Fátima y Fernando tienen algo en común: ambos han superado la etapa más difícil del cáncer que padecían. Los dos menores, ella de Peñamiller y él de la capital, son tratados en el Hospital del Niño y la Mujer, donde ayer se conmemoró el Día Internacional de Lucha Contra el Cáncer Infantil. Están dados de prealta, pues deben pasar cierto tiempo bajo vigilancia médica, pero lo más complicado ya lo pasaron.

Imelda Pérez López, madre de Fernando Vega Pérez, diagnosticado con leucemia a los 10 meses, dice que a su hijo los médicos no le daban más de un año de vida. Hoy tiene ocho años y está casi curado.

“A Fernando le diagnosticaron cáncer a los 10 meses de edad (actualmente tiene ocho años), tenía leucemia linfoblástica. De hecho, el doctor no le daba ni un año de vida, tenía muchas complicaciones, pero gracias a Dios y a todo el apoyo que tuvimos aquí lo tenemos. Ahorita ya tiene cinco años de prealta, y ha salido adelante”, indica.

Imelda comenta que estos años han sido duros en lo emocional, pues la vida de toda la familia da un giro radical, además de todos los cuidados que se le deben de brindar al menor, como sus tratamientos de quimioterapias. A Imelda le dieron dos opciones para el tratamiento de su hijo, uno era la quimioterapia y el trasplante de médula, eligiendo la primera opción, pues la segunda, con más probabilidad de sobrevivir, conllevaba mayores riesgos, mientras que con la quimio, aunque dura y desgastante, tuvo frutos.

Fernando es el más pequeño de cinco hermanos, y siempre tuvo el apoyo de ellos, así como de su padre. La enfermedad afectó incluso las relaciones familiares, pues la atención se centraba en el pequeño paciente. Entre la misma pareja hubo distanciamiento, pues estar con Fernando en el hospital y en sus cuidados quitaba tiempo de convivencia con los otros integrantes de la familia.

“A veces uno pasa más tiempo viviendo en el hospital que en la casa. Nuestra vida es vivir aquí los tres años de tratamientos. A veces eran 15 días, hasta un mes de estar en el hospital con él, cuando se ponía mal, cuando se agravaba. Un día no era nada en comparación de días”, indica.

Imelda recuerda el día más difícil de todos, cuando a Fernando lo trasladaron a terapia intensiva por una complicación que tuvo, “fue cuando me quebré un poco. Se los platico a muchas personas que para mí Fernando, mi hijo, es un milagro porque tras la enfermedad, su diagnóstico tan grave, el día que cayó a terapia intensiva, con el corazón en la mano le dije a Dios ‘es tu hijo. Si te lo quieres llevar, llévatelo’. Mi hijo no duró más de un día en terapia intensiva… luego de eso no volvió a ese lugar”.

Fernando lleva cinco años de pre alta, le faltan otros cinco, y aunque Imelda sabe que todavía “no la libra”, es optimista y confía en que su hijo supere el cáncer y tenga una vida plena.

Una larga pre alta

Fernando no muestra los daños que pudo dejar el tratamiento de quimioterapia en su cuerpo. Incluso, su madre explica que está bien en términos generales, por eso dice que su hijo es un milagro, aunque no le quita crédito a los médicos, pues sin sus conocimientos y vocación de servicio no se hubiera podido salvar la vida del pequeño.

“Yo no digo que la libramos, todavía estamos en el camino, hasta que no nos digan ‘ya, está dado de alta’ no podemos cantar victoria. Nos faltan cinco años de pre alta, pero durante estos cinco años que lleva, no ha tenido ninguna complicación, esperamos seguir así”, añade.

Fátima Morales García se acerca al cuerpo de su madre, Maricela García García. En 2015 a Fátima le diagnosticaron linfoma de Hodgkin. Tenía un tumor en el pecho que le llegó a afectar el corazón, pero su pronóstico es alentador.

En diciembre pasado, dice Maricela, fue dada de pre alta, luego de poco más de dos años de tratamiento. Este tiempo, señala, “fue muy difícil. La operaron y duró mucho tiempo en coma. Los doctores me decían que de la operación había salido muy bien, pero no sabían si despertaba o no porque su corazón se había afectado mucho por el tumor en el pecho”.

A los siete años, en una clínica de Cadereyta de Montes, le detectaron un líquido que le afectaba su corazón, ahí se puso grave y fue mandada al Hospital del Niño y la Mujer, donde con estudios más profundos detectaron el mal, procediendo a la operación.

Fátima tiene ocho hermanos. Su padre se dedica a la construcción, y la enfermedad de la pequeña impactó a toda la familia, pues los padres tenían que trasladarse desde Peñamiller a Querétaro para estar con Fátima, más cuando tenía crisis de salud.

“Aquí duramos como un año en el hospital. Después de que salió del coma quedó muy mal, muy débil. Sus quimios a veces eran internada, a veces afuera, era ir y venir de Peñamiller hasta acá. Luego andábamos los dos (su marido y ella) porque cuando internaban a Fátima uno se quedaba de noche y otro de día”, recuerda.

Acercan educación

Parte esencial de la atención que brinda el Hospital del Niño y la Mujer es acercar la educación a los menores que están en sus instalaciones, por lo que cuentan con docentes que ayudan y dan clases a los niños.

Tanto Fernando como Fátima recibieron este tipo de acompañamiento, y aunque en el caso de Fernando perdió un año, su madre dice que recupera el tiempo y es muy aplicado. En el caso de Fátima, su madre señala que dentro del nosocomio estudiaba.

“Les daban clases aquí, cuando estaba en quimio pasaban a darle en su cama las tareas”, señala la madre de la menor. Fátima pega su delgado cuerpo al de su madre y observa a la distancia a varios niños.

Actualmente Fátima acude a consulta para revisar el estado en el que está su corazón, afectado por el tumor que tenía en el pecho. Los estudios determinarán la condición de ese órgano.

Sin embargo, Fátima hace su vida lo más normal posible, yendo a la escuela y tratando de sobrellevar y vivir con los estragos que dejó el cáncer en ella. Maricela está muy agradecida con los médicos y personal del hospital, pues siempre han sido muy amables con ellos.

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