Mohamed Fayez Beyruti llegó a México en 1975 de Líbano, su país natal, y se estableció en Querétaro hace seis meses. Pese a conocer buena parte del mundo, decidió quedarse en tierras aztecas porque aquí se sintió más a gusto. “Ya me siento mexicano”, dice.

Vestido con pantalón y camiseta color gris, y desde una de las mesas de su local de comida libanesa, en Plaza de las Américas, Fayez, de 62 años, dice que desde 1975 vive y viaja constantemente al país, pero desde 2013 se quedó de manera permanente aquí.

“México es muy bonito, la gente es muy agradable y el país está muy grande, tiene mucho. Siento que soy mexicano. Querétaro es un estado muy lindo, muy tranquilo, parece Suiza. Hay muchas diferencias entre la Ciudad de México y Querétaro. México tiene todo fácil, transporte fácil... lo que buscas hay, y es más económico que aquí. Querétaro está grande, bonito, elegante y la gente es muy tranquila, no hay tantas broncas como en México”, asevera.

La vida aquí, señala, es buena, 90% del tiempo se siente paz en la ciudad, “que es lo que gusta, a pesar de que es una ciudad más cara”.

Fayez vive en Querétaro con sus dos hijos menores, uno de nueve y otro de siete años. Otro de sus hijos, ya mayor, radica temporalmente en el estado, pues por un problema de salud no puede cargar objetos pesados. Además tiene otro dos hijos en Líbano, uno más en Australia y otro en Ghana.

“Conozco mucho. Los hijos que están en otro lado son de una esposa y los que están aquí son de mi esposa mexicana. Mis hijos que están en Australia se casaron y viven allá, y los otros dos, —uno en Líbano— ya se va a mudar a Australia con sus hemanos y mi hija en Ghana está trabajando en una empresa grande y no quiere viajar, está bien”, explica Fayez sentado a una de las mesas de su negocio.

El restaurante por dentro es sencillo, pero acogedor. Unos cuadros con motivos de Medio Oriente decoran una pared. En la otra, un rostro egipcio acompaña un anuncio de tatuajes de henna o el nombre en árabe, costumbre que suele gustar mucho a las mujeres.

Atrás está la cocina, donde se preparan los alimentos, todos frescos. En unas charolas, a un costado de la misma, hay dulces típicos de Líbano que esperan pacientemente a los clientes, quienes llegarán en poco tiempo.

Al frente, un mostrador deja ver las famosas pipas árabes y las tazas para servir café, bebida que en Medio Oriente se sirve de manera distinta al resto del mundo, pues se mezcla con pequeñas porciones de especias, lo que mejora su sabor.

Fayez enfatiza que le da satisfacción cuando la gente se va contenta y satisfecha de su restaurante, más cuando lo felicitan por el sabor y la atención. “Ver como degustan la comida, cómo la disfrutan, me da mucho gusto”, dice.

Un estilo de vida

Asegura que en tan sólo tres meses se adaptó al estilo de vida de México, pero reconoce que lo más complicado fue el idioma; después de tres meses ya pudo comunicarse con la gente en el país, lo que lo sorprende.

Narra que trabajó mucho tiempo en la Ciudad de México aunque dedicarse al ramo restaurantero, le permitió abrir locales en otras ciudades, como Matamoros, Tamaulipas, y antes en Tampico, además de otro en Xochimilco, al sur de la capital del país.

Cuando llegó a México vivió en Tacubaya, pues unos de sus paisanos tenían zapaterías en la zona. Luego trabajó en restaurantes, siendo testigo del crecimiento de la ciudad, que ahora, dice, se ha vuelto más compleja para ir.

Apunta que Líbano es un país muy bonito, de territorio pequeño, pues del mar a la montaña se hace media hora de viaje, además su clima agradable. “Pero la situación de mi país no está bien, de años... Antes del ‘75 siempre había cosas políticas que uno no entendía. Vivíamos bien antes del ‘75. Eramos un país muy avanzado, no de tecnología, no de fábricas, sino de turismo, y es que es un país turístico. Tenemos muchos lugares muy bonitos, agradables. Es también un país viejo, tiene miles de años. Tiene historia, desde los fenicios. Lástima que siempre anda en problemas”.

Recuerda que lo problemas internos del país lo orillaron a buscar salir de su tierra. Fue hasta 1975 que reunió suficiente dinero para salir el 10 de abril de ese año. “Viajé mucho. Fui a Paris (Francia), fui a España, Atenas (Grecia), Londres (Inglaterra), Alemania. Pero cuando llegué a México fue una cosa increíble, muy diferente, estás en Líbano. Así es la vida en Líbano (como en México) por eso los libaneses sienten que están en su país, no son extranjeros por el clima, la vida, la gente. A la gente le gusta vivir, le gusta ir a un restaurante, tomarse una copa. Igual que los libaneses, les gusta salir, convivir, tienen muchas costumbres bonitas, tenemos comida sabrosa, igual que México. No hay mucha diferencia, solamente que México es muy grande y Líbano es muy chico”, enfatiza.

Precisa que en el aspecto religioso, él como musulmán no ha tenido problema alguno con las personas, “pues no andan preguntando de qué religión eres”, además de que considera que los mexicanos son muy respetuosos de las creencias. Considera que las diferencias entre credos son inventadas por quienes ven en la guerra un negocio.

Fututo optimista

Fayez ve con optimismo el futuro, pues México, como país, considera que avanza. Señala que su restaurante, a cuatro meses de haber abierto, poco a poco despega como negocio.

En su local ofrece comida libanesa, como el kebe. “Es una masa de carne y trigo. Lo hacemos una masa y lo rellenamos de carne, cebolla y nuez. Se puede hacer en charola o se puede hacer en bola. También hay kebe crudo. Tenemos hojas de parra rellenas de arroz y carne, también tacos de col”, explica.

El olor de la comida que comienza a cocinarse sale hasta las mesas del exterior, invitando a los compradores de la plaza a pasar y probar una de las delicias del Medio Oriente.

La respuesta de los queretanos a la comida libanesa es positiva, pues poco a poco va siendo aceptada por los paladares locales, ya que tiene poca grasa y mucha verduras. Lo que no vende son bebidas alcohólicas, pues apunta que no le gustan los problemas y prefiere ganar poco sólo con la comida, que ganar mucho con el alcohol. “No me hacen falta problemas aquí. Soy extranjero, no quiero problemas aquí, quiero vivir en paz, no quiero broncas”, subraya.

Fayez entra a su local. Dos personas entran y preguntan por los postres. El ciudadanos libanés —pero mexicano de corazón— atiende con amabilidad, respeto y la hospitalidad que caracteriza a los de su país.

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