Ana Paola Sánchez Cortés sube a una cinta tensada, de unos 10 metros de largo y con un grosor de entre 5 y 10 centímetros. Cuando tiene los pies en el suelo todo es risas, junto con sus amigos e instructor, pero al subir a la cuerda su semblante cambia.

El rostro de Paola se endurece, mira hacia el frente con un horizonte fijo sin voltear hacia ningún otro lado. Primero camina entre la cuerda para pulsar la tensión y después comienza a hacer trucos. Se podría confundir con otras actividades como lo que hacen los trapecistas de circo, pero ella explica que la actividad se conoce como slackline; es un deporte de equilibrio.

Esta disciplina es catalogada como deporte extremo, se originó en Estados Unidos, cuando en los ochenta, algunos aventureros colocaban cuerdas de extremo a extremo y caminaban sobre ella. A partir de ese momento, la recreación se convirtió en un deporte y para muchos en un estilo de vida.

De acuerdo con Ana Paola, para practicar slackline no se requiere cualidades físicas. Lo importante es la concentración, elemento básico en la disciplina. Si para caminar, los pies, las manos, la vista y los oídos son el sensor en cualquier sendero, el slackline reta los sentidos porque implica una mayor coordinación del cuerpo y la mente. Un paso en falso y lo siguiente será la caída.

“Cualquier persona puede hacer slackline, no necesitas algo en sí. Cuando entré no era buena pero me gustó. Por ejemplo, han venido personas con capacidades diferentes que han hecho slackline y lo han logrado, por eso no creo que se necesite algo en específico para hacerlo, necesitas mucho equilibrio pero eso se da con el tiempo, se va adquiriendo pero no necesitas de unas cualidades en sí”.

Ana Paola, parada en la cuerda, baja su pierna izquierda y todo el peso de su cuerpo recae en la misma. Su extremidad derecha es colocada en paralelo a la cuerda estirada en su totalidad. Sus manos danzan en el aire, pero sirven para mantener el equilibrio en la cuerda que constantemente se mueve. Lo máximo que pasará es que caerá de la cuerda dispuesta a menos de un metro de distancia y las esponjas en el suelo amortiguarán la caída.

Modalidades

El peligro es mínimo. Sin embargo, el slackline tiene múltiples modalidades que varían en dificultad, adrenalina y vértigo.

Existe el trickine, en este se coloca la cinta a poca distancia del suelo, bien tensa, para realizar saltos y trucos de destreza. El waterline, se practica con una cinta de 50 milímetros colocada sobre el agua. Longline con una cinta cuya distancia es de 50 metros haciendo diversas formas para equilibrarse. El highline cuya modalidad es colocar la cinta a más de 20 metros de altura, desde montañas hasta edificios para cruzarlos utilizando un arnés de seguridad; y finalmente el yoga slackline, haciendo posturas de meditación en la cinta.

Ana Paola se ha enfocado en yoga slackline. Subir a la cinta implica transportarse a la tranquilidad donde la presión no existe, a diferencia de otros deportes que tienen como imperativo ser el mejor. Si bien implica un grado de dificultad ejecutar las posturas de respiración del yoga, la joven comenta que jamás ha sentido que fallar en la cuerda sea sinónimo de fracaso.

La deportista, de 11 años de edad, lleva un año dedicada al slackline. Comenta que cuando empezó en esta práctica su maestro, Adair Sánchez, tenía un espacio en una plaza comercial donde no podía realizarse a plenitud, pero cuando cambió a una nave industrial en las inmediaciones de la avenida 5 de febrero, el espacio le permitió desarrollar a plenitud el deporte.

Entusiasmada cuenta que el pasado 4 de junio, participó en la competencia Caminante del cielo organizado en la Alameda Hidalgo, en donde pudo codearse con slackers, personas que practican el deporte, que ya han tenido roce nacional e internacional.

“No estaba preparada para una competencia, me metieron para que yo sintiera lo que era estar en un concurso de slackline, es muy padre porque te subes a la cuerda, no hay burlas porque lo hagas mal, todos te apoyan y nadie te critica”, dice.

Compañerismo

Para Ana, el deporte le ha permitido encontrar compañerismo por encima de la competitividad. El yoga slackline al ser una modalidad en la que no hay un ganador, implica el reto consigo mismo en búsqueda de la estabilidad mental, espiritual y física. El desafío en la cuerda es hacer posturas impregnando un estilo personal.

“Aquí no es competitivo en sí, es un ambiente más de hermandad, me gusta mucho el slackline porque cuando te subes a la cuerda siempre hay una forma de hacer los trucos, pero tú le das tu estilo, cada persona le da su estilo. Cuando entré, si éramos muy rectos, ahora ya no, mi profesor me dice que le dé mi estilo, que de eso se trata, que saques lo que quieres hacer, es como hacer los mismos trucos pero con tu estilo, es muy libre”, comenta.

En un intento para cambiar su postura, Ana Paola trastabilla y cae encima de las esponjas. Rueda, se levanta y le sonríe a su amigo. Con la mirada pareciera que da entender que en la emoción, dejó de lado la concentración y eso generó la caída. Para ella mantener la balanza entre la emoción y la concentración es clave porque cuando recién inició, le costaba trabajo equilibrar estos aspectos de la vida. Pero ahora ha podido lograr esto e incluso incidir en otros aspectos de su cotidianidad, como la escuela, lugar donde ha mejorado sus calificaciones gracias a la actividad.

“[Al practicar esta actividad] utilizas todo el cuerpo, los brazos, las piernas incluso la concentración. La mente la utilizas mucho porque no nada más es físico, también la mente tiene que ver. Cuando no estoy concentrada, me ha pasado que me emociono de más porque saco un truco y termino haciendo mal un combo por la emoción. Si no estás concentrado no puedes correr riesgos porque te caes y puede haber un golpe, no puedes subirte en la cuerda y jugar”, explica.

Ana Paola se sienta en la cuerda nuevamente y de inmediato se levanta. La pierna derecha permanece como eje, las manos estiradas danzan para el equilibrio y la pierna izquierda es levantada a la altura de sus hombros. Apenas sonríe por lo logrado y vuelve a caer.

Pese a su corta edad, Ana Paola espera poder dedicarse por mucho tiempo y de forma profesional a este deporte, aunque todavía no es muy popular ella se empeñará en que así lo sea.

“Estamos tratando que no se tome como cualquier cosa, que sea un deporte que se tome en cuenta y que la gente pueda probarlo, no nada más te ayuda a sentirte bien sino que también ayuda muchísimo al cuerpo a equilibrarlo”, expresa.

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