Josefina Zapote Peña, maestra jubilada y radicada en San Ildefonso, en el municipio de Amealco de Bonfil, conoce los problemas de los jóvenes de la comunidad, quienes por estar en el abandono de sus padres, quienes tienen que salir a trabajar vendiendo sus artesanías, caen en vicios, que luego los conducen al crimen, destruyendo el tejido social de la comunidad indígena.

Dice que en Amealco viven con mucho miedo, pues temen que sus hijos sea víctimas de la violencia que prolifera en la región, como el pandillerismo, pues son jóvenes que se drogan y se dedican a robar. Ella misma ya fue víctima de un robo a su domicilio.

Asimismo, la maestra señala que, de manera constante, se presentan asesinatos de jóvenes de la comunidad, cuyos cuerpos los recogen las autoridades, pero no se sabe más ni del móvil ni de los autores de estos crímenes.

También precisa que a la localidad llega mucha gente ajena a la misma, además de que hay mucho tránsito por la carretera que pasa por San Ildefonso, de Amealco a la Ciudad de México.

“Desconocemos quienes llegan y quienes entran, quienes salen. Aunque nosotros de la comunidad nos conocemos en parte, porque en otra zona no nos conocemos, ya que ha llegado mucha gente a vivir”, indica.

Indica que por las tardes se pueden ver pasar por la carretera las patrullas en convoy, pero sólo eso.

Cuando ha platicado con las mujeres de la comunidad, dicen que no hay justicia.

Josefina Zapote, a pesar de estar jubilada, no quiso salir de San Ildefonso, prefiriendo radicar ahí, ya que le gusta la comunidad, aunque reconoce los problemas que enfrentan sus habitantes.

Agrega que ha visto que la gente pide justicia, pero “las autoridades no responden como uno quisiera”.

“Cuando asaltaron mi casa hasta ahí quedó. Hice la denuncia, pero hasta ahí quedó. Me imagino que como yo hay muchas personas que denuncian, pero no pasa nada”.

Precisa que, cuando los jóvenes sospechosos de cometer los asaltos llegan a caer en manos de la justicia, los liberan porque no encontraron pruebas de su responsabilidad y salen libres.

Apunta que en la zona hace falta trabajar más con los menores y los jóvenes, “pues como hay niños sobreprotegidos, hay otros que crecen en el descuido”.

“Muchos niños están abandonados por sus padres, pues sus madres tienen que ir a vender sus artesanías para poder darles un alimento, o los llevan y los niños se la pasan pidiendo su pesito para su taco, cosa que no debiera de suceder. Aparte de existir madres solteras y los señores que se van a Estados Unidos y dejan a su familia. Algunos se quedan allá y ya no regresan”, refiere.

Como consecuencia de ello, los menores, buscando compañía, hacen sus pandillas, agrediéndose unos a otros, todo como un juego; pero como nadie les puso límite, no los orientó, se dedican a delinquir, explica Josefina.

“Estamos con ese miedo, estamos con ese riesgo de que en cualquier momento nos perjuiquen en lo individual”, acota, al tiempo que destaca la necesidad de hermanarse como comunidad, para respetarse y protegerse entre todos.

De la misma manera, abunda, sería muy positivo que se abriera una escuela de artes y oficios; proyecto que algunas organizaciones ya había comenzado a gestionar con las autoridades, para lograr los recursos necesarios, “pero este año sí nos ignoraron”.

Puntualiza que su interés es apoyar a la comunidad, pues le preocupa que hacen falta más apoyos para las comunidades indígenas.

Una parte importante sería la escuela de artes y oficios, para que los jóvenes tengan una opción de conocimiento y le brinden herramientas para ganarse la vida, concluye.

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