Para Israel Villa Guzmán, usar una brocha para pintar un mural es casi una ofensa, una burla, algo que demerita su trabajo, pues un verdadero grafitero no usa más que sus latas de aerosol, “eso es lo que le da valor a nuestro trabajo, el grado de dificultad”, dice.

En la Calzada de los Arcos luce su más reciente trabajo. En la fachada de una de las casas ubicada casi en la esquina de Circunvalación, se ve la imagen de un portero con el número 25 en su espalda, de cabello ondulado, con los brazos extendidos, que detiene con su pecho un balón.

La gente que pasa por el lugar dice “Ah, es por el mundial”, otros comentan, “no, es porque en esta zona somos muy futboleros”, otros dicen “es por el portero que vive aquí en Querétaro”. Esa es la magia de un mural, dice Israel, conocido como Vather, que cada persona le adjudica un significado distinto.

“Cuando a mí me dan libertad para pintar algo, yo siempre dejo esa idea abierta, que la gente vea el mural y le dé su propio significado, me gusta más así, en lugar de decirle a todo el mundo lo que significa exactamente.

“La dueña de la casa en donde pinté al portero fue quien me pidió que pintara ese mural, me dijo que me había visto trabajar antes y que quería que pintara algo bonito en su casa, me dijo que quería algo sobre deporte. Le gustó mucho como quedó, aunque ese es un mural pequeño, lo hice en 10 días, ya le dije que después vuelvo para hacer algo más elaborado”, comparte el grafitero, tatuador y aerógrafo.

Los primeros graffitis en Santa Mónica

Cuando Vather tenía 18 años comenzó a involucrarse en el mundo del gra-ffiti, reconoce que al principio le gustaba únicamente “hacer la maldad” de dejar su firma en alguna fachada, lo que se conoce como ‘tag’. No tenía ninguna proyección artística, pero con los años eso cambió, ahora además de pintar letras enredadas, hace murales a gran escala, actividad que le permite desde hace muchos años mantener a su familia y al mismo tiempo alimentar su pasión por la pintura y el diseño.

Recuerda los inicios del graffiti en Querétaro, era el año de 1995 cuando varias familias provenientes de Tijuana se mudaron al barrio de Santa Mónica, lugar en donde Vather vivía con sus padres y hermanos. Aquellos jóvenes, los nuevos del barrio, reforzaron esa tendencia en Querétaro, pues en ese momento sólo se dejaban pintas en paredes y puertas, sin ninguna técnica ni complejidad.

“Recuerdo que llegaron muchos chavos de Ensenada, del norte, de los rumbos de Tijuana y ellos eran nuevos en la colonia, todos pintaban las bardas y a nosotros nos enojaba, yo decía, por qué estos vienen a pintar mi barrio, además ni se entienden sus chingaderas. Eran esas rencillas con esa nueva banda, nosotros nos hacíamos llamar Los Escorias, no teníamos esa técnica, para nosotros el graffiti era nomas pintar, sin técnica”.

“Cuando ellos venían y pintaban nuestras bardas todos mis compas se enojaban, pero yo en el fondo admiraba eso y decía cómo le harán para hacer ese tipo de letra, eran técnicas que yo no conocía. Lo intentaba pero no me salía igual, no me salía ese tipo de caligrafía, ellos ya tenían otro tipo de válvulas especiales para graffiti, y yo no sabía nada de eso”.

Ante las misteriosas técnicas de la banda contraria, Vather se dedicó a investigar exactamente qué es el graffiti y cuáles eran sus técnicas, comenzó a relacionarse con personas que venían de otros estados a vivir a Querétaro. De esas amistades aprendió todo lo que sabe ahora, porque para ser grafitero no se estudia, es un estilo de vida que se aprende en la calle, dice.

Reconocen cada vez más el graffiti

Vather se dedica a hacer pequeños diseños de aerografía en objetos como tenis o cascos, hace tatuajes o elabora escenografía con graffiti en bares y centros nocturnos, también ha trabajado para la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, quienes le han pedido plasmar murales al interior de puentes en las entradas y salidas de la entidad.

Se siente orgulloso de su crecimiento en el ámbito del arte urbano. Reconoce que el actual gobierno municipal y estatal han marcado una diferencia en cuanto a la apertura de espacios para difundir las diversas corrientes del graffiti.

A la sociedad le pide no juzgar de manera negativa antes conocer el trabajo y el esfuerzo de los jóvenes amantes del graffiti; a los jóvenes interesados les recomienda estudiar los orígenes del graffiti en México y en otros países para aprender nuevas técnicas y forjarse un estilo propio.

“Sí se ha notado una apertura de parte de los gobiernos de ahorita, claro que aún falta mucho pero últimamente sí se reconoce un poco más el trabajo artístico de los grafiteros. Lo que todavía falta es cambiar la idea de la gente que a veces relaciona el graffiti con la delincuencia o con algo malo, pero hay de todo, algunos dicen que somos delincuentes, otros dicen que somos grandes artistas”, comparte.

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