Ambos se encuentran en un pequeño cuarto, con un ambiente inundado por el humo de un incienso. En una pared se encuentra recargado un pequeño sofá y frente a este, un sillón. El espacio lo completa un amplificador de guitarra, al cual conectan la mezcladora y el micrófono. En los controles, César hace unas pruebas con el mezclador, empieza a mover la cabeza y el cuerpo de acuerdo a los ritmos electrónicos que produce el aparato y proyecta el amplificador. Diego toma el micrófono alámbrico, sentado en el sillón y comienza a recitar sus letras.

-Vamos a iniciar con Guerrero Tolteca- dice Diego. –Haber canta- le comenta César, ante lo cual Diego hace unas breves pruebas de audio. Diego inicia el canto en cuanto el beat suena.

Diego es un paciente que ha sido atendido en la Comunidad Terapéutica Rizoma. Para contrarrestar su padecimiento, se ha acercado al arte porque dice, su familia es de artistas. Por ello, canta, dibuja y a veces escribe poemas. Incluso editó su propia revista llamada Compañía Satánica.

Durante la charla, escucha atento. Cuando se le da la palabra, siempre al iniciar, aclara la garganta una y hasta dos veces. Sin embargo, cuando canta su poesía a través del hip hop, fluye.

Cuenta Diego que hace algunos años estudiaba en el Centro de Educación Artística (CEDART). Viene de una familia de artistas que son músicos, pintores y actores.

“Yo Diego siempre he sido artista, vengo de una familia de apegados al arte, ahorita tengo unos primos en Ciudad de Carmen, Campeche, con mucho talento, que pintan, tocan la guitarra y cantan, son unos cabrones también de teatro y ya están consolidados como artistas, ya lograron una carrera y todo eso, son artistas realmente importantes, estuve en el CEDART y a partir de que pudiera acabar tuve algunos problemas, me dediqué a otras cosas como al deporte y al ejercicio”.

Cuando tuvo una crisis, se fue caminando una noche por la carretera. Su intención dice, era llegar a Chiapas, pero al regresar a su casa, su madre tomo la decisión de internarlo.

“En un momento dado se me fueron las cabras y me fui caminando en la carretera y llegué flaquísimo a esta casa y mi mamá me vio y me dijo, te vamos a tener que llevar a un hospital, caminé toda una carretera durante una noche a Lázaro Cárdenas, caminé y traía el tren de llegar a Chiapas”.

Diego habla poco sobre su padecimiento. Le gusta más hablar y expresar su arte. Dice que hace poco acudió con un productor musical llamado Escupe junto con Santiago Diez, integrante de la Comunidad Terapéutica Rizoma y otros amigos. Tocó la guitarra y grabó 68 canciones.

“Ahora lo que sucede es que acabo de llegar de Casa Azul donde toqué guitarra, grabé 68 canciones que ahorita no tengo, pinté varios cuadros y llegué aquí a Querétaro en mi vocación de artista, después estuve con el productor musical Escupe, llegábamos y ya tenía mis partituras y letras para hacer hip-hop”.

Nuestra labor no es ser sombra persecutoria: César. Parte del enfoque que tiene la Comunidad Terapéutica de Rizoma, es añadir la figura del acompañante terapéutico. Una persona que busca orientar la creatividad del paciente hacia alguna actividad en la que pueda desenvolver su pensamiento y que a partir de ahí se recupere el lazo social.

En el caso de César Rivelino, él lleva cuatro años de acompañante y tres, a lado de Diego. Lo ve tres veces a la semana y realizan diversas actividades. Pasa a la casa de Diego y lo acompaña a su cita con el psicólogo. De ahí van a comer o a realizar alguna otra actividad.

César dice que al ser acompañantes terapéuticos, fungen como un vínculo. En la vida cotidiana apoyan al paciente que sufrió algún tipo de padecimiento mental a incorporarse a las actividades para ser autosuficiente.

Una vez a la semana, acuden a Rizoma para ensayar las canciones de Diego. César expresa que esa fue la actividad que eligió Diego. La intención es presentarse en el Museo de la Ciudad.

“Una de las características es que no se trata de una especie de sombra o vigilante, no es persecutoria, no se trata de obligar a las personas a que hagan ciertas cosas sino quien se trata de una posibilidad en que se beneficien de una forma muy creativa, es decir cada persona beneficiada escoge la manera en que quiere su acompañamiento y en ese sentido diego es una persona muy creativa y elegimos este método que es la música”.

“Las pastillas son para el guerrero que se queda en casa”. Diego cuando tomó el micrófono cantó de inmediato un verso con las palabras guerrero tolteca. Para él, el guerrero es el loco que se queda. Cuando inició el tratamiento de Diego, tenía altas dosis de medicamentos antipsicóticos.

En un principio, su madre le daba las pastillas, lo cual le hacía pensar a Diego que era un ataque contra la libertad.

En su relato, vuelve a incluir al guerrero. Ese guerrero se queda en casa cuando toma las pastillas, por eso las valora más y conforme ha avanzado en su terapia ha reducido las dosis: “La cosa es que las pastillas no son malas, en realidad son para el guerrero que se queda en casa, que es el loco, pero es una cuestión de artistas”.

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