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“Ser bolero es un modo de vida que me mantiene activo”

Don Lorenzo prefiere ser su propio patrón; aún así trabaja 12 horas diarias

Lorenzo Olvera piensa: “Nada como unos zapatos limpios y la conciencia tranquila” FOTO: CÉSAR GÓMEZ
02/05/2018 |02:20
Domingo Valdez
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Para Lorenzo Olvera Rodríguez poco importa que sea Día del Trabajo y la mayoría de la gente descanse. Para él su trabajo de aseador de calzado es más que su fuente de ingresos, es un modo de vida, algo que lo mantiene lúcido y en forma.

Lorenzo le da brillo a un par de zapatos mientras recuerda que aprendió este oficio que para él es algo más que limpiar los zapatos de sus clientes. Es un modo de vida y algo que ama hacer, “es un arte. Más que un oficio, es algo que me mantiene vivo”.

Llegando a los 60 años de edad, Lorenzo mantiene su vitalidad y buen humor. Siempre con la charla lista, comenta que lustrador de calzado no ha sido su única forma de ganarse la vida, pues también ha sido carnicero y empleado en una fábrica.

Con devoción, Lorenzo saca brillo a un par de zapatos. Apenas levanta la cabeza mientras platica. “Esto lo aprendí desde chamaquito, desde que mis abuelos y mis tíos fueron zapateros, trabajamos en una tenería de unos queretanos”, abunda.

Apunta que tiene que buscar un trabajo que le reditúe para mantener a su familia, tener dinero, pues en los trabajos establecidos en ocasiones pagan muy poco para solventar todos los gastos.

“Aquí eres tu propio patrón, aquí ganas lo que tú quieras, pues si hay chamba ganas bien, pero si no hay, pues no dejas de percibir un peso, pero siempre llevas dinero a la casa”, comenta.

Lorenzo interrumpe la charla. Un joven llega a comprar cacahuates, pues además en su pequeño negocio vende algunas golosinas para tener unos ingresos extras. Luego una persona pasa lo saluda. El hombre es muy conocido entre quienes circulan todos los días por los alrededores de Plaza de las Américas, forma parte de los personajes urbanos que con su presencia dan vida a la ciudad y sus calles.

Agrega que trata de estar todos los días puntual en su puesto, siempre dispuesto, siempre trabajando para sus clientes.

“Cuando eres constante en un trabajo, lógicamente, estás esperando a la gente, te ven aquí, te traen su calzado, te puede llegar una bolsa de zapatos, tenemos que estar continuamente en este trabajo”, asevera.

Dice que ser su propio patrón es difícil. “Aquí nada más tienes el Seguro Popular, porque no percibes un salario fijo, y no tienes el Seguro Social como tal”, precisa.

De peregrino. De la misma manera, las vacaciones no son seguras o no existen, pues debe de trabajar todos los días, los de asueto los toma sólo en ciertas ocasiones al año. Una semana es la que toma Lorenzo anualmente, cuando acude a la tradicional peregrinación a la Basílica de Guadalupe.

“Tenemos que darnos un espacio para descansar. Aunque si nos vamos de vacaciones dejamos de percibir. Por ejemplo, no es que tenga unos días de vacaciones, o que me las quiero tomar. Prácticamente tengo que trabajar todo el año, tengo que buscar una forma de descansar. La actividad que me agarro como patrón, es irme de peregrino cada año.

“Es algo en donde descanso, no me dedico al trabajo, me dedico a una actividad religiosa y eso me ayuda mucho a relajarme, a no pensar en la otra parte, la del trabajo. Me tomo ocho días y a los ocho regreso a trabajar, vuelvo a la actividad”, sostiene.

Alrededor de Lorenzo hay media docena de pares de zapatos, todos brillantes, perfectamente boleados, listos para una excelente presentación de sus zapatos, muy limpios, lustrosos, como espejos.

Los años de experiencia lo avalan, además de que ya a su edad, cercana a los 60 años, no hay empresas que contraten a personas mayores, entonces se deben dedicar a lo que les enseñaron los abuelos o los padres.

Como dependientes económicos está su esposa, dos de sus hijos, aunque solteros, ya trabajan y ganan su dinero, se podría decir que trabaja para él y su pareja.

Sin embargo, la jornada laboral no es corta, se prolonga hasta 12 horas diarias, de lunes a sábado. Sólo los domingos se toma el día como descanso. “Es muy pesado todo el día, pero no trabajas todo el día. De 12 horas no las trabajas todas. Puedes hacer tres pares en una hora, otra hora otros tres, en dos horas no haces nada. No es una constante que estés ocupado. Supongamos que trabajas ocho horas”, comenta.

La avenida Ejército Republicano luce semivacía. No hay muchos peatones. Sólo el puesto de periódicos y revistas, que junto con Lorenzo se ven por momentos en la avenida que en otros días está llena de movimiento.

Apenas se ven de vez en cuando algunos jóvenes que salen de los locales de la Plaza de las Américas, quienes terminan sus jornadas laborales y se dirigen a sus casas a descansar. Los trabajadores pasan a comprar alguna golosina.

Lorenzo ve esa opción como un ingreso extra, pero no lo ve como algo esencial. Dice que puede hacer eso de manera definitiva, es algo que no le gusta. Prefiere trabajar y mantenerse activo boleando zapatos.

Aunque cobra 30 pesos por lustrar cada par de zapatos, no todo es ganancia, ya que tiene que comprar la ceras y grasas que usa para la limpieza del calzado. La compra de estos insumos es constante, pues dependiendo del trabajo que haya se terminan más rápido los productos.

Lorenzo explica cuánto dinero tiene que gastar en insumos y en los materiales que debe de utilizar todos los días para llevar a cabo su trabajo.

No piensa en el retiro. Lorenzo piensa un poco la respuesta. Se frota la barba, mira al piso, voltea al cielo. No encuentra la respuesta. Lo piensa y dice que no cree retirarse. Cree que trabajará el resto de su vida en su sillón de lustrador de zapatos.

Dice que no piensa retirarse, que el trabajo será siempre una forma de mantenerse vivo, contento, siempre activo, haciendo su labor con dedicación y esmero, pensando que ayuda a la gente a tener una buena presentación, una buena apariencia, pues como dice el refrán: “Nada como unos zapatos limpios y la conciencia tranquila”. Lorenzo sabe de ambas.

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