colonia Roma, y aunque no le tocó ver edificios colapsados y daños graves, sí sufrió el congestionamiento vial que se registró posterior al movimiento telúrico, lo que hacía imposible salir de la zona. Explica que se dirigía a una reunión de trabajo a las oficinas de Andrés Manuel López Obrador, en la colonia Roma.

Él sólo experimentó la sacudida del temblor, pero no sufrió daños.

“Afortunadamente yo nada más sufrí una buena sacudida. Iba a las oficinas de López Obrador. No es un edificio, es una casa de un piso, pero no alcancé a llegar. Me quedé embotellado”, recuerda.

La situación para Carlos Peñafiel no fue desconocida, quizá como para muchos queretanos que estaban en la Ciudad de México ese día y que quizá nunca habían sentido un movimiento telúrico de tal magnitud, a pesar de que en Querétaro se han registrado algunos sismos de cierta intensidad.

El 19 de septiembre pasado, incluso algunos edificios públicos y privados fueron desalojados, así como algunas escuelas, pues la fuerza de dicho sismo alcanzó a la entidad.

Peñafiel Soto recuerda que hace 32 años experimentó el temblor de ese 19 de septiembre, pues en aquel entonces vivía sus años de universitario.

“Hace 32 años me tocó vivir el sismo de la Ciudad de México del 85, precisamente un 19 de septiembre. Nunca es nada agradable, desafortunadamente, aunque a mí no me ha tocado vivir nada desagradable (ahora). En aquel momento (1985) me tocó incluso ser parte de los cuerpos de rescate, pues era estudiante universitario”, precisa.

El martes pasado no vio ninguna desgracia, aunque sí una gran movilización de cuerpos de rescate y seguridad, pues los reportes que daban los medios de comunicación daban cuenta de afectaciones en varios puntos de la capital del país.

Precisa que uno de los edificios que colapsó con el sismo se ubica muy cerca de las oficinas de López Obrador, en la calle de Medellín y San Luis Potosí, muy cerca de la zona en donde se encontraba en ese momento.

Explica que regresó el 20 de septiembre a la una de la mañana, y lo que le llamó más la atención, dice, es que la autoridad de la capital estuvo ausente durante mucho tiempo.

“Lo que observé de parte de los motociclistas y policías de tránsito, tanto del Estado de México como de la Ciudad de México, es que se agruparon y se quedaron quietecitos, mientras toda la ciudad era un caos”, apunta.

Resalta que del cruce de las avenidas Mariano Escobedo y Ejército Nacional a la glorieta de la Diana Cazadora, en Paseo de la Reforma, hizo tres horas y media, por el congestionamiento vial.

“Empezaron a circular las ambulancias. Los automovilistas tratamos de organizarnos solos, orillándonos para abrir un carril para las ambulancias. Obviamente eso nos costaba mucho trabajo. Algo que me impactó es que jóvenes, muchachos entre 19 y 25 años, que salieron de la calle, empezaron a hacer una punta delante de las ambulancias, organizando a los automovilistas, y abriendo un carril. Estos jóvenes empezaron a caminar delante de las ambulancias”, destaca.

Después, relata, “los automovilistas empezamos a entender, y los muchachos empezaron a correr delante de la ambulancias, abriéndoles paso, y para mí fue emocionante ver cómo la sociedad tomaba el control del caos y le abría espacio, con la colaboración de los conductores, abriendo el paso a los vehículos de emergencia. Luego los mismos automovilistas hicimos conciencia y dejamos un carril”.

Lo que muchos automovilistas hicieron aquel martes fue buscar donde estacionarse y esperar a que pasara el caos. Después de más de tres horas la situación comenzó a mejorar. Muchos optaron por buscar algún restaurante abierto para comer algo o tomar un café, mientras pasaban las primeras horas de la emergencia.

“Me tocó ver la forma en la que la sociedad se organizaba y la ausencia de autoridad. Eso es lo que más podría mencionar en mi experiencia viviendo el temblor en la capital. Como en el 85, pero ahora con una sociedad más consciente. En el 85 éramos mucho corazón y poca organización. Esta vez fue mucho corazón y mucha organización”, enfatiza Peñafiel.

Subraya también que aunque las telecomunicaciones eran malas, pues la telefonía celular era inexistente por lapsos, al igual que el internet, con la poca señal que llegaban a tener comenzaron a coordinarse entre ciudadanos, sobre todo para abrir paso a los vehículos de emergencia.

Muchos de los problemas que se presentaron ese día fueron porque no había comunicación entre los ciudadanos, lo que a muchos causó alarma por no saber nada de ellos por muchas horas, hasta que el servicio, poco a poco, se fue normalizando. “Lamentablemente vi una ausencia de autoridad, tanto del Estado de México como de la Ciudad de México. Léase, la policía. Se quedaron pasmados, todos los motociclistas eran observadores, mientras los ciudadanos se organizaban”, destaca el líder estatal.

Como hace 32 años, en la penúltima década del siglo XX, la Ciudad de México y sus habitantes sufrieron de un terremoto que despertó la conciencia colectiva y dio un nuevo significado a la palabra solidaridad.

Ahora, 32 años después, con una sociedad más abierta, mejor organizada y con canales de comunicación más amplios, la sociedad demostró nuevamente su poder de organización.

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