La gente pasa al lado de Juan Domínguez Pérez, adulto mayor que vive en la calle. Dice que no tiene amigos ni conocidos que los ayuden, “soy solito, no he tenido nada de esposa”. Unos plásticos atados con mecates a los postes le dan refugio en la noche y en el día lo protegen del sol.

Botellas de plástico acompañan el lecho en la banqueta de Juan, quien remenda sus viejas botas, cuya suela ya está atada al resto del calzado con una agujeta. La ropa del hombre es una mezcla de prendas viejas, y plásticos anudados. La limpieza no es algo que se pueda conservar cuando se vive en la calle, por lo que la mayoría de la gente tapa su nariz cuando pasa a su lado.

Aunque dice que tiene 95 años de edad, su cabello negro desmiente la aseveración, aunque su rostro arrugado sí denota edad avanzada.

Juan charla de manera dificultosa, pero dice que “no tengo casa, no tengo conocidos, así alguien que me ayude, así que pura calle, pura sierra, lo que pueda ser”. Indica que tiene muchos años de vivir en la calle, pues no tiene familia.

Dice que para comer la gente le da de vez en cuando algo de dinero, o comida, mientras que para sus necesidades fisiológicas las hace en la misma calle, donde duerme, pasando la noche a la intemperie.

Apunta que de más joven trabajaba descargaba camiones de materiales para construcción, actividad que ya no realiza.

El ruido de los coches apaga la voz de Juan, quien no para de reparar su bota. Hace un largo silencio, su mente está en otro lado, mientras observa el paso de los camiones. Algunos automovilistas lo ven de reojo y los peatones lo miran con una mezcla de temor y repulsión.

Dice ser originario de El Pueblito, que antes de ubicarse por los rumbos de Ejército Republicano se quedaba en las inmediaciones de la carretera México-Querétaro, pero sufría de maltratos constantes por diferentes personas.

Juan se levanta y de improviso comienza a arreglar los plásticos que le sirven de techo y que ata de un poste y de las ramas de un árbol de un jardín de niños. Junto a su “cama” una pila de botellas de plástico son su baño, lo evidencian varias de las mismas llenas de orina y que acumula a su lado.

40% de gente en situación de calle, con trastornos mentales. El psicólogo clínico adscrito al Hospital General Regional número uno del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Juan Carlos García Ramos, dice que datos precisos sobre la gente que vive en la calle y que padezca enfermedades mentales no hay, pero “algunas referencias nos hablan de que las personas que viven en la calle, alrededor del 40% padece alguna enfermedad mental, que los lleva a estar en esos lugares, por la marginalidad y la pobreza”.

Señala que las personas en calle son tanto adultos como niños, y que se han hecho algunos registros, principalmente cuando se les invita a pasar la noche en algún albergue durante la temporada invernal o lluvias, muchas personas actúan de manera “normal”, mientras que las que presentan algún trastorno mental no acuden.

“Sin embargo, aquí habría que precisar, porque hablar de trastorno mental es hablar de muchos diagnósticos, quizá veamos o percibamos que aquella gente que vive en la calle y que se comporta de manera irracional, se viste de forma inadecuada, y nos sentimos rechazados por ese humor, por ese olor que llevan porque no se han bañado o tienen prendas que descubren sus genitales, nos referimos a personas con un trastorno mental de psicosis, esquizofrenia, pero los trastornos mentales también nos llevan a identificar a personas con adicciones, o personas con rasgos impulsivos, agresivos, personas que incurren en la delincuencia o bien personas que están en situación de calle por una situación de abandono y de rechazo que han padecido maltrato o abuso sexual”, explica.

El especialista señala que muchos de los enfermos mentales sufren abandono por parte de sus familiares, no porque así lo deseen, sino porque no saben cómo tratarlos y no hay en Querétaro lugares para atenderlos de manera adecuada.

“Hay situaciones en las que el paciente no puede cuidarse por sí mismo, los familiares tampoco lo pueden hacer o no saben cómo, sobre todo cuando los enfermos ponen en peligro su vida. Es importante contar con un espacio de hospital, donde además puedan estar vigilados, con atención continua, con medicamentos, con terapia. De hecho cuando la gente lo requiere o lo necesita, son las instituciones de salud o la asistencia social las que se encargan de ver en dónde los pueden dejar, por lo menos 15 días, sobre todo aquellos que están en un estado de crisis o que son adictos, que tengan tendencias suicidas y presenten un brote psicótico, que necesitan ser contenidos y controlados. Sí, hace falta (un hospital especializado), pero no lo tenemos”, subraya.

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